Ejemplos con égloga

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la primera égloga cuentan cómo Adonis, en montería, encuentra a Venus dormida en una gruta.
Como afirma en su Égloga tercera,.
En la famosa égloga IV, se canta la llegada de un niño que traerá una nueva edad dorada a Roma.
Una escritora anónima peruana, Amarilis, llamó Belardo a Lope de Vega en su célebre Epístola de Amarilis para Belardo, porque Lope solía incluir a un heterónimo Belardo personaje en sus comedias y sus romances pastoriles, pues desde Virgilio existía la tradición en la égloga y la novela pastoril de que los pastores representasen a personajes reales.
Es autor de una égloga a la muerte de Isabel de Urbina, esposa de Lope, incluida en La Filomena del Fénix.
La estampa de cortexu, una adaptación endoculturadora del idilio y la égloga en el XIX asturiano.
Luís de Silva, capitán de Tangier, mientras que el desengañado Christovão contó su historia en muchas de sus poesías, y en especial en la égloga Chrisfal.
Y también, en distintas ocasiones, la égloga , la elegía , y otras.
Al llegar, pues, los floridos días de San Isidro, halláronse los novios en pleno éxtasis de amor sin nubes, de candorosa égloga y de idílico arrullo.
¡El campo, el monte, el río, la cabaña! No es sólo la égloga lo que en tan amplios términos se encuentra, sino también el poema inmenso de la lucha por el vivir con mayores esfuerzos aquí que en las ciudades, y el cuadro integral de nuestra raza, más enlazada con la Historia que con la Civilización, enorme cantera de virtudes y de rutinas que componen el ser inmenso de esta nacionalidad.
La de este sonaba entonces en el registro del caramillo pastoril y parecía convidar a la égloga con su gorjeo cariñoso.
El obispo echó muchos latines, y todos echaron latines, incluso Pepet que también había aprendido sus latines sin saber lo que querían decir, y el órgano seguía cantando como una endecha tierna y dulce, semejante a canción de amores o al acordado ritmo de flautas pastoriles en las soñadas praderas de la égloga.
Si quieren ustedes formarse cabal idea de los transportes de esos felices amantes, lean la primera égloga o idilio pastoril que les caiga a mano.
la égloga que sueñan los campos subjetivos.
En la égloga tercera de Virgilio, Menalcas propone, por enigma, a Palemón, cuál es la flor que lleva escrito un nombre augusto.
Tiénese en una égloga por vicio.
Adoptándola en nuestra literatura, podría decirse que tiene: -de la égloga, la sencillez, -de la leyenda, el calor, -de los romances antiguos, la melancolía, -y de los cantos populares, el espíritu.
La gran pasión de la Provenzalli era la égloga representada.
En el principio el mundo era una égloga inmensa, todos los humanos eran pastores o zagalas, según el sexo, vestidos decentemente y adornados con cintas y galones de oro y plata, como en el teatro.
Leí las Geórgicas de Virgilio, leí a Columela y con mayor encanto leí, devoré, el libro de Catón el Antiguo, De re rustica, que me enseñaba la bucólica de la avaricia, la égloga del interés.
Se acuerda cualquiera, al contemplarle en tales momentos, de Gil Blas, de don Pablos, de maese Pedro, de Patricio Rigüelta, pero como este último, todos esos personajes con un tinte aldeano que hace de esta mezcla algo digno de la égloga picaresca, si hubiere tal género.
¡Es muy posible que un poeta de Ceuta, si los hay allí, que sí debe haberlos, le dedique una égloga virgiliana!.
Si él era el tipo de la gentileza varonil y rústica, ella era el modelo correcto de la zagala ideal de la égloga realista.
Así en Francia, la nueva escuela significó tanto como libertad y naturalidad antes que todo, las modernas teorías llegaban a romper todas las conveniencias clásicas, las reglas, los moldes, las trabas que tenían atenazada a aquella literatura falsa y decadente de égloga e idilio de abanico.
Una vez dominado el hombre por el susodicho espiritualismo, aborrece la vida rústica y el idilio y la égloga.
