Categoría gramatical / tiempo verbal de royéndome

Como Conjugación De Roer

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Gerundio De Roer

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Royéndome

Estando de sobremesa todavía, entró en el comedor un joven muy bien vestido, hasta elegante. Saludó breve y expresivamente a todos los comensales a la vez, y se dejó caer en el desvencijado sofá que estaba debajo de las vidrieras por donde pasaba la luz del patio. El tal mozo era pequeñito y flaco, blanco de tez, de mirar sutil y malicioso, barba corta, pero negra y espesa, el cabello ralo, y muy limpio y bien aliñado todo su traje. Recibiéronle muy regocijados mis siete compañeros de mesa, y tuvo para cada uno de ellos algún apóstrofe picaresco y bien adecuado al caso y a la persona. Continuando el tiroteo de frases, no siempre de color de rosa, acertó alguien a preguntarle por «el poema», respondió que «así» le tenía aún, rogóle el estudiante del frac azul que les recitara otra vez la introducción, y no hubo necesidad de repetirle el ruego. Con reposado y solemne ademán, sonora voz y magistral acento, comenzó a soltar octavas reales por aquella boca. No he oído jamás cosas más indecentes ni versos más gallardos, robustos y armoniosos. Quevedo no los hizo mejores. Terminada la introducción del poema, que a mí, pobre o inexperto provinciano, me puso colorado de vergüenza, comenzó el poeta a recitar epigramas de su cosecha contra todo lo existente y otro tanto más: graciosísimos, punzantes o ingeniosos. Yo estaba asombrado. Estrujando el chirumen en mi aldea y royéndome hasta las puntas de los, dedos, había logrado escribir media resmilla de ternezas quejumbrosas, insulsas y descoloridas, ¡y aquel mozo tenía en la cabeza una fábrica de versos y otra de malicias y donaires!
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