Ejemplos con animara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En una fiesta familiar a la que habría ido con Delia Rodríguez, que en ese momento era una conocida cantante, se encontraba Enrique Pedro Delfino acompañando en el piano a todo concurrente que se animara a cantar.
Martín Alonso fue el hombre gracias al cual se consiguió que la marinería de la zona del Tinto-Odiel se animara a participar en la empresa colombina, asimismo apoyó económicamente el proyecto aportando dinero de su hacienda personal.
No les fue mal, porque los triunfos y la identificación de sus empleados en los torneos empresariales hizo que el joven inversionista arequipeño se animara a fundar oficialmente un club de fútbol, para que participe en la Liga Distrital de Sachaca en Arequipa.
Pedro, si Mendizábal, desde Londres, no le animara a la resistencia ofreciéndole nuevos auxilios.
El temblor de la llama de la lámpara de acetileno hacía jugar una transparencia roja, como si la flor se animara de una botánica vida, que ya estaba quemada por los ácidos y que constituía su alma.
Porque era el soplo germinador que me animara, y sin el cual no hubiera tenido vida.
La confianza que tengo de ti, me excusa el llevarte, que si no fuera esto, me animara a que en mi compañía, empezaras a padecer de nuevo, o ya viéndome a mí cercado de trabajos, o llegando ocasión de morir juntos.
Algo taciturno e inclinado a la melancolía, buscaba seguramente en mí un contraste que lo animara, se divertía mucho con cualquiera de mis ocurrencias, hasta las más tontas, a causa, sin duda, de ese mismo contraste, sin dejar por eso de discutir lo que él llamaba mis «doctrinas» o mis «paradojas».
Gustaba también de hacer largas excursiones por los montes circunvecinos, acompañado únicamente de su pipa y de un garrote, y era preciso que nevara mucho y que las huellas del oso se vieran en las cañadas más próximas, para que él se animara a llevar la escopeta.
El pueblo de Atenas, cuando se construyó el Hecatómpedo, a cuantas acémilas llegó a entender haber concurrido constantemente a los trabajos de la obra, a todas las echó a pacer libres y sueltas, y aun se refiere de una de ellas que por sí misma se bajaba al lugar de la obra, y agregándose a las yuntas que subían los carros al alcázar las ayudaba yendo delante, como si las animara y alentara, por lo que se decretó que hasta que muriese se proveyera de los fondos públicos para su manutención.

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