Ejemplos con aferrándose

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Volvimos a nuestros sitios, estos Reinos,pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas,con una gente extraña aferrándose a sus dioses.
Mientras el barco se sumergía, Riquelme, que atendía la artillería de popa, preparó un cañón y aferrándose a la borda disparó el último cañonazo del combate.
Los territorios montañosos lejanos a la costa siguieron aferrándose tenazmente a sus antiguos lenguajes, costumbres y formas de vida.
En toda Europa particularmente en las areas rurales los paganos rehusaron aceptar el cambio aferrándose tenazmente a sus antiguas creencias.
Finalmente desestimó la opción de los gallegos aferrándose a una factible ayuda inglesa.
Pero, ¿y si fuera verdad, María?tornó a decir Elvira, aferrándose a su idea.
La mano izquierda de Paz, cuando recibía de la derecha una nueva onza o doblón, se cerraba, apretando los robustos dedos y aferrándose sobre el oro con la firmeza y el ajuste de una máquina.
Y aferrándose con la mano al reborde de su ventana, se dejó caer desde el primer piso, que afortunadamente no era elevado, sin hacerse ningún rasguño.
Verificado esto, Alcibíades, que no tenía genio de estarse quieto, y que se hallaba resentido de los Lacedemonios, porque, no haciendo cuenta de él y mirándole con desdén, se manifestaban adictos a Nicias, se propuso desde luego minar la paz, y aunque por entonces nada pudo adelantar, como de allí a poco no se mostrasen ya los Lacedemonios tan complacientes con los Atenienses, y antes pareciese que empezaban a hacerles agravios en haber formado alianza con los Beocios y no haber entregado en pie las ciudades de Panacto y Anfípolis, aferrándose en estas causas procuraba acalorar al pueblo, haciéndoselas presentes a toda hora.
Los esforzados y valientes, muriendo al lado del rey, y cayendo unos sobre otros, eran estorbo para el alcance, aferrándose aún en esta disposición a los hombres y a los caballos.
-¡El verdugo de Lille, el verdugo de Lille! - exclamó Milady presa de un terror insensato y aferrándose con las manos al muro para no caer.
Iban y venían aquellos hombres de las «torbas» a la boca del pozo y de la boca del pozo a las «torbas», sin descanso, pataleando sobre el cieno, contrayendo los músculos, aferrándose a las vagonetas para no resbalar, echando hacia atrás las cabezas para absorber el aire, mezclando sus jadeos de bestia al chirriar de los ejes, el trepidar de los vehículos al choque de las piedras en viaje.
Aferrándose con las manos convulsas a los barrotes de la cama, mordiendo las sábanas para amordazar ayes, contrayendo fieramente los músculos para avivar el lanzamiento, a obscuras, sin ruido, buceando con los ojos la sombra, en criminal que realiza un atentado, no en madre que cumple un ministerio augusto, esperó el último dolor, el desgarramiento postrero.
La mano izquierda de Paz, cuando recibía de la derecha una nueva onza o doblón, se cerraba, apretando los robustos dedos y aferrándose sobre el oro con la firmeza y el ajuste de una máquina.
Luego, aferrándose a mis cuadriles, alzó sus.
Y Joseíto no se hizo repetir la orden, y momentos después trepaba, aferrándose, a los salientes del ruinoso muro, con los tallos de las flores en la boca, de donde momentos después tomábalas Lola murmurando con casi infantil alborozo:.
-¿Eso dijo? -preguntóle Rosario, aferrándose con ambas manos a los hierros de la reja y sonriéndole con toda el alma en los ojos al señor Paco el Pegote.
No obstante sus propósitos de no hablar con nadie, ni inquirir noticias ningunas referentes a la muerte del Manga, aferrándose como un náufrago a una tabla, a la esperanza de que aquella hubiese sido un farol del Meriñaque, aquella noche, al toparse con el señor Cayetano el Ortigosa, chalán jubilado que vivía de lo que le rentaba su hija Rosalía, ocho arrobas de carnes frescas, olorosas y juveniles, que olía a tomillo hasta en las canículas, amigo de Joselito, ¡con el cual habíalo visto varias veces jugarse al dominó la convidada, al toparse con él -repetimos- en el hondilón del Cañaverde, acercándose a la misma mesa junto a la cual aquél dormitaba con el codo sobre el tablero.
Y aferrándose a este sutil rayo de esperanza dio tregua a sus inquietudes y volvió a reanudar el remolque, vigilando ansioso la marcha de las chalupas, especialmente la más cercana arrimada a la costa, en la que vio, de pronto, agitar una banderita roja.
Alimentaban a sus hijos, alegraban su cautividad con gorjeos, o aferrándose a los barrotes, batían contra ellos sus alas y mordían con sus picos el mimbre.

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