Definición de mochó

Acepciones de Mochó como conjugación de mochar

Categoría gramatical: verbo transitivo, 3ª persona singular del pretérito perfecto de indicativo de mochar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de mochó explicados

  1. Remover por cirugía una parte del cuerpo, especialmente una extremidad.
  2. Dar golpes con la cabeza o los cuernos..

Ejemplos con la palabra Mochó

Primitivo Larriera lleva cincuenta y tantos años mirando atardeceres. Sólo por excepción ha perdido algunos, con el chala en una punta de la boca para que no estorbe el paso de cuento, interjección o suspiro, siempre lo agarra el crepúsculo. Ha visto ponientes de todo pelo, desde el tímido otoño, cuando la tarde palidece y se dentra con una vinchita punzona, hasta el majestuoso tramonto estival, donde el día muere a lo varón, como esquilador herido entre vellones que salpica de sangre. No se acostumbra a ellos. En su niñez les temía. Cuando adolescente le anunciaron la hora del locro y, ya novio, la del adiós. En la madurez aprovechaba el flechillal del poniente para pastorear recuerdos que la oración convertía en estrellas. Hoy, cincuentón, el tramonto le sorprende con miedo, hambre, malicia y melancolía, todo a un tiempo. Se niega a envejecer. Regaló la tropilla de sus recuerdos, porque todos porfiaban hacia la querencia. Desea seguir adelante. Le duele acampar en lo vivido. Su melancolía no es sonaja llorona de lazo tendido sobre el anca. Nace del pucho de porvenir, de lo que espera aún, del camino que presume demasiado corto... Está más muchacho que nunca, lleno de disparates y arrepentimientos. Reverdece. Es flor todavía. Flor de zapallo. No sirve para adornar la trenza de ninguna romántica, pero cualquier china seria, formal, de su casa, si la cultiva y deja que la flor se haga carne dulce, puede alimentarse con ella. Como es natural, Larriera ya no habla más que a los estómagos. Mas éstos mantienen el corazón, según se ha dicho. He ahí cómo la emoción tardía de Primitivo llega por las cocinas a las tranqueras. Tenía una cocinera moza, apagada y bonitilla. La mantuvo con palabras y sueldo. Era ambiciosa la peona: quiso llevar el fogón a la sala. Larriera se opuso. Entonces ella resolvió ofenderse. A poco, su agravio se hizo venganza y ésta tuvo bigotes, ojos castaños y poncho calamaco. Se parecía mucho a Julián Arroyo, peón de la estancia. Una noche, Primitivo vio a la venganza entrar agachado en la alcoba de la cocinera. ¿El galán pretendía pasar por lobizón? La estancia vieja había tenido una familia de ellos. Al más audaz Larriera le sorprendió con un cuero de oveja en la bolsa. Deshizo la nidada sin dejar un solo huevo. Seguro estaba de haber acabado con aquellos pájaros. Por eso, tranquilo, sin ningún santiguao, pero armado de positivo garrote, entró en el dormitorio de Robustiana. De un palo por poco deja seca el Arroyo aquél, y esa misma noche, la cocinera, llorosa, abandonaba el establecimiento. Primitivo no creía en duendes ni en arrepentidas. La experiencia le movió a medicinar al derrengado peón. Consideraba con dolor viejo, que en lances de brujerías el varón es el menos culpable, aun cuando la vanidad suele asegurarle lo contrario. Por eso le curó con gusto de unto sin sal. En su concepto, Arroyo había saldado la deuda. El puso el garrote, el otro el costillar: estaban a mano. Cuando, ya restablecido, Julián pidió su cuenta para marcharse, él se opuso. Su rival continúa en las casas. Robustiana fue puesta fuera de ley. Al irse dejó dos vacíos: la olla y el capricho del patrón. Primitivo se apresuró a rellenar el primer hueco. Llamó a Pirincho, su ahijado, entenado o hijo, de lo cual ni él mismo está muy seguro, y le mandó al rancho de los ingleses. Llama así a una familia de negros que poblaron en la orilla del campo. Una morena con ojos de pascuas y trompa de viernes santo, se encargó de la cocina. El segundo agujero dejado por la peona, quedó sin rellenar. Quien cuenta medio siglo de feo y un año de viudo, no dispone, por lo común, de otro camino sentimental que el de las segundas nupcias. Primitivo contaba con ése y con alguno que otro campo traviesa. No quiere volver a casarse y el feo de Robustiana le quitó su afición por los atajos. Resolvió poner nudo a las diabluras. Aprovechó esa llave falsa para cerrar el último capítulo de su novela. Tiene páginas felices en el libro y páginas amargas... Casi todas sus heroínas son del tiempo en que las mujeres usaban una trenza y una palabra y faltaban a ella como ahora, pero con más recato. Para pasar de una hoja a otra, humedeció los dedos a veces en lágrimas y a veces en sangre. En una se detuvo a releer hasta que la aprendió de memoria. Casó. Y luego, cuando se aburría, que en su opinión era casi enviudar, inició nuevos episodios que su consorte llenaba de puntos suspensivos. En eso continuó hasta que Robustiana le mochó los puones. Por su culpa, Primitivo ha soltado sin bozal su caballo de ancas. Desde que la moza se fue, atardece junto con la tarde. Pita para tener una estrella, suspira y duda. Hoy ni siquiera fuma. Hace rato que la tarde se apagó y su pucho también. Allá arriba empiezan a desparramarse sus luces. En la vía láctea queda el grueso del rodeo, pero las siete cabritas han hecho punta y cuatro tordillas se alejan en cruz hacia el sur. Primitivo no las costea. Ni siquiera las mira, y de todo esto tiene la culpa el correo que a las seis llegó con carta de Robustiana. Larriera deja el patio, entra en el comedor donde Pirincho desde hace una hora espera para escribir al dictado la contestación, y vuelve a leer la misiva:
Ver ejemplos de oraciones con la palabra mochó

Errores ortográficos comunes para mochó


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