Ejemplos con anguloso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sus primeras obras delatan influencia de Pieter van Laer, Bamboccio , por su colorido terroso y un dibujo anguloso.
En el municipio de Gizzeria la costa es muy anguloso y forma algunos lagos de agua salobre, conocida por ello como Lagos La Vota, sitio de interés comunitario.
Tallo erecto, anguloso, generalmente muy ramificado en la parte superior.
Remata la zona superior un cornisamiento quebrado de anguloso perfil mixtilíneo.
Tallo derecho, anguloso, ramificado en la parte superior, con las ramas erguido-abiertas.
Era doña Rebeca menuda y nerviosa, de voz estridente y semblante anguloso, fuese hacia Carmencita a pasitos cortos y saltarines, la tomó por ambas manos, y de tal manera la miró, y con tales demasías le apretó en las muñecas finas y redondas, que la pobrecilla rompió en amargo llanto, toda llena de miedo.
Más abajo de la línea de flotación tenía abierta una brecha de anguloso contorno.
Era verde obscura y manaba sangre Así la había visto él otra vez Y se acordó con remordimiento de su puñetazo de Barcelona Luego se partía con un agujero profundo, de contorno anguloso, igual al de una estrella.
Señor, ¿un chocolate? Y el brasileño de tez amarilla y picudas barbillas, enjuto y anguloso, como si el sol ecuatorial hubiese absorbido toda su grasa, saltaba del sillón con galante apresuramiento, como si le fuese en ello la vida:.
En el viaje de regreso hice amistad con otro galeote, llamado de apodo por la desmedida talla de su cuerpo flaco y anguloso.
A través de su belleza en agraz, adivinábase el esqueleto fuerte y anguloso del padre.
Junto a la rampa de bajada estaban los animales de desecho: asnos sin orejas, de pelo sucio y asquerosas pústulas, caballos tristes, cuyo pellejo parecía agujerearse con lo anguloso de la descarnada osamenta, mulas cegatas, con cuello de cigüeña, toda la miseria del mercado, los náufragos del trabajo, que, con el cuero rayado a palos, el estómago contraído y las excoriaciones inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada del contratista de las corridas de toros o del mendigo, que aún sabrían utilizarlos.
La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso: tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar, la frente alta, afeada por cierta depresión hacia las sienes, los labios recios y las facciones salientes y toscas, como de talla mal labrada.
Una figura escueta, un fantasmón anguloso, cuyos brazos se movían en cruz, y en cuyo semblante arrugado y oscuro, brillaban ojos de lince, avanzó hacia el guardia.
Yo mismo, a pesar de mi amor, me parecía extraño a lo más íntimo del cariño que necesitaban los pequeñuelos, mis caricias desmañadas, masculinas, mi regazo anguloso no eran el nido de antes, con el calor y la suavidad de la madre.
anguloso perfil, canosa y con cara de hambre miraba con sus ojuelos.
Su huesosa diestra oprime un grueso bastón en que apoya su cuerpo anguloso, descarnado, de cuyos hombros estrechos arranca el largo cuello que se dobla fláccidamente bajo la pesadumbre de la cabeza redonda y pelada como una bola de billar.
Pero ¡qué viejo, qué encanecido, qué anguloso y encorvado le hallé!.
En todo, era anguloso y huesoso, menos en el genio, muy bonachón, capaz de soportar con alegre resignación los titeos más porfiados y las bromas menos delicadas, y de reírse el primero de ellas, con tantas más ganas cuanto menos las había entendido.
Era un cuartucho, situado al extremo del anguloso pasillo, la cual pieza servía a Polo de comedor durante el verano, por ser lo más fresco de la casa.
Anchoriz, que no había necesitado soñar para tener en la vida muchas veces delante de sí encantadoras y voluptuosas apariciones, dignas del ensueño, en figura de mujeres esbeltas, lozanas, que en traje muy ligero se acercaban a deshora a su lecho de solterón, ahora veía, soñando, delirando tal vez, que de la obscuridad, que la luz de una lamparilla no hacía más que acentuar con un tinte de palidez, surgía un fantasma anguloso, flaco, la muerte con una cofia, figura de danza macabra.
Era anguloso y puntiagudo, usaba sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo don Basilio, y como lo echaba hacia el cogote, parecía que llevaba en la cabeza un telescopio, era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz larga y corva.
Sin dar espacio a más razones metiose por un pasillo anguloso, saludó a una criada, acarició a dos niños que de los aposentos alumbrados y calentitos salían a verla, y por una puerta próxima a la cocina humeante pasó a otro patio más pequeño que el primero, y como aquel, húmedo, tenebroso, atestado de material de derribos, predominando los fragmentos de altares, de púlpitos y demás carpintería eclesiástica.
Flaco y anguloso, tenía su cuerpo, al moverse, ondulaciones reptilescas: aquella mujer no debía abrazar, debía enroscarse.
Era idéntico el corte anguloso de la cara, virilizado por una aguileña nariz, iguales los ojos, de enérgico mirar, firme en uno y en otro el gesto de la boca.
Thenardier era un hombre pequeño, delgado, pálido, anguloso, huesudo, endeble, que parecía enfermizo pero que tenía excelente salud.
El tercer personaje era un pobre hombre, de edad incalculable a la simple vista, anguloso y acartonado, encogido y bisunto.
-Pos haber empezao por ahí -exclamaba momentos después abriendo de par en par la puerta de la venta, en cuyo fondo luminoso destacábase briosamente la figura del viejo, flaco, anguloso, de tez rugosa y acaballada nariz, de mejillas sumidas y ojos enormes y brillantes, abrigada la cabeza por un pañuelo de hierbas, atado sobre la nuca, que mal aprisionaba las greñas blanquísimas que caíanle sobre la rugosísima frente, y luciendo calzón negro de punto que sujetaba en las rodillas con negros y mugrientísimos cordones, calzas de dudosa blancura y tosca urdimbre, enormes zapatos de baqueta, una anchísima faja que cubríale casi desde la ingle al sobaco, camisa del mismo color que las calzas y un chaleco abierto que parecía haber pertenecido a otro dueño de torso menos amplio que el del, por aquel entonces, único representante de la gloriosa dinastía de los imperecederos Garañones.
El hijo subía y la madre no se movía, parecía dispuesta a estorbarle el paso, allí en medio, tiesa, como un fantasma negro, largo y anguloso.
Después no se vio más que el anguloso perfil de Ripamilán, que movía los brazos como las aspas de un molino de muñecas.

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