Ejemplos con albor

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Desde el albor de la fotografía la gente ha hecho retratos.
Este asunto puede tener algunos visos históricos, desde el fortísimo rechazo a los galos popularmente conocidos como gabachos , hasta hoy en día , los españoles, no sólo los madrileños, aceptaron incluso a un gobernante francés en el albor del siglo XVIII.
La luz de los hachones y luminarias en la oscuridad de la noche recuerda al albor de la Aurora, en un ritual que sintetiza el carácter del fuego como elemento mágico-simbólico y la tradición cristiana de rezo del Rosario.
¡Loor a Allah, el Indulgente y Bondadoso! Me agradaba lo indecible verme solo junto a la mujer cuya blancura me enamoraba, blancor de rostro y manos, albor visible en el cabo de pierna y en los pies medio escondidos en las rojas babuchas bordadas de oro.
Del vago albor que clareaba en las cimas orientales, de las suaves tintas glaucas que todo lo invadían, brotaron lentamente, primero indecisos e indefinibles, luego distintos y bien perfilados, celajes y nubecillas de color de violeta, a través de las cuales vimos que desaparecían las estrellas entre ráfagas de fuego.
¿Y cuál ha de ser este principio, y centro, y soberano móvil de nuestra sensibilidad, sino aquel poder primigenio que, en el albor de cuanto es, aparece meciendo en las tinieblas del caos los elementos de los orbes, y en la raíz de cuanto pasa asiste como impulso inexhausto de apetencia y acción, y en el fondo de cuanto se imagina prevalece como foco perenne de interés y belleza, y más que obra ni instrumento de Dios, es uno con Dios, y siendo fuente de la vida, aun con la muerte mantiene aquellas simpatías misteriosas que hicieron que una idea inmortal los hermanase?.
Y no era burlona aquella sonrisa, sino gozosa, como un deseado albor de esperanza, como el primer reflejo del tardío astro de la felicidad, que ya iba acercándose a su horizonte.
más que el primer albor pura y serena?.
cenit, por donde pasa el plácido albor, que jamás alumbra las hojarascas de.
luchar intenta en vano con el albor del día,.
Procedo en esto como los doctos historiadores de los tiempos heroicos y noto en nuestros días, tratándose de lugares de corta población, lo mismo que sucedía en el albor de la historia, en los siglos dorados y poéticos en que los patriarcas vivieron.
- ¡Asclepigenia de mi corazón! ¡Cuán bella estás! Como el medio día vence al albor de la mañana, tu beldad de hoy vence a la beldad con que hace quince años resplandeciste en Atenas.
Ya la callada luna reclinaba en la tierra su macilenta frente y el primer albor del lucero matutino comenzaba a esclarecer el horizonte, cuando Vericochas, el sacerdote mas anciano del imperio, sin reprimir su llanto, alzó su quebrada voz y se dirigió a su pueblo: «Peruanos, el sublime Dios del día, exclamaba bañado en lloro, rompe las tinieblas de la noche y borda con su púrpura las montañas.
Mi filosofía no es religión que tome al hombre en el albor de la niñez, y con la fe que le infunde, aspire a adueñarse de su vida, eternizando en él la condición de la infancia, como mi madre antes de ser desengañada por su sueño.
Imaginemos a Hipatia en un albor de adolescencia: candorosa alma de invernáculo sobre la cual los ojos habían reflejado tan intensamente la luz que parte de las Ideas increadas y baña la tersa faz de los papiros, como poco y en reducido espacio la luz real que el sol derrama sobre la palpitación de la Naturaleza.
Yo tengo para mí que los más fieles devotos, los más finos y desinteresados amantes con que cuenta la Belleza en el mundo, habían de encontrarse buscándoles dentro de esta legión ignorada y tímida: la de aquellos que llevan en lo hondo del alma, desde el albor de su razón hasta el ocaso de su vida, la predilección ternísima por un arte, que adoran en las obras de otros, sin que acaso hayan osado nunca, ni aun en la intimidad y el secreto, descorrer el velo que oculta los misterios de la iniciación, por más que las voces interiores fiaran, más de una vez, a su alma, que allí estaba su complemento y su vía.
Por eso la leyenda, significativa y pintora, mezcla esta divina fuerza a los orígenes de la invención, al risueño albor de las artes.
Desde muy niño, desde el albor de su vida, de que no tenía sino muy confusas memorias, se había criado en el castillo del terrible don Fruela, poderoso magnate de la montaña.
Pasando este crepúsculo, y su noche, y aproximándose el albor de un nuevo día del espíritu humano, otra real corona ciñe, en Castilla, una frente capaz de infinita suerte de ideas: la del sabio rey de las Partidas.
Es primero un albor.
Pero apenas oí que el representante de la tiranía, la superstición y la ignorancia había dejado de anublar la atmósfera española con su presencia, cuando el amor de mi suelo nativo se desplegó a la luz de la esperanza, como ciertas flores abren su seno al primer albor del día.
¡Loor a Allah, el Indulgente y Bondadoso! Me agradaba lo indecible verme solo junto a la mujer cuya blancura me enamoraba, blancor de rostro y manos, albor visible en el cabo de pierna y en los pies medio escondidos en las rojas babuchas bordadas de oro.
Las paredes relucían con el nítido albor de la cal.
La magnitud de éste daba a las niñas idea vaga de la grandeza de su familia, que era, como puede suponerse, de las más linajudas, y así lo pensaban, pues si en el albor de sus inteligencias creían que todas las casas del pueblo eran como la suya, no tardaron en comprender que la de ellas era, con gran diferencia, mucho mayor que todas, y más bonita por dentro y por fuera.
Y sus naves con mucho silencio y cautela esploraron la costa durante toda la noche, y estuvieron en acecho, y cuando el albor de la mañana apareció en el oriente, dijo D.
El primer albor de la mañana me encontró a la orilla del arrollo, los brazos caídos, y en actitud de desaliento.
Y ambos, aquella noche, dejaron que el sueño les venciese por primera vez, pues durante los diez meses transcurridos, el albor de la mañana los sorprendía entre abrazos, besos y otras cosas semejantes.
Cuando el primer albor de la aurora envió a aquel antro un poco de claridad, volvió el carcelero con orden de dejarle en el mismo calabozo.
En Italia, al contrario, el pueblo aprendió y recitó, en un principio, tercetos de Dante y octavas reales del Ariosto y de otros épicos, y hasta los poetas franciscanos, en el albor del lenguaje y de la literatura, escribieron endecasílabos, de donde pasó el endecasílabo a la poesía popular, o, mejor dicho, vulgar.
Con el primer albor del ochocientos se afirma en Alemania la nueva escuela literaria que con el nombre de Romanticismo nació en las postrimerías del siglo precedente al impulso patriótico de Schlégel y Adam Müller, propagada por el alto poeta místico Novalis y Teck, que, proponiéndose enaltecer la literatura y engrandecer la patria, volvían la vista a los afortunados tiempos-según ellos-de la Edad Media, la época que se dio en llamar romántica, o sea aquel tiempo en que los pueblos germánicos heredaron la ciencia latina que vigorizaron con elementos propios.

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