Definición de oblígate

Acepciones de Oblígate como conjugación de obligar

Categoría gramatical: verbo transitivo, verbo pronominal, imperativo singular de obligar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de oblígate explicados

  1. Atar, ligar, precisar, mover eficazmente a alguna cosa, aunque sea repugnante al gusto y genio del que la ha de ejecutar.
  2. Adquirirse y atraerse la voluntad o benevolencia de otros con beneficios o agasajos, para tenerle propicio cuando le necesitare.
  3. Hacer que alguien haga algo utilizando la fuerza o la autoridad.
  4. Ejercer violencia o presión contra una persona para obtener algo.
  5. Hacer que una persona realice una cosa usando para ello la fuerza o la voluntad. hacer fuerza [en una cosa] para conseguir un efecto. lograr que alguien haga algo por autoridad o por la fuerza
  6. Ganar la voluntad de una persona con beneficios u obsequios. sujetar [los bienes] al cumplimiento de prestaciones exigibles.

Ejemplos con la palabra Oblígate

Oblígate tú desde luego a navegar con nosotros y a estipular juntamente con tus compañeros, bajo la fe del juramento, que los samios están prontos a ser nuestros aliados.
Y ahora eres recibido en tutela y guarda de la fortuna, pero de la que ve, la cual, con el resplandor de su luz, alumbra a todos los otros dioses, y que se conforme con este tu hábito cándido y blanco, acompaña la pompa y procesión de esta diosa que te salvó con pasos alegres, porque lo vean los herejes y vean y reconozcan su error, he aquí, Lucio, librado de las primeras tribulaciones, se goza con la providencia de la gran diosa y triunfa con vencimiento de su fortuna, y por que seas más seguro y mejor guardado, da tu nombre a esta santa milicia y religión, a la cual en otro tiempo no fueras rogado ni llamado como ahora, así, que oblígate ahora al servicio de nuestra religión, y por tu voluntad toma el yugo de este ministerio, porque cuando comenzares a servir a esta diosa, entonces tú sentirás mucho más el fruto de tu libertad.
X. Callaban después los demás persas, sin que nadie osase proferir un sentimiento contrario al parecer propuesto, cuando Artabano, hijo de Histaspes y tío paterno de Jerjes, fiado en este vínculo tan estrecho, habló en los siguientes términos: —«Señor, en una consulta en que no se propongan dictámenes varios y aun entre sí opuestos, no queda al arbitrio medio de elegir el mejor, sino que es preciso seguir el único que se dio, sólo queda lugar a la elección cuando son diversos los pareceres. Sucede en esto lo que en el oro: si una pieza se mira de por sí, no acertamos a decir si es oro puro, pero si la miramos al lado de otra del mismo metal, decidimos luego cuál es el más fino. Bien presente tengo lo que dije a Darío, vuestro padre y hermano mío, que no convenía hacer la guerra a los escitas, hombres que no tienen morada fija ni ciudad edificada. Mi buen hermano, muy confiado en que iba a domar a los escitas nómadas, no siguió mi consejo, y lo que sacó de la jornada fue volver atrás, después de perdida mucha y buena tropa de la que llevaba. Vos, señor, vais a emprender ahora la guerra contra unos hombres que en valor son muy otros que los escitas, y que por mar y por tierra se dice no tener otros que les igualen. Debo deciros, a fuerza de quien soy, lo que puede temerse de su bravura. Decís que, construido un puente sobre el Helesponto, queréis conducir el ejército por la Europa hacia la Grecia, pero reflexionad, señor, que pues los griegos tienen fama de valientes, pudiera suceder fuésemos por ellos derrotados, o bien por mar, o bien por tierra, o bien por entrambas partes. No lo digo de ligero, que bien nos lo da a conocer la experiencia, pues que solos los atenienses derrotaron un ejército tan numeroso como el que, conducido por Datis y Artafernes entró en el Ática. Peligra, pues, que no tengamos éxito ni por tierra ni por mar. Y ¿cuál no sería nuestra fatalidad, señor, si acometiéndonos, con sus galeras y victoriosos en una batalla naval se fuesen al Helesponto y allí nos cortasen el puente? Este peligro, ni yo lo imagino sin razón, ni lo finjo en mi fantasía, sino que este es el caso en que por poco no nos vimos perdidos cuando vuestro padre, hecho un puente sobre el Bósforo tracio y otro sobre el Danubio, pasó el ejército contra los escitas. Entonces fue cuando ellos no perdonaron diligencia alguna, empeñándose con los jonios, a cuya custodia se había confiado el puente del Danubio, para que se nos cortase el paso con deshacerlo. Y en efecto, si Histieo, señor de Mileto, siguiera el parecer de los otros, o no se opusiera a todos con el suyo, allí se acabara el imperio de los persas. Y ¿quién no se horroriza sólo de oírque la salud de toda la monarquía llegó a depender de la voluntad y arbitrio de un hombre sólo? No queráis, pues, ahora, ya que no os fuerza a ello necesidad alguna, poner en consulta si será del caso arriesgarnos a un peligro tan grande como este. Mejor haréis en seguir mi parecer, que es el de despachar ahora, sin tomar ningún acuerdo, este congreso, y después, cuando a vos os pareciere, echando bien, la cuenta a vuestras solas, podéis mandarnos aquello que mejor os cuadre. No hallo cosa más recomendable que una resolución bien deliberada, la cual, aun cuando experimente alguna contrariedad no por eso deja de ser sana y buena igualmente, síguese tan sólo que pudo más la fortuna que la razón. Pero si ayuda la fortuna al que tomó una resolución imprudente, lo que logra éste es dar con un buen hallazgo, sin que deje por ello de ser verdad que fue mala su resolución. ¿No echáis de ver, por otra parte, cómo fulmina Dios contra los brutos descomunales a quienes no deja ensoberbecer, y de los pequeños no pasa cuidado? ¿No echáis de ver tampoco, cómo lanza sus rayos contra las grandes fábricas y elevados árboles? Ello es que suele y se complace Dios en abatir lo encumbrado, y a este modo suele quedar deshecho un grande ejército por otro pequeño, siempre que ofendido Dios y mirándolo da mal ojo, le infunde miedo o truena sobre su cabeza, accidentes todos que vienen a dar con él miserablemente en el suelo. No permite Dios que nadie se encumbre en su competencia: él sólo es grande de suyo, él sólo quiere parecerlo. Vuelvo al punto y repito que una consulta precipitada lleva consigo el desacierto, del cual suelen nacer grandes males, y que al revés un consejo cuerdo y maduro contiene mil provechos, los cuales por más que desde luego no salten a los ojos, los toca después uno con las manos a su tiempo. Este es, señor, en resolución mi consejo. Pero tú, Mardonio mío, buen hijo de Gobrias, créeme y déjate ya de desatinar contra los griegos, que no merecen que los trates con tanto desprecio. Tú con esas calumnias y patrañas incitas al rey a la expedición, y todo tu empeño, a lo que parece, está en que se verifique. Esto no va bien, ningún medio más indigno que el de la calumnia en que dos son los injuriadores y uno el injuriado: injuriador es el que la trama, porque acusa al que no está presente, injuriador asimismo el que te da crédito antes de tenerla bien averiguada. El acusado en ausencia, ese es el injuriado, así por el que le delata reo, como por el que le cree convicto sobre la fe del enemigo. ¿Para qué más razones? Hagamos aquí una propuesta, si tan indispensable sé nos pinta la guerra contra esos hombres. Pidamos al rey que se quiera quedar en palacio entre los persas. Escoge tú las tropas persianas que quieras, y con un ejército cuan grande le escojas, haz la expedición que pretendes. Aquí están mis hijos, ofrece tú los tuyos, y hagamos la siguiente apuesta: si fuere el que pretendes el éxito de la jornada, convengo en que mates a mis hijos y a mí después de ellos, pero si fuere el que yo pronostico, oblígate tú a que los tuyos pasen por lo mismo, y con ellos tú también si vuelves vivo de la expedición. Si no quisieres aceptar el partido y de todas maneras salieres con tu pretensión de conducir las tropas contra la Grecia, desde ahora para entonces digo que alguno de los que por acá quedaren oirá contar de ti, oh Mardonio, que después de una gran derrota de los persas nacida de tu ambición, has sido arrastrado y comido de los perros y aves de rapiña, o en algún campo de los atenienses, o cuando no, de los lacedemonios, si no es que antes de llegar allá te salga la muerte al camino, para que aprendas por el hecho contra qué hombres aconsejas al rey que haga la guerra.»
Ver ejemplos de oraciones con la palabra oblígate

Errores ortográficos comunes para oblígate

Palabras más comunes que riman con oblígate


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Palabras que riman con oblígate


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