Ejemplos con adusto

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Son célebres en este pórtico las figuras de San Jorge y San Teodoro, en las que contrasta el aspecto anciano y adusto del primero con el rostro joven y bello del segundo.
Arguedas lo iba a ver y lo admiraba: El Coliseo todo es dominado por la voz, por la intención ardiente, siempre ardiente y sincera con que la bellísima voz del Jilguero trae al ambiente, ya estremecido, la imagen del mundo cíclopeo pero no tan adusto, no tan bravío del Callejón de Huaylas.
Es un verso muy útil por lo descriptivo, apto para el paisajismo, pero con apenas uso en la lírica, para la que es considerado más adusto.
San Pedro, de adusto gesto se le identifica fácilmente pues posee la ornamentación de plata que da a saber de su pontificado, esto es, la tiara, las llaves, los pescados y el báculo.
Su rostro se animaba con la expresión más afable o con el gesto más adusto según el juicio que le merecían las personas o las cosas de que trataba.
Es su seriedad propia, su traje adusto, lo que le da esa apariencia melancólicarespondió el médico.
Su tío era de carácter adusto y los trabajadores tan rudos que no era posible conversar con ellos de nada placentero.
Con el adusto artífice hablé lo preciso para formular mi pregunta, mas sólo obtuve una respuesta rotundamente negativa: ignoraba quién era el tal David Montero.
De buen grado les acompañé a la calle de San Blas, y, enterado yo del asunto, entablamos negociaciones con el adusto usurero, gastando los tres enorme dosis de paciencia y saliva para persuadirle de que le proponíamos un buen negocio.
Al verla salir, tomé una actitud de dignidad severa, sin desplegar los labios ni alterar mi adusto entrecejo.
Habló Ortega cuanto quiso, y leyó un escrito largo ante el adusto Tribunal, mas no pudo obtener clemencia, y fue condenado a morir, tremendo fallo que espeluzna.
De carácter adusto y seco, y de pocas palabras, solía tener en algunas ocasiones chispazos de gracejo.
Extendía sus piernas con la complacencia del que se ve un momento en libertad, acostumbrado a todas horas a imponerse con el ceño adusto de la dominación.
La atmósfera intelectual creada por tales artistas y poetas, de los cuales unos eran ya muertos y otros aún vivían, fue el ambiente que comenzó a respirar Diego Velázquez, quien casi niño salió de poder de Herrera, adusto y regañón, original e intransigente, que dibujaba con cañas quemadas y pintaba con enormes brochas, y fue a parar a la escuela de un hombre bondadoso, apacible, imitador de los italianos, cuya morada debía de ser academia donde prevalecía el gusto clásico, fruto de la más pulcra ilustración, pero al fin clasicismo de reflejo.
Acaso no cuadraban con el carácter de Andrés, grave, formal, modesto, casi adusto, ciertas genialidades y ligerezas del mío.
Enfrente el retrato del abuelito, el abuelo que muy grave y seriote parecía desarrugar el adusto ceño para sonreir a su nieto.
En vano tenía ya acostumbrados los oídos al grosero lenguaje usado en lo interior del teatro y a las frases soeces con que algunos gomosos la perseguían, su mirada severa y su ceno adusto ponían a todo el mundo a raya, pero ahora, obligada a circular por entre bastidores de aquel modo, ¿cómo evitar las bromas insolentes, los dicharachos lascivos? Y luego, al salir a escena, ¡cómo caerían sobre su cuerpo las miradas! ¡Qué vergüenza! En cambio, no se reirían de ella, cual les acontecía a algunas de sus compañeras que tenían los brazos flacos, las piernas torcidas, las caderas desconcertadas y el escote huesoso.
El rostro del caballero es noble y adusto, y el de ella plácido y hermoso como el amor en paz.
Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa, pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su mortificación libre salida, dando desahogo a su pena, arrojaba con desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados, recogía como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas.
Rascose la cabeza, frunció el adusto ceño y con lengua cada vez más torpe, prosiguió así:.
Es que allí existía, guardado con singular esmero, un traje que Elías le había comprado algunos años antes, cuando era menos adusto y gruñón.
Pero bien pronto su terror se trocó en sorpresa al ver que, lejos de mostrarse indignado el viejo por haberle visto en compañía de los frenéticos de la , estaba un poco menos adusto que de ordinario, y hasta llegó a manifestar cierta benevolencia, que era en él cosa muy rara.
Por fuegos, secretos de ardor gran lugar adusto,.
Casi todos los Valcárcel eran buenos mozos, aunque no tanto como el abuelo heroico, esbeltos, pero de palabra tarda, ceño adusto, voz ronca, trato oscuro y orgullosos sin disimulo, distinguíanse también por su apego exagerado a la capa, cuyo uso era excusado la mayor parte del año en los poblachones bajos, templados y húmedos, donde solían buscar novias.
Sereno era, y hasta chancero y zumbón, pero no sin tartamudear más de tres veces, ni sin hacer por cada palabra una salvedad, llegó Gedeón a exponer su tesis al asombrado y adusto tribunal.
No es alto ni bajo, ni adusto ni risueño: tiene el cuerpo y la fisonomía, y hasta el olor, que tienen siempre los vicios inveterados y la falta absoluta de vergüenza.
sobre las limpias aras, el sacerdote adusto.
Peláez señaló a su compañero, que era un buen mozo, moreno, de cejas muy pobladas, ceño adusto, ojos de color de avellana que echaban fuego, boca grande, orejas puntiagudas, cuello muy robusto y abultada nuez.
Antonio miró adusto a Maricucha, era aquélla la vez primera en que la muchacha declarábase tan franca y rudamente en rebeldía, además, en sus ojos entristecidos se reflejaba su decisión.
Llegaban al adusto comedor de los Peñalbas ecos estridentes de carcajadas, regocijadas voces de cantantes desafinadores, murmullo confuso de estrépito humano.

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