Ejemplos con antesala

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Era esa media hora en la que se ve todo el pasado con una percepción sobrenatural, antesala del sueño, por la que pasan los recuerdos más remotos.
Ella era doctora de la Universidad de Melbourne, doctora en música Jaime, disimulando el asombro que le causaban estas noticias de un mundo lejano, hablaba de él, de su familia, de su país, de las curiosidades de la isla, de la caverna de Artá, trágicamente grandiosa, caótica como una antesala del infierno, de las cuevas del Dragón, con sus bosques de estalactitas luminosas, cual un palacio de hielo, y sus lagos milenarios y dormidos, de cuyo profundo cristal parecía que iban a surgir mágicas desnudeces semejantes a las de las hijas del Rhin que guardaban el tesoro de los Nibelungos.
Inventor de maravillosos negocios, financiero proyectista de empresas colosales, había pasado su existencia asediando a los directores de los grandes establecimientos bancarios y haciendo antesala en los ministerios.
Creyó ver Ferragut en la famosa avenida marsellesa una antesala de Salónica.
Pasolos dado a Satanás, porque era ciertamente ridículo para un hombre de sus ínfulas y categoría pedir la hija de un tendero de ultramarinos, y haber de esperar, como quien dice, en la antesala de la lonja, a que se dignasen abrirle la puerta.
¡Y vamos! que eso de casarse no sucede todos los días y es natural que trastorne un poco es cosa grave, muy grave, ya me lo avisó el Padre Urtazu, y así es que yo anoche no pegué ojo, y conté todas las horas, las medias y los cuartos que dio el cuco de la antesala a cada campanada que oía.
Avinagró el gesto Miranda, que ya se creía libre de la moribunda, a quien si no cuidaba, le enfadaba ver cuidar, ensanchósele el corazón a Lucía, mal hallada con la idea de abandonar a su amiga en la antesala, como quien dice, del sepulcro, y Perico se dispuso a conocer París, seguro como estaba de que no faltarían a su hermana cuidados.
Y al alejarse caminando hacia atrás, como era tan alto, dió un testarazo con la lámpara de la antesala, que por poco la hace venir al suelo.
Asomó en este momento por la verja dorada que dividía el zaguán de la antesala que se abría al patio, un hombre joven, vestido de negro, de quien se despedían con respeto y ternura uno de mayor edad, de ojos benignos y poblada barba, y un caballero entrado en largos años, triste, como quien ha vivido mucho, que retenía con visible placer la mano del joven entre las suyas:.
Causaba aquella antesala, en cuyo arreglo influyó Juan, una impresión de fe y de luz.
Linda era la antesala, pintado el techo con los bordes de guirnaldas de flores silvestres, las paredes cubiertas, en sus marcos de roble liso dorado, de cuadros de Madrazo y de Nittis, de Fortuny y de Pasini, grabados en Goupil, de dos en dos estaban colgados los cuadros, y entre cada dos grupos de ellos, un estantillo de ébano, lleno de libros, no más ancho que los cuadros, ni más alto ni bajo que el grupo.
La antesala era linda y pequeña, como que se tiene que ser pequeño para ser lindo.
El chocolate fragante les esperaba, servido en una mesa de ónix, en la linda antesala.
Arrodíllate, Adela: arrodíllate ahora mismole respondió dulcemente Ana, volviendo a ella su hermosa cabeza de ondulantes cabellos castaños, mientras que Juan, que venía de hacer paces con Lucía refugiada en la antesala, salía a la verja del zaguán a recibir al amigo de la casa.
La hospedería era como una antesala del convento.
En la antesala del refectorio varios hermanos viejos limpiaban vasos y botellas en una fuente de mármol obscuro, que arrojaba cuatro chorros de agua.
En la bandeja destinada en la antesala a recibir las tarjetas y las cartas, vio un gran oficio entrelargo y lo recogió al paso, mientras le quitaba Damián la blanca capa de santiaguista, con la roja cruz en el lado izquierdo.
Al atravesar una antesala, encontróse Currita un lacayo, que le presentó una carta en una bandeja de plata.
En la antesala jugaban a los naipes varios amigos.
¡Aquel hombre era un santo! Lo mismo decían los que estaban en la antesala, gente menuda, con blusa unos y chaqués raídos otros, todos hombres de fe, que llevaban sus ahorros al santuario de la honradez, y mientras aguardaban el turno cuchicheaban, haciéndose lenguas de sus virtudes.
Los hábitos negros, la discreta media luz que filtraba al través de los cortinajes de los balcones, esfumando los adornos de la antesala en una dulce penumbra, y la calma discreta que reinaba en toda la casa, daban a ésta un ambiente conventual de profunda paz, dulce y atractivo.
La antesala parecía de ministerio, y apenas si en los bancos forrados de terciopelo quedaba espacio libre para los que iban llegando.
Eran tarjetas de felicitación, que se amontonaban en el velador de la antesala, y sobre las cuales se abalanzaban las dos hermanas, ávidas de curiosidad.
Pero se detuvo al oír la voz cascada y chillona que sonó en la antesala.
Hubo en la antesala exclamaciones como berridos y caricias que parecían golpes, cual si alguien riñese a brazo partido.
En la antesala de la cocina se dio de manos a boca con Máximo Juncal, el médico de Cebre, con bufanda de lana gris arrollada al cuello, chaquetón de paño pardo, botas y espuelas.
Fue peor cuando entraron en la antesala.
Le ruborizó el encuentro, pero hizo la vista gorda reflexionando que aquello era, por decirlo así, la antesala del altar.
Apareció el señor de la Lage, llenando con su volumen la antesala, y don Pedro abrazó a su tío, que le llevó casi en volandas al salón.
Lo cual visto por don Quijote, dejó las blandas plumas, y, no nada perezoso, se vistió su acamuzado vestido y se calzó sus botas de camino, por encubrir la desgracia de sus medias, arrojóse encima su mantón de escarlata y púsose en la cabeza una montera de terciopelo verde, guarnecida de pasamanos de plata, colgó el tahelí de sus hombros con su buena y tajadora espada, asió un gran rosario que consigo contino traía, y con gran prosopopeya y contoneo salió a la antesala, donde el duque y la duquesa estaban ya vestidos y como esperándole, y, al pasar por una galería, estaban aposta esperándole Altisidora y la otra doncella su amiga, y, así como Altisidora vio a don Quijote, fingió desmayarse, y su amiga la recogió en sus faldas, y con gran presteza la iba a desabrochar el pecho.

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