Categoría gramatical / tiempo verbal de juntándola

Como Conjugación De Juntar

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

Gerundio De Juntar

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Juntándola

El carro, donde ya se instalaron las mujeres, siguió al trote largo para el lugar donde deberán ellas preparar el almuerzo, van arreando los peones el rodeíto de lecheras, pequeño plantel del rodeo grande con que, con razón, sueña don Florencio, al salir para los campos extensos de pasto duro, tan propicios para la hacienda vacuna, y cuando ya se va retirando esta vanguardia, se abre el corral de las ovejas y se suelta la majada, juntándola, a las pocas cuadras, en medio de una tormenta de balidos ensordecedores, con las otras dos, traídas de los puestos, y despacio, sin apurarlas, dejándolas comer, el patrón, con sus hijos y algunos peones, arrean, en un solo trozo, las cuatro mil ovejas, haciéndolas salir, sin que lo sientan, del campo acostumbrado, hacia sus nuevos destinos.
Pues recogida la gente, él se desnudó, para acostarse, y dejando la puerta de la sala no más de apretada, que así se lo advirtió el moro, porque las de la calle nunca se cerraban, por haber en casa más vecindad, encendió la vela, y poniéndola sobre el bufete, se acostó, contemplando a la luz que daba la belleza del hermoso retrato, que como la vela empezó a arder, la descuidada doña Inés, que estaba ya acostada, y su casa y gente recogida, porque su marido aún no había vuelto de Sevilla, por haberse recrecido a sus cobranzas algunos pleitos, privada, con la fuerza del encanto y de la vela que ardía, de su juicio, y en fin, forzada de algún espíritu diabólico que gobernaba aquello, se levantó de su cama, y poniéndose unos zapatos que tenía junto a ella, y un faldellín que estaba con sