Definición de quiritario

Acepciones de Quiritario

Categoría gramatical: adjetivo masculino
Categorías gramaticales de quiritario explicadas

  1. De los ciudadanos de la antigua capital romana..

Ejemplos con la palabra Quiritario

Y siguiendo su costumbre, al exponer sus argumentos para demostrar las ventajas del préstamo con hipoteca, llamaba a los contratantes A y B. «El prestamista B, la hipoteca H, el predio C...». Así hablaba don Casto, que odiaba los personalismos, y no veía en la parte contraria jamás un ser vivo, un semejante, sino una letra, elemento de una fórmula que había que eliminar. Doña Berta, que a fuerza de administrar muchos años sus intereses había adquirido cierta experiencia y alguna malicia, se veía como una mosca metida en la red de la araña, pero le importaba poco. D. Casto insistía en querer engañarla, en hacerla ver que no perdía a Susacasa necesariamente en las combinaciones que él la proponía, ella fingió que caía en la trampa, comprendió que de aquella aventura salía Pumariega dueño de los dominios de Rondaliego, pero en eso precisamente consistía el sacrificio, a eso iba ella, a que la crucificara aquel sayón. Y decidido esto, lo que la tenía anhelante, pendiente de los labios del judío, obsequioso, hasta adulador y servil, era... la cantidad, los miles de duros que había de entregarle el ratón del campo. Al fijar números D. Casto, doña Berta sintió que el corazón le saltaba de alegría, el usurero ofrecía mucho más de lo que ella podía esperar, no creía que sus dominios mermados y empobrecidos pudieran responder de tantos miles de duros. Cuando Pumariega salía de Posadorio, Sabelona y el casero, que le ayudaban a montar mirándole de reojo, le vieron sonreír como siempre, pero además los ojuelos le echaban chispas que atravesaban los cristales de las gafas. Poco después, en una altura que dominaba a Zaornín, don Casto se detuvo y dio vuelta al caballo para contemplar el perímetro y el buen aspecto de sus nuevas posesiones. Siempre llamaba él posesión, por falsa modestia, a lo que sabía hacer suyo con todas las áncoras y garras del dominio quiritario que le facilitaban el papel sellado y los libros del Registro. Tres días después estaba Pumariega otra vez en Posadorio acompañado del nuevo notario, obra suya, y de varios testigos y peritos, todos sus deudores. No fue cosa tan sencilla y breve como doña Berta deseaba, y se había figurado, dejar toda la lana a merced de las frías tijeras del Sr. Pumariega, este quería seguridades de mil géneros y aturdir a la parte contraria, a fuerza de ceremonias y complicaciones legales. A lo único que se opuso con toda energía doña Berta fue a personarse en la capital del concejo. Eso no, ella no quería moverse de Susacasa... hasta el día de salir a tomar el tren de Madrid. Todo se arregló, en fin, y doña Berta vio el momento de tener en su cofrecillo de secretos antiguos los miles de duros que le prestaba el usurero. Bien comprendía ella que para siempre jamás se despedía de Posadorio, del Aren, de todo... ¿Cómo iba a pagar nunca aquel dineral que le entregaban? ¿Cómo había de pagar siquiera, si vivía algunos años, los intereses? Podría haber un milagro. Sólo así. Si el milagro venía, Susacasa seguiría siendo suyo, y siempre era una ventaja esta esperanza, o por lo menos un consuelo. Sí, todo lo perdía. Pero el caso era pagar las deudas de su hijo, comprar el cuadro... y después morir de hambre si era necesario. ¿Y Sabelona? D. Casto había dado a entender bien claramente que él necesitaba garantías para la seguridad de su hipoteca mediante la vigilancia de un diligentísimo padre de familia sobre los bienes en que la dicha hipoteca consistía, él no tenía inconveniente en que el casero siguiera en la casería por ahora, pero en cuanto a las llaves de Posadorio y al cuidado del palacio y sus dependencias... prefería que corriesen de su propia cuenta. De modo que Sabelona no podía quedar en Posadorio. El ama vaciló antes de proponerla llevársela consigo, era cuestión de gastos, había que hacer economías, mermar lo menos posible su caudal, que ella no sabía si podría alcanzar a la deuda y al precio del cuadro, todo gasto de que se pudiese prescindir, había que suprimirlo. Sabelona era una boca más, un huésped más, un viajero más. Doble gasto casi. Con todo, prometiéndose ahorrar este dispendio en el regalo de su propia persona, doña Berta propuso a la criada llevarla a Madrid consigo.
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Errores ortográficos comunes para quiritario

Palabras que derivan de quiritario


Quiritarias, Quiritaria, Quiritarios

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Palabras más comunes que riman con quiritario


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