Cuando Virgilio, xxxx inspirado por los antiguos versos de la Sibila, por la esperanza general entre todas las gentes de que había de venir un Salvador, y tal vez por alguna noticia que tuvo de los profetas hebreos, vaticinó con más ó menos vaguedad, en su famosa égloga IV, la redención del mundo, todavía le pareció que esta redención no había de ser instantánea, por muy milagrosa que fuese, y así es que dijo: suberunt priscæ vestigia fraudis: quedarán no pocos restos de las pasadas tunanterías y miserias.
No era más que gazpacho lo que, según Virgilio, en la segunda Égloga, preparaba Testilis para agasajo y refrigerio de los fatigados segadores:.
-Pase, pues, lo de la amenidad, lo de la hermosura y hasta la sublimidad y la elocuencia de este escenario que le encanta y maravilla, pero ¿y los actores que le acompañan a usted en la égloga perenne de su vivir? ¿Qué me dice usted de ellos.
«Allá -me decía-, la llanura abierta, los campos amenos, el sol radiante, los frutos, las flores, la égloga, el idilio de la vida, aquí, la bravura salvaje, la lobreguez de los abismos, el silencio mortal de los páramos, la inclemencia de la soledad, allí, el hombre, rey y señor de la tierra fértil, aquí, siervo infeliz, sabandija miserable de sus riscos escarpados y de sus moles infecundas.
Pues bien: supongamos ahora que yo hubiera tenido ingenio bastante para componer un libro de leyendas poéticas y edificantes, llenas de madres resabidas y sentimentales, de padres eruditos y elocuentes, y de hijos galanes, trovadores y sensibles como los pastores de la ''Galatea'', quiero imaginarme que, al pintar el concejo de mi tierra, hubiera arrojado de él al tío ''Merlín'', y puesto por tema de discusión, en vez del que allí se ventiló bajo la impresión de una suspicacia casi estúpida y de una malicia lamentable, tal cual égloga de Virgilio o artículo del ''Código Penal'', como para una asamblea de académicos escrupulosos o de sabios legisladores, supongamos que, en lugar de exhibir a la familia del tío ''Nardo'' vendiendo hasta las tejas para ''echar a América'' al niño ''Andrés'' con la esperanza de verle tornar un día rico e influyente, sin hacerse cargo de los infinitos ambiciosos montañeses que han perecido hambrientos y abandonados en aquellas regiones, hubiera pintado un indiano poderoso en cada casa, arrojando sin cesar talegas de onzas por la ventana y atando los perros con longaniza, supongamos también que, en vez del sencillo mayorazgo ''Seturas'', hubiera presentado un patriarca venerable explicando, bajo los bardales de una calleja, las maravillas de la botánica y de la astronomía, deteniéndose extáticos, ante la majestad de su palabra, los tardos bueyes, los fieles canes y los rizados borregos, supóngase asimismo que, en lugar de admitir como base del carácter del campesino montañés el puntillo y la suspicacia, causa de tantos males en este país, donde todos los días es una verdad el ''paso'' de ''Las Aceitunas'' del buen Lope de Rueda le hubiese poblado de hombres infalibles y longánimos, sin más tribunales que el de la penitencia, ni otras leyes que las del Decálogo, supongamos, además, que, en lugar de ''Cafetera'' y de la nuera del tío ''Bolina'', y de otros personajes ''ejusdem farinae'' que andan por el libro, hubiera presentado algo parecido a los marineritos que bailan en el teatro la ''tarantela napolitana'', y a las bateleras del ''demimonde'' en las regatas del Sena, supongamos, en fin, que yo hubiera sido capaz de crear un país y un paisanaje con todos los primores que caben en la naturaleza y en la humanidad, y de sacar a la plaza pública esa creación con el título de ''Escenas Montañesas'': ¿qué hubieran dicho entonces de ella esos mismos señores a quienes dedico estas líneas? De fijo: «Hombre, esto es muy bueno sin duda, pero tiene tanto de montañés como nosotros de turcos.

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