Ejemplos con admonición

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La letra es una admonición a una persona que desea abandonar su vida por el estilo de vida del rock and roll:
El relato termina con la admonición del personaje hacia sí mismo de ser más prudente con los conjuros, para no verse separado de la Tierra y del tiempo que le es presente.
La Antigua Continuación Francesa de Guillermo de Tiro de mediados del siglo XIII afirmaba que las madres árabes amenazaban a sus desobedientes hijos con la admonición: El rey Ricardo te atrapará.
Por ejemplo, una admonición ética a amar a tu vecino no solamente se encuentra en contraste, sino también en contradicción, con un vecino armado que intenta asesinarte: de ser exitoso, entonces, uno no es capaz de amarlo.
Y el Belcebuth parlamentario devolvía la admonición con este zarpazo y coletazo de tente tieso: Mi enmienda abraza dos partes: primera, que los españoles tengan libertad de profesar cualquier religión, segunda, que estén en libertad de no tener ninguna.
Creí leer en su mirada fija esta terminante admonición: Callemos.
A mi sinceridad correspondió Su Eminencia poniendo en su admonición un cierto aroma de tolerancia, que del fondo de su pensamiento a la superficie de sus palabras severas trascendía.
Algo más quiso decir Eufrasia, ampliando sus referencias y queriendo echar de sí la responsabilidad que en la difusión de ellas pudiera caberle, pero Doña Leandra, con vivo gesto, le puso en la boca la mano huesuda y en el oído esta terrible admonición:.
Quise preguntarle si le había confesado algo del crimen que se le imputaba, y me detuve ante esa interrogación tremenda, por un movimiento propio y una admonición discreta del sacerdote, que sin duda conoció mi intención y me dijo: -Queda preparándose.
Ni sospeché nunca que pudiera merecer correctivo ni admonición.
A mi sinceridad correspondió Su Eminencia poniendo en su admonición un cierto aroma de tolerancia, que del fondo de su pensamiento a la superficie de sus palabras severas trascendía.
Creí leer en su mirada fija esta terminante admonición: «Callemos.
Dulce cuidó de que el inquieto animal no lastimara el brazo enfermo, para lo cual le dirigió una admonición muy expresiva y graciosa.
La fuerza de esa admonición es poderosa tratándose del flaco de espíritu, que no nació para sentir el peso de otra autoridad que la que se le impone de afuera y se contiene en una fórmula encumbrada sobre el tímido vuelo de su razón.
su palabra, dominadora y, sugestiva, como una admonición y un.
Apoyaba esta admonición, de una.

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