Definición de apremié

Acepciones de Apremié como conjugación de apremiar

Categoría gramatical: verbo transitivo, 1ª persona singular del pretérito perfecto de indicativo de apremiar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de apremié explicados

  1. Incitar a alguien a que haga algo con rapidez
  2. Imponer apremio o recargo.
  3. Incitar a una persona para que haga una cosa más deprisa. obligar [a uno] con mandamiento de autoridad. obligar a alguien a hacer algo con prisa o rapidez
  4. Obligar la autoridad competente a una persona a hacer una cosa..

Ejemplos con la palabra Apremié

Llamé a los alcaldes, les apremié, les metí.
Este relato, que hizo reír mucho a los marineros y ruborizó a Trifena, la cual, para ocultar su rubor, inclinose a besar el cuello de Giton, no fue del agrado de Licas, quien meneando con aire descontento la cabeza: -Si el gobernador de Éfeso hubiera hecho justicia, habría debido restituir a su tumba el cuerpo del difunto, colgando en la cruz a la viuda. Sin duda en aquel instante volvía a su memoria el recuerdo de mis amores con Doris, de nuestra fuga y del pillaje a Isis en el navío encallado, pero las cláusulas del tratado oponíanse a que me dirigiera recriminación alguna, y, por otra parte, la alegría que se había apoderado de todos los espíritus le impedía dar rienda suelta a su cólera. Entre tanto, Trifena, siempre acostada con Giton, cubrió de besos su rostro y arreglaba en su frente los bucles de la postiza cabellera. Yo, enojadísimo por tales caricias, estaba tan impaciente y nervioso que no me era posible comer ni beber nada. Lanzaba a ambos miradas terribles. Los besos y las caricias de aquella mujer impúdica a Giton, eran para mí otras tantas puñaladas. Al fin no sabía realmente contra quién de los dos revolver toda mi furia, si contra Giton, que me robaba la querida, o contra Trifena, que pervertía a mi querido. Ambos me ofrecían odioso espectáculo, más triste que mi cautividad pasada. Para colmo de rabia, Trifena evitaba mi conversación y afectaba no conocer en mí al amigo, al amante que tan caro le era poco antes. Por su parte Giton, tal vez temiendo enconar más y más la herida en el amor propio de Trifena, no se dignó siquiera brindar por mí, como hacía siempre en los festines a que asistíamos, y me hablaba como a cualquiera otro de los pasajeros. Traspasado de dolor comencé a derramar amargas lágrimas y pensé ahogarme al pretender sofocar los gemidos. Sin embargo, con mi cabellera rubia debía de estar hermoso aun en tales momentos, porque Licas, cuya pasión por mi se había encendido de nuevo, echábame ardentísimas miradas y trataba de hacer conmigo lo que Trifena hacía con Giton. Al hablarme no tenía el tono de un señor, sino el de un amante apasionado. Ya en mi camarote, Licas me suplica que acceda a sus deseos. ¡En vano! Viéndose rechazado tan obstinadamente, su amor se trueca en ira y quiere conseguir por fuerza lo que de grado no obtiene, pero en ese momento entra inesperadamente Trifena, que fue testigo imprevisto de su brutalidad. Al verse sorprendido se turba, se arregla la túnica y el manto y huye. Este incidente reaviva y enciende de nuevo los deseos lúbricos de Trifena: —¿Qué pretendía, preguntó, Licas con sus petulantes ataques? Le conté lo sucedido y, enardeciéndose por mi narración, y recordando nuestras antiguas familiaridades, quiso excitarme a las antiguas escenas de voluptuosidad, pero yo, fatigado por mis últimos excesos, rechacé sus caricias. Entonces ella, presa de verdadero delirio amoroso, me abrazó frenéticamente, arrancándome involuntario grito de dolor. Una doncella acude, y creyendo verosímilmente que trataba yo de arrebatarle los favores que, en realidad, le rehusaba, se lanza a nosotros y nos separa. Trifena, furiosa por haber sido repudiada sin haber logrado conmoverme, ni haber podido satisfacer sus deseos, me llenó de injurias y salió amenazándome con ir a contarlo a Licas para excitarlo aún más contra mí y agobiarme con el peso de la común venganza. Recordaréis que la doncella de Trifena había concebido una pasión por mí en la época de mis relaciones con su señora, así que ahora, afligida por haberme sorprendido en aquella situación, dejaba escapar hondos suspiros, la apremié para que me dijera la causa, y después de alguna resistencia, su dolor se expresó en estos términos: —Si conservas algún sentimiento de honradez, no debes hacer caso de Trifena, si fueras hombre, no buscarías las caricias de una ramera.
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Errores ortográficos comunes para apremié


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