Ejemplos con acordaos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Acordaos de su capacidad para saltar.
Ahora, pues, ya que sin ceder nada lo queréis todo para vosotros, tomad al punto la vuelta a casa, y acordaos de decir a la Grecia que ella quiere pasar el año sin gozar de la primavera.
-¡Infelices! exclamó Leonor interrumpiéndoles: ¿por qué os entregáis a vanas ilusiones? ¡Blanca! acordaos del duque de Castromerín, y vos, señor caballero, no echéis en olvido al conde de Pimentel.
-Soy vuestro preso, pero acordaos que soy noble, y mi familia poderosa.
-Virgen María, benditísima Señora, pues soy tan afortunada que os he tenido en mi casa, acordaos de mí y de toda ella, y en particular de mis hijos.
-¿Traça es? Pues, acordaos si, viniendo de Salamanca vos y Serrano con determinación a ello, os le hallastes en el camino en una quinta suya, y por aquí entenderéys lo demás.
Vos me bolved, os ruego, al que de antes de mi sentíades, y acordaos que a ser verdad lo que la señora Ysabel escrivió, me huviera aprovechado de una gargantilla de diamantes que vos me dávades y yo no quise recebir: que mandándome lo que fuere justo y a mi honra estuviere bien, soy muy vuestra servidora.
Acordaos de vuestra promesa.
Políticos que habéis firmado sabias leyes, ministros que con un meneo de rúbrica lleváis diariamente la felicidad al corazón de vuestros amigos, negociantes que autorizáis un crédito, notarios que dais fe, poetas que conmovéis la muchedumbre, jurisconsultos que lucháis por el derecho, médicos que curáis, y periodistas que escribís y amantes que fatigáis el correo, acordaos de D.
¡Acordaos de que sois el conde de Santos!.
Acordaos del hijo pródigo.
-Señora Coquenard - dijo Porthos-, acordaos de la primera carta que me escribisteis y que conservo grabada en mi memoria.
Acordaos cuando gritó: «¡Largaos, D'Artagnan! Me han cogido».
Entonces Sila, apeándose del caballo y tomando una insignia, corrió por entre los que huían contra los enemigos, diciendo a voces: “A mí me es glorioso ¡oh Romanos! morir en este sitio, vosotros, a los que os pregunten dónde abandonasteis a vuestro general, acordaos de responderles que en Orcómeno.
» Y dicho esto, dio orden a uno de sus criados que de allí en adelante, al irse a sentar a la mesa, siempre por tres veces se repitiera este aviso: Señor, acordaos de los atenienses.
Acordaos de que cada visita cuesta un duro.
Acordaos que soys debdores de la salud.
¡O mis ojos! Acordaos cómo fuistes causa e puerta, por donde fue mi coraçón llagado, e que aquel es visto fazer daño, que da la causa.
¡Hombres de la edad de Acuario! ¡Hombres del siglo XXI! Hombres del siglo XXX, permaneced firmes en la luz, acordaos que los hombres del siglo XX, fueron unos bárbaros, y que todos ellos perecieron y fueron castigados por sus maldades.
Acordaos de que sacó vivo del sepulcro a Lázaro, y no arrojéis de vuestro seno la esperanza que, como vos misma decíais en una solemne ocasión, es una virtud divina.
-¡Yo!, en nada, creedlo, y acordaos de lo que os respondí cuando vinisteis a rogarme que pidiese a la joven para vos, jamás contribuyo a ningún matrimonio, es un principio del que nunca me aparto.
-Id -dijo el conde-, id, amigo querido, pero si encontráis algún obstáculo, acordaos que puedo algo en este mundo, y que sería dichoso si pudiese ser útil a las personas que amo como a vos, Morrel.
-Barrois va a acompañaros hasta la puerta, y ahora acordaos de una cosa, y es que mi abuelo os encarga no deis ningún paso que pudiera comprometer nuestra dicha.
-Acordaos de las siete vacas gordas y las siete flacas.
-¡Ah!, acordaos, conde, que me acabáis de enseñar cómo se zafa uno de las cosas desagradables.
-Acordaos de una cosa, y es que, en pequeñas dosis, es un remedio, en grandes dosis, un veneno.
acordaos de los antiguos romanos en el circo, de las cazas en que se mataban trescientos leones y un centenar de hombres.
Acordaos de que no tenemos otro fin más que cumplir dignamente la última voluntad de nuestro amigo.
Acordaos de mí y pensad que en estas tierras tan lejanas de las vuestras, hay muchos españoles que tienen el común sentimiento defensivo.
Acordaos que nuestro padre Dióscoro y nuestra madre Aquilina nunca tuvieron miedo.

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