Ejemplos con ahuyentó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Allí arrasó la Ciudad de Valle, junto a la montaña y después mató o ahuyentó a todos los enanos que se encontraban en el interior de la montaña.
Con un inmenso poder y furia El Vala ahuyentó a Melkor, quien, temeroso abandonó Arda.
Khamûl y otros cuatro Nazgûl encontraron nuevamente a los Hobbits en Amon Sûl, la Cima de los Vientos, pero Aragorn les ahuyentó.
La niña estaba a punto de abandonar la granja cuando su madre ahuyentó a Fish.
Su cuerpo nunca fue encontrado, pero se sabe que se evitó que lo mutilaran, porque una compañía de Elfos Silvanos de Thranduil, ahuyentó a los orcos que habían quedado al borde del río.
Desde las lueñes playas de la América virgen volvió el de Luzmela los ojos al pajarraco agorero, y le ahuyentó de un manotazo en el aire con enojo violento, en seguida buscó la mirada de la niña y encontró en ella una singular expresión dolorosa, como sólo recordaba haberla visto igual en los ojos de otra criatura: de aquella triste pecadora que murió del dolor de haber pecado.
El breve sueño ahuyentó de su cabeza los vapores vinosos, y al poco rato nos hablaba de estirar las piernas y sacudir la galbana con un paseíto por el Arsenal.
En la calle, el intenso frío no ahuyentó a los desocupados que se recrean viendo el entrar y salir de personajes.
Ha subido majestuosamente el astro radiante, bebiendo a traguitos el rocío, con sus rayos, ahuyentó las tinieblas, y en ellas arrolló a las alimañas errantes que entre ellas viven, vergonzosas y dañinas, espantó las pesadillas, el frío, la muerte en acecho.
Virgen dijo Tecuatlanopeuh, esto es, “la que tuvo origen de la cumbre de las peñas” o Tecuantlaxopeuh, “la que ahuyentó o apartó á los que nos comían”.
Díjose por aquellos tiempos singulares que los delfines asolaban la procelosa costa cantábrica, pero nuestros mayores se querellaron en regla de los atrevidos cetáceos, y, seguido el juicio en toda regla, recayó la salvadora censura que los ahuyentó por completo de nuestros mares, sucediendo lo mismo que cuando la plaga de los ratones en la anterior centuria.
La tendencia de los españoles a establecerse en la Costa ahuyentó de esta región a los aborígenes a tal punto que se carecía de brazos para el trabajo.
El breve sueño ahuyentó de su cabeza los vapores vinosos, y al poco rato nos hablaba de estirar las piernas y sacudir la galbana con un paseíto por el Arsenal.
y él ahuyentó impasible con valeroso pecho.
Cuando los cisnes llegaban a él, el niño dio un manotazo, tomó el panecillo, ahuyentó a los cisnes y se levantó.
Tal fue Acilio, que en el combate naval de Marsella, acometiendo a un barco enemigo, perdió de un sablazo la mano derecha, pero no soltó de la izquierda el escudo, y, antes, hiriendo con él en la cara a los enemigos, los ahuyentó a todos y se apoderó del barco.
Llegando, pues, Antígono a temer por él no le hiciera alguna violencia, primero hizo publicar que nadie se le acercase, y aun ahuyentó con piedras a los que concurrían, al fin cogió entre sus brazos a Éumenes, y haciendo que sus guardias retirasen a la muchedumbre, con gran trabajo pudo ponerle en seguridad.
Fue después de esto enviado Sornacio, con diez cohortes, a hacer acopio de víveres, y viéndose perseguido por Menandro, uno de los legados del rey, le hizo frente, y trabando combate, ahuyentó a los enemigos, causándoles grandísimo daño.
Pegó éste con el que tenía a la espalda y le ahuyentó con todos los demás que le seguían.
Timoleón, pues, luego que entendió lo sucedido, corrió en su auxilio, y oponiendo el escudo del rendido Timófanes, acosado con los dardos y con los golpes que de cerca se dirigían contra su cuerpo y contra las armas, ahuyentó, no sin gran trabajo, a los enemigos y salvó al hermano.
Los pastores continuaban tras él, y ya se iba a rendir, reventando de cansancio y ensangrentadas sus manos y su cara con el roce de los espinos, cuando acudió en su auxilio un hombre que armado de escopeta, andaba por allí de caza, y que ahuyentó a los pastores, amenazándoles con una perdigonada si no se volvían pies atrás.
-Pero ¿quién los ahuyentó, Juan? -preguntó don Pedro.

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