Ejemplos con aceitoso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A pesar se ser un alimento frito, si se cocina correctamente no es un producto que sea demasiado aceitoso.
Esta especie tiene plumaje que parece más negro y más aceitoso que el del estornino común.
Algunos de los aceites pueden ser lavados de la cara utilizando desengrasante, no jabón aceitoso como el detergente de suciedad media y un ventilador podría proporcionar algún alivio.
El pelo de los adultos nilgos es delgada y aceitoso, pero la piel es gruesa en el pecho y el cuello de los machos.
En estado puro, es un líquido aceitoso incoloro con olor a almendras, en contacto con el aire rápidamente pasa a amarillo.
También otras leyendas señalan a la verbena como protector contra vampiros: se mezcla en una infusión, guardándola cerca de uno, y usando un extracto aceitoso para cada baño.
Sanders encuentra el residuo aceitoso en la escalera.
Servir caliente y recién frito a los comensales, no conviene esperar ni un minuto, ya que el huevo frito queda de otra forma aceitoso y la yema empieza a cuajar.
Tiene una textura fina y parece aceitoso a la vista y al tacto, y soporta el desgaste y la exposición al agua.
El incendio consumió unas sillas de plástico que estaban almacenadas en la iglesia en ese momento, y el humo aceitoso que éstas produjeron fue especialmente dañino para el edificio, cubriendo su interior con una capa pegajosa y negruzca.
Sin embargo si pasa por encima de algún bote, lo hara en forma de arco y su cuerpo aceitoso empezara a chorrear su negra sustancia.
Las bacterias del hierro a menudo producen un mal sabor en el agua a menudo descrito como pútrido, aceitoso o petróleo o vegetación podrida.
A lo largo de los tomos que componen la colección de Boogie el Aceitoso, Fontanarrosa nos muestra sus cambios físicos y de actitud.
El ácido fulmínico, el cual es obtenido tratando con ácidos las sales llamadas fulminatos, es un liquido aceitoso cuyo olor es muy similar al del ácido prúsico, es muy explosivo, y los vapores que produce son tóxicos al mismo grado que los del ácido prúsico.
Hasta el rosarino Roberto Fontanarrosa dio a conocer las aventuras de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso a través de las páginas de la revista.
Endosperma con almidón y proteináceo, a veces aceitoso.
El travieso quedó frente a su pareja, moza arrogante y fea, de rudas manos, pelo aceitoso y cara negra, que le llevaba de estatura casi toda la cabeza.
Eran cabezas morenas o verdosas con grandes ojos de dramática expresión, vírgenes cobrizas con el pelo brillante y aceitoso partido por una raya que iba ensanchando cada vez más la rudeza del peine.
Un marinero se acercó a la borda y miró el mar aceitoso.
Las hembras árabes, morenas y huesosas, iban casi desnudas bajo sus barones rayados, las gruesas napolitanas, de cabello revuelto y ojos de brasa, devolvían al corpiño con tranquilo impudor las saltonas exuberancias surgidas al desabrocharse, las castellanas angulosas de pelo aceitoso y retinto, peinadas como vírgenes prerrafaelistas, cubrían prontamente su brazo con triples forros y se alejaban ruborizadas, moviendo la corta y bailarinesca balumba de sus zagalejos trasudados.
La anaquelería, de madera vieja, atestada de cajas, sobre el mostrador telas y más telas extendidas sin compasión hasta barrer el suelo, dependientes con el pelo aceitoso y las brillantes tijeras asomando por la abertura del bolsillo, y mujeres discutiendo con ellos, como si estuvieran en el centro del Mercado, abrumándolos con irritantes exigencias.
Un desfile de más de cien imágenes con sus correspondientes cofradías y asilos, más de un millar de cabezas que pasaban por debajo de los balcones con la raya partida y el pelo aceitoso o rizado.
En torno, gente que pasaba mirándoles de reojo y barruntando trapicheo, algún chico parado, con los libros sujetos entre las piernas, ocupados dientes y manos en el aceitoso buñuelo, al fondo, los soportales de la Plaza esfumados en la neblina temprana, las mulas del tranvía despidiendo del cuerpo nubes de vaho, la atmósfera húmeda, impregnada del olor al café que un mancebo tostaba ante una tienda, el ambiente sucio, como si en él se condensaran los soeces ternos y tacos de los carreteros, las piedras resbaladizas, y en el centro del jardinillo, descollando sobre un macizo de arbustos amoratados por los hielos, la estatua del pobre Felipe III, con el cetro y los bigotes acaramelados por la escarcha.
Más aceitoso que una biela, se corre de un punto a otro con tal eficacia de elasticidad, que allí donde haya alguien a quien festejar o adular allí tropezaréis con su sonrisa amplia, ojos encandilados y sonrientes, y manos beatíficamente cruzadas sobre el pecho.
Moreno, alto, fornido, los ojos muy negros, los dientes muy blancos, los labios muy rojos, la piel de ese moreno dorado que dejaba ver circular la sangre bajo ella, y el cabello aceitoso y ondulado no tuvo para ella ni devociones románticas, ni abnegaciones, ni aún respetos.
Un marinero se acercó a la borda y miró el mar aceitoso.
Cuatro jívaros guiaron a Cumandá por entre un laberinto de árboles, alumbrando el camino con hachas de esparto aceitoso que resisten a la lluvia.
Más allá, está el oleaja de los que van y vienen, parejas de enamorados, hermanos y hermanas, grupos de caballeritos irreprochables, todo en la confusión de los rostros, de las miradas, de los colorines, de los vestidos, de las capotas, resaltando a veces en el fondo negro y aceitoso de los elegantes sombreros de copa, una cara blanca de mujer, un sombrero de paja adornado de colibríes de cintas o de plumas, o el inflado globo rojo, de goma, que pendiente de un hilo lleva un niño risueño, de medias azules, zapatos charolados y holgado cuello a la marinera.
Además de los representantes del sexo viril, no el mas débil dejaba de tener allí representación valiosísima, y sentadas, acá y acullá también, sobre el mal empedrado suelo, lucían sus haraposas vestiduras de colores, si vivos un tiempo, ya un tantico apagados por antiguas suciedades, los semblantes renegridos, algunos de gracioso perfil y ojos magníficos, los pies descalzos y el principio de la pantorrilla curtidos por la intemperie y el pelo sucio y aceitoso, cayéndole sobre la nuca en enorme castaña, engalanado con alguna flor de tallo larguísimo y de perfumado broche.
Asi equipado pasaba por frente al huerto de la siñá Tona, aquella pequeña alqueria blanca con las ventanas azules, siempre en el mismo momento que se abria su puerta para dar paso a Toneta, fresca, recién levantada, con el peinado aceitoso y llevando con garbo las dos enormes cestas en que yacian revueltas las flores mezclando la humedad de sus pétalos.

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