Ejemplos con alhelí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Castellano: alhelí blanco de Teofrasto, campanilla de Eguiluz, campanilla de primavera, campanilla de verano de la Virgen, campanillas blancas, campanillas de primavera, leucoio de primavera, violeta bulbosa.
El Alhelí del Teide, es una planta herbácea de la familia de las brasicáceas.
Alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como por el i en que acaban, son conocidos por arábigos.
Un nuevo estampido le interrumpió en este punto de su disertación, pero no de la trompeta de Alhelí, sino de la banda del Hospicio, que comenzaba a tocar una tanda de valses.
Una herida de clavel Con un golpe de alhelí.
Los acabados en vocal aguda, forman el plural añadiendo ''es'', como: ''alvalá, alvalaes: borceguí, borceguíes: alhelí, alhelies''.
vio pálido el nenúfar, marchito el alhelí,.
-¡Cuántas veces -le dijo a don Álvaro-, habrás comparado mis mejillas a las rosas, mis labios al alhelí, y mi talle a las azucenas que crecen en ese jardín! ¿Quién pudiera creer entonces que la flor de mi belleza y juventud se marchitaría antes que ellas? ¡Vana soberbia la de los pensamientos humanos!.
Y en verdad que el amigo Alhelí, incapaz de leer en los hombres más adentro de sus pecheras, y aun para eso habían de estar adornadas de brillantes, se hubiera visto y deseado para sacar de aquella tertulia algo que ofrecer en sus crónicas almibaradas a la voracidad distinguida de sus elegantes lectoras.
Como había tan pocas cosas en que distraer la vista, fuera de esta madre Naturaleza de que tanto nos han venido hablando unos y otros, y que, por hermosa que sea, también llega a cansar en un camino tan largo como el que traemos, y en compañía de personas tan divertidas como ese majadero de Alhelí.
En esto crecieron todos los rumores del vapor, revolviéronse los pasajeros, saludaron con los pañuelos los jóvenes de la orilla, que eran cuatro, pitó tres veces el silbato del Pitorra, y rugió otras tres la trompeta de Alhelí en justa correspondencia, rompió a tocar la marcha real la banda del Hospicio, entre estallidos de cohetes y hurras de los mismos señores de la otra vez, cánticos tiernos del magistrado y vocerío de todas clases, púsose al costado del vapor la lancha que había traído éste a remolque, y a la cual habían saltado, antes que los dos marineros que la gobernaban, Fabio López, Pancho Vila, Juanito Romero y Juan Fernández, y comenzó un momento después el trasbordo de los expedicionarios, con asombro de una docena de aldeanos que atisbaban la escena desde el mismo robledal en que estaba la mesa del festín, respetuosamente custodiada por cuatro camareros con mandiles blancos y vestidos negros.
Un elegante, que estaba en el secreto, declaró al concurso que aquello lo había tomado Alhelí de los breaks y mailcoach aristocráticos, que habían dado en usarlo en los desfiles de las carreras.
Era la sorpresa elegante que había prometido Alhelí a sus amigos, Admiráronle éstos y le vieron muchos más, incluso el palentino, sentado en el molinete de proa, con el trompetón arrimado a la boca y los carrillos inflados.
de volver, en suma, a lo de antes, y reaparecieron los chistes de los graciosos, y los discreteos de los agudos, y la algarabía de las mujeres, y volvió Alhelí a hacer de las suyas, con la variante de recitar versos en francés delante de María Casa-Gutiérrez, que hallaba la ocurrencia de un gusto muy distinguido, y hasta un señor, nativo de Salamanca, que era magistrado del Supremo, y por eso llevaba sombrero de copa y levita negra, después de prorrumpir en himnos de admiración, mirando tan pronto a la mar por la boca del puerto, cuyo eje iba cortando el Pitorra entonces, como al fondo interminable de la bahía, rompió a cantar, abriéndose de brazos, con bastón y todo, y enarcando mucho las cejas, aquello de la inmensa llanura del mar.
Sin haberse alejado el Pitorra del embarcadero medio cable todavía, no volvió a subir otro cohete por los aires, y se calló la banda del Hospicio, y volvieron todos los pañuelos a sus bolsillos y todos los sombreros a sus cabezas correspondientes, cesó la gritería de los más locuaces y ardorosos, y hasta el mismo Alhelí puso coto a sus payasadas, y arrimó a un lado el trompetón para desenfundar los gemelos que llevaba en bandolera, los escasos asientos que iban desocupados fueron ocupándose, entró en caja todo el mundo, y sólo quedaron de pie, en el centro del castillo de proa, el duque del Cañaveral, Froilán, Gorgonio y Perico, hablando como los simples mortales, y don Roque, el periodista y Sancho Vargas, que saboreaban en silencio el jugo de sus ocurrencias.
Complaciole de buen grado el aludido, que no le estimaba menos que Pancho Vila, y desaparecieron los tres en las espesuras de aquel lado, mientras la comparsa de Alhelí atropellaba las del opuesto para dirigirse a proa, como una horda de caribes.
Ese es Alhelí, -dijo a Fabio López Juanito Romero que acababa de entrar en el vapor.
Por éstas y semejantes alturas de imaginación andaba el hombre cuando salió de casa aquella mañana, y llegó al muelle de los Pitorras y atravesó el ancho tablero en que hormigueaban invitados y curiosos, y le vio pasar derecho a la escalerilla el almibarado Alhelí, sin que López le viera a él, ni tampoco a persona que le fuera simpática entre las varias que conoció en dos miradas de reojo que lanzó a diestro y a siniestro.
con alguna que otra excepción que no hubiera merecido el pase del superfino Alhelí si se hubiera sometido el punto a su dictamen.

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