Ejemplos con abuelos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para los Febrer era todo cuanto arrojaban en el inmediato muelle las galeras de alto castillo, las cocas de pesado casco, las ligeras fustas, las saetías, panfiles, rampines, tafureas y demás embarcaciones de la época, y en el inmenso salón columnario de la Lonja, junto a los fustes salomónicos que se perdían en la penumbra de las bóvedas, sus abuelos recibían como reyes a los navegantes de Oriente, que llegaban con anchos zaragüelles y birrete carmesí, a los patronos genoveses y provenzales, con su capotillo rematado por frailuna capucha, a los valerosos capitanes de la isla, cubiertos con la roja barretina catalana.
Él era igual a este palacio, imponente y vacío caparazón que en otros tiempos había guardado la gloria y la riqueza de sus abuelos.
Sus poderosos abuelos habían edificado para gigantes.
En fin, que él amortajó a Doña Armanda, y entre él y yo la velamos, y al amanecer ¡zas! tren especial y a Bretaña con el cuerpo en un ataúd de palo santo fileteado de plata: al castillote de qué sé yo qué, a enterrar con sus padres, abuelos y tatarabuelos a la pobre señora.
Siento la misma satisfacción que los nobles hablando de sus ascendientes, cuando pienso en nuestros remotísimos abuelos los hombres bestias, sometidos como todos los animales a los ciegos rigores de la Naturaleza, y que poco a poco, a través de centenares de siglos, se transforman y triunfan, desarrollando su espíritu, su cerebro y sus instintos sociales.
¿Cómo comparar al hombre de hoy con el animal bípedo de la época prehistórica, llevando aún visibles los restos de la animalidad de que acababa de despojarse, viviendo en camaradería con sus abuelos los monos, sin más diferencia que el primer balbuceo del lenguaje y la vacilante chispa que comenzaba a arder en su cerebro?.
¿Cómo haceros entender la inmensidad del mundo? No creeréis, como creían nuestros abuelos, que la Tierra está inmóvil y es plana, y que el cielo es una cúpula de cristal donde Dios hincó las estrellas como clavos de oro y pasea el sol y la luna para iluminarnos.
Así cultivaban mis abuelos y así debo hacerlo yo.
No pongas ese gesto, óyeme con calma, no te muevas como un autómata a impulsos de los mismos hilos que movieron a nuestros abuelos y tatarabuelos.
Sólo quería ser jardinero, morir en el claustro alto, como sus abuelos, y dejar nuevos Luna que perpetuasen los servicios de la familia en la catedral.
Sólo que unos Luna le tomaron gusto a matar moros, y fueron señores y conquistaron castillos, y otros, mis abuelos, quedaron al servicio de la catedral, como fervorosos cristianos que eran.
¿Por qué no eran suyos los campos? Todos sus abuelos habían dejado la vida entre aquellos terrones, estaban regados con el sudor da la familia, si no fuese por ellos, por los , estarían las tierras tan despobladas como la orilla del mar.
Toda la sangre de sus abuelos estaba allí.
Comer, beber, dormir y retratar a todo bicho viviente que cruzaba ante la magnífica lente de su cámara oscura eran las útiles tareas que llenaban y aun hacían rebosar la vida de aquel ilustre prócer, a cuyos abuelos cabía tanta parte en las gloriosas empresas de la antigua España.
La democracia optimista y sana consiste, sin duda, en creer que la mejor educación desde la primera infancia, el buen ejemplo y nombre de padres y abuelos, la obligación de no deshonrar ni deslustrar este buen nombre y el vivir en medio más urbano y culto, deben ser escuela e incentivo eficaz para ser virtuosos o discretos, o seductores, o dignos o todo a la vez.
Hoy se tiene horror a lo que es rico y vistoso, los señores visten como los criados, todos van de obscuro, como sacristanes, el chaleco, que es la prenda que da majestad a la persona y pregona su clase, es de la misma tela que los pantalones, ya no se ostenta sobre el vientre el terciopelo floreado, aquellas rayas de cien colores que tanto golpe daban en mi juventud, y hasta los labradores se encajan la blusa y el hongo, como asistentes, y se ríen cuando sacan del fondo del arca el chupetín de raso de sus abuelos, la faja de seda y el pañuelo de flores, que tanto lucían en los bailes de la huerta.
