Definición de domeñó

Acepciones de Domeñó como conjugación de domeñar

Categoría gramatical: verbo transitivo, 3ª persona singular del pretérito perfecto de indicativo de domeñar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de domeñó explicados

  1. Someter o dominar
  2. Someter, reducir a la obediencia..

Ejemplos con la palabra Domeñó

Tiene en Roma un templo, también con dos puertas, a las que llaman puertas de la guerra, porque es de ley que estén abiertas cuando hay guerra, y que se cierren hecha la paz: cosa difícil y pocas veces vista, habiendo tenido siempre el gobierno que atender a alguna guerra para contener a las naciones bárbaras que de todas partes le rodeaban. Sólo se cerró bajo el imperio de César Augusto, después de la derrota de Antonio, y antes en el Consulado de Marco Atilio y Tito Manlio por poco tiempo, porque al punto sobrevino la guerra, y fue preciso abrirle. Mas bajo el reinado de Numa ni un día siquiera se vio abierto, sino que por cuarenta y tres años continuamente se mantuvo cerrado: ¡tan cumplidamente y de raíz arrancó las ocasiones de la guerra! Y no solamente el pueblo romano se suavizó y domeñó con la justificación y mansedumbre de su rey, sino que también las ciudades circunvecinas, como si de allá inspirara en ellas un aura suave y un soplo saludable sintieron un principio de mudanza, y deseosas de benevolencia y de paz, a nada más aspiraron que a cultivar la tierra, criar sus hijos en reposo y venerar a los Dioses. Las fiestas, las danzas, los hospedajes y los agasajos de unos a otros, que sin miedo se reunían, fueron la suerte de toda la Italia, como si de la fuente de la sabiduría de Numa corriese hacia todos lo honesto y lo justo, y como si su serenidad se extendiese a todas partes, de manera que aun no alcanzaron a pintar aquel estado las hipérboles poéticas de los que dicen: Su tela hace la araña en los paveses, y se cubren de orín lanzas y espadas: no se oye el son de la guerrera trompa, ni de los ojos huye el blando sueño, pues no se cuenta que hubiese habido ni guerra ni inquietud alguna sobre mudanza de gobierno en el reinado de Numa, ni tampoco enemistad alguna contra él, ni envidia ni asechanzas, ni sedición por codicia de reinar, de manera que, bien fuese miedo de un hombre sobre el que parece velaban los Dioses, o respeto a la virtud o fortuna particular, gobernada por algún genio que conservaba su vida libre y pura de todo mal, vino a ser ejemplo y argumento de aquella sentencia que mucho tiempo después se atrevió a pronunciar Platón acerca del gobierno: que no hay descanso para los hombres, ni cesación de sus males, si no sucede por una feliz casualidad que la autoridad regia se junte con una razón cultivada por la filosofía, para que haga que la virtud triunfe del vicio. Dichoso, pues, el hombre verdaderamente prudente, y dichosos los que obedecen los sabios preceptos que salen de unos prudentes labios, porque será muy raro que aquel necesite usar de fuerza ni de amenazas, y más bien éstos, viendo la virtud misma en el ejemplar manifiesto y en la ilustre vida del que manda, voluntariamente se harán moderados, y se ajustarán a una vida irreprensible y dichosa por el amor y benevolencia hacia ellos, acompañados de justicia y modestia, que es el término más glorioso del mando, y entre todos el ánimo más propiamente regio es el que pueda producir esta conducta y esta disposición en los súbditos: a lo que parece haber atendido Numa más que otro alguno.
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Errores ortográficos comunes para domeñó


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