Ejemplos con aborrecibles

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En este sentido El día de mi suerte disecciona hábilmente una realidad no tan lejana a la nuestra y perfila personajes variados, entrañables y aborrecibles, como los que conocemos diariamente.
-Según eso, ¿tú crees que les durará la libertad, y que esa alegría, de que habla la muy bribona, será eterna? ¿Crees que se pueda vivir en ese salvajismo, sin que les salgan mil calamidades, la miseria, la envidia y las malas voluntades de los pueblos, y acaben por hacerse aborrecibles el uno al otro, y maldecir la hora en que se juntaron violando.
, y puede luego tronar con la conquista y, por último, decir a su complaciente auxiliar que se quede con los muebles, que él no sabe dónde guardar, o acaso se le hayan hecho aborrecibles por el recuerdo de quien se los hizo pagar.
Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía aborrecibles a Virgilio y a Cicerón.
Salvador no dejó de hacer la prueba, pero bien pronto aquel displicente espíritu crítico de que antes hablamos le hizo aborrecibles las redacciones, como le hizo aborrecibles más tarde las logias, los clubs y la política.
-El Malo no presenta jamás a nuestros ojos cosas aborrecibles ni repugnantes, sino antes bien hermosas, odoríferas, o gratas al paladar, al olfato, al oído y al tacto.
-Aquellas celdas en fila, con los números sobre la puerta, aquella uniformidad de camas, de colchas, de sillas y jergones, aquel hormigueo de gentes en los interminables corredores, gentes de todas edades, procedencias y cataduras, gentes que no se conocen ni se hablan, aquellos camareros brutales, impasibles, con el eterno mandil ceñido y el sucio lienzo en la mano, como verdasca de loquero o toalla de practicante, aquel gemir en un cuarto, reír en el otro y cantar en el de más allá, o hablar aquí en francés, en griego allí, y en un rincón de negocios, en otro de literatura, y de amor en el más oscuro, aquella campana que recorre patios y pasadizos, llamando a comer cosas que el huésped no ha pedido y no sabe si le gustarán, en una mesa muy larga y entre gentes que se enfilan en ella como mulos en pesebrera, y como éstos, sin chistar ni sonreír, engullen, el rechinar de las cerraduras por la noche al meterse cada cual en su madriguera, el ruido acompasado del huésped que se va, o del que llega a las dos de la mañana, como el ruido de los pasos del centinela en el patio de un presidio, o de los hombres que sacan un cadáver de la cama de un hospital para llevarle al cementerio, y, por último, el marcharse uno sin despedirse, como entró sin saludar, porque el amo es allí una entidad, como el Municipio o el Estado en los hospitales, en los manicomios y en las cárceles, detalles son, con otros muchos más, en concepto de Gedeón, tan aplicables a la fisonomía de una fonda como a las de esos lugares aborrecibles y aborrecidos.
Pero así como a los unos los hace aborrecibles, y aun intratables, esta enfadosa afectación, que todos los cuerdos la silban, así a otros los hace singulares el no querer serlo y menos parecerlo.
plausibles cuan aborrecibles aquéllos.
Las bellas emociones estériles que el arte despierta en nosotros son aborrecibles a sus ojos, y ese horrible ideal social domina con su tiranía tan por completo a las gentes, que con el mayor descaro se acercan a uno en exposiciones privadas y en pú¬blicos, preguntando con voz estentórea: ¿Qué está usted haciendo?, la única pregunta que debiera estarle permitida a un ser civilizado es: ¿Qué piensa usted? Las intenciones de esas personas tan ejemplares, son buenas, sin duda.
Oniox sólo era un titiri-tero de planes aborrecibles.
quedó encinta y tuvo dos mellizos aborrecibles: un vampiro y una lechuza.
Complacíase, pues, en pensar que las cadenas que le habían ligado a aquellos días aborrecibles se hallaban ya rotas, y que, como el humo, se habían disipado ya tantos lazos de inútil sujeción con que pretendieran retenerle para siempre en el aislamiento más cruel.
La hermana de don Elías, la de la bocaza sepulcral, sentada a mi lado, me hacía cucamonas aborrecibles, empezando por destapar un soperón ciclópeo, y echarme en el plato una cascada de tallarines humeantes y calientes como plomo derretido.
La segunda de esas aborrecibles castas es el viejo calavera, planta como la caña, hueca y árida con hojas verdes.

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