¡Qué ha de pasar! Si a sus hijos todo los alarma, todo paso adelante o atrás los inquieta, y ni por la gloria celestial,que es cuanto hay que ofrecer,fijarían un clavo fuera del sitio en que le fijaron sus abuelos.
En Villaverde nadie paga, ni aunque le ahorquen, más de lo que pagaron sus abuelos, allá en los tiempos felices del estanco del tabaco, época venturosa para mi querida ciudad, lo mismo que para Pluviosilla, su vecina afortunada y próspera.
Mis abuelos le recogieron no sé dónde, le dieron crianza, nombre y carrera, y todos le creían hermano de mis tías.
Al llegar Juanito al barrio de las Escuelas Pías entró en una calle estrecha donde estaba el caserón de sus abuelos, una interminable fachada pintada de azul claro, en la cual, corrió por compasión, rasgaban el grueso muro algunos balcones y ventanas, a gran distancia unos de otros.
Ya no hay moreras en la huerta, en las barracas se ha perdido la memoria de las cosechas de capullo, y ha muerto una industria industria no, un arte que nosotros, aunque cristianos viejos, heredamos directa y legítimamente de nuestros abuelos los moros.
¿Dónde están los tejidos de pura seda que un puñal no podía atravesar? ¿Dónde los terciopelos que pasaban de abuelos a nietos, como si acabasen de salir de la tienda? Aquello acabó, y ahora sólo queda la sedería de Lyón, mírame y no me toques , algodón malo, géneros que no duran un año, porquerías con las que van tan orgullosas estas señoritas del día.
Él te protegerá como te han protegido sus abuelos y su padre.
Dice Pedroexplicó la señoritaque estuvo ahí la cadena con que tenían sujeto sus abuelos a un negro esclavo.
El primero es que en la carta que llaman dedicatoria, que ha de ser breve y sucinta, muy de propósito y espacio, ya llevados de la verdad o de la lisonja, se dilatan en ella en traerle a la memoria, no solo las hazañas de sus padres y abuelos, sino las de todos sus parientes, amigos y bienhechores.
Con este aplauso de los que le conocian y no conocian, llegó el niño a la edad de siete años, en la cual ya sabia leer latin y romance, y escribir formada y muy buena letra, porque la intencion de sus abuelos era hacerle virtuoso y sabio, ya que no le podian hacer rico: como si la sabiduría y la virtud no fuesen las riquezas sobre quien no tienen jurisdiccion los ladrones ni la que llaman fortuna.
Esta voz corrió de boca en boca hasta que llegó a los oidos de sus abuelos y de su encubierta madre, los cuales, certificados bien del caso, como desatinados y locos salieron a buscar a su querido, y por ser tan conocido y tan principal el caballero que le habia llevado, muchos de los que encontraron les dijeron su casa, a la cual llegaron a tiempo que ya estaba el niño en poder del cirujano.
Admirados quedaron de tanta cristiandad los abuelos, pero la madre quedó mas admirada, porque habiendo con las nuevas del cirujano sosegádose algun tanto su alborotado espíritu, miró atentamente el aposento donde su hijo estaba, y claramente por muchas señales conoció que aquella era la estancia donde se habia dado fin a su honra y principio a su desventura, y aunque no estaba adornada de los damascos que entónces tenia, conoció la disposicion della, vió la ventana de la reja que caia al jardin, y por estar cerrada a causa del herido, preguntó si aquella ventana respondia a algun jardin.
Vióse Rodolfo a sí mismo en el espejo del rostro de su hijo, lloraron sus cuatro abuelos de gusto, no quedó rincon en toda la casa que no fuese visitado del júbilo, del contento y de la alegría, y aunque la noche volaba con sus lijeras y negras alas, le parecia a Rodolfo que iba y caminaba no con alas, sino con muletas: tan grande era el deseo de verse a solas con su querida esposa.
¡Ojalá que como tú me entiendes, me entendiesen aquellos por quien lo digo! que no sé qué tengo de buen natural, que me pesa infinito cuando veo que un caballero se hace chocarrero y se precia que sabe jugar los cubiletes y las agallas, y que no hay quien como él sepa bailar la chacona: un caballero conozco yo que se alababa que a ruegos de un sacristan habia cortado de papel treinta y dos flores para poner en un monumento sobre paños negros, y destas cortaduras hizo tanto caudal, que así llevaba a sus amigos a verlas, como si los llevara a ver las banderas y despojos de enemigos, que sobre la sepultura de sus padres y abuelos estaban puestas.

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