Ejemplos con abismada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En él soñaba, en él se libertaba de la realidad, el rey legendario, en él sus miradas se volvía a lo interior y se bruñían en la meditación sus pensamientos como las guijas lavadas por la espuma, en él se desplegaban sobre su noble frente las blancas alas de Psiquis Y luego, cuando la muerte vino a recordarle que él no había sido sino un huésped más en su palacio, la impenetrable estancia quedó clausurada y muda para siempre, para siempre abismada en su reposo infinito, nadie la profanó jamás, porque nadie hubiera osado poner la planta irreverente allí donde el viejo rey quiso estar solo con sus sueños y aislado en la última Thule de su alma.
Iban donde va la gente que no quiere gastar dinero, y se les veía por el pretil del río, camino de Monte-Olivete, los dos jóvenes delante, hablando tranquilamente, mientras se acariciaban con la mirada, y detrás Micaela, con aire de inconsciente, abismada en el crepúsculo eterno que la envolvía y levantando la cabeza, sin sentir la menor molestia por los rayos del sol que se quebraban en sus ojazos hermosos y muertos.
Valentín, Doña Blanca quedó sola en la alcoba, abismada, sin duda, en sus hondos y amargos pensamientos, y Clara y Lucía, casi al oído la una de la otra, hablaron así:.
Negose a tomar todo alimento, y hasta reprendió a su mujer por creerla menos abismada que él en las profundidades del dolor.
Y como ella, abismada toda entera en su dolor y en su vergüenza, vuelta de espaldas, encogida, la cara oculta entre las manos, continuara derramando copiosas lagrimas:.
Tal vez no llega nunca, y la obra que pudo ser gloriosa queda abismada y perdida para siempre.
Negose a tomar todo alimento, y hasta reprendió a su mujer por creerla menos abismada que él en las profundidades del dolor.
-¡Era de usted! -repitió abismada la chilena.
Arrimada a la lumbre, que no conseguía entibiar el granizo de sus yertos pies y sus amoratadas manos, abismada, encogida, revolviendo en la cabeza, no planes -¿qué planes cabían allí?-, sino ideas incoherentes, Rosario esperaba.
Oyó la misa, abismada en una profunda meditación interior, y como entre sueños veía el altar, la multitud de rodillas y por encima de ella las expresivas fisonomías de los estudiantes, quienes queriendo hacerse notar de Sara volvían a la mirada a cada momento hacia donde ella estaba.
Así pues, se pasaba horas enteras cruzando las aguas del lago, unas veces contemplando sus orillas con una especie de arrobo, otras siguiendo con la vista las bandadas de lavancos que nadaban a lo lejos en ordenados escuadrones, y casi siempre abismada en sus propios pensamientos.
Doña Beatriz, oprimida por ella y quebrantada por el esfuerzo que acababa de hacer, se mantuvo taciturna y abismada en sus dolorosas reflexiones.
Y al llegar aquí la candorosa Luz con sus comparaciones mentales, se quedó abismada en el mayor de los asombros.
«¡Esa mujer!» Acababa de portarse con ella como un juez severo e inexorable, la había condenado a muerte, y ella, ella, aterrorizada, llena de remordimientos, abismada con el oprobio que acababa de causarle con la elocuencia de su intachable virtud, pobre mujer débil e indefensa contra un poder absoluto y supremo, se preparaba acaso a morir en aquellos instantes.
Fue en seguida a ver a su madre, que desde el acontecimiento del día anterior no salía de su cuarto ni permitía entrar a nadie, hallóla en cama, abismada por el dolor de aquella pública humillación.
Hela allí postrada al pie del tosco altar de piedra, fijos los ojos en la santa imagen, murmurando una amorosa plegaria, y el alma abismada en la contemplación de una dicha sin fin.
-Caballero -respondió Franz-, no es éste el momento más oportuno para la señorita Valentina, abismada como está en su dolor, para pensar en la boda.
Ana callaba, meditando las palabras del confesor, recogida, seria, abismada en sus reflexiones.
Y andando, andando, con la mente abismada en tan santas cavilaciones, mi capa no parecía.
Los tres caminan sin decirse una palabra: tío Nardo, con las más visibles muestras de indiferencia, su mujer abismada, como siempre, en su pena, y mirando, al través de sus lágrimas, el barco fatal que espera a su hijo meciéndose sobre las aguas a una milla del Muelle.
¡Oh! ¿Qué es este tiempo sin medida, pro indiviso, sin cronómetro, sin día ni noche, sin sol, luna ni estrellas? ¡Es el caos, es la nada con un solo ser, como mi pobre espíritu, abismada en el eterno vacío!.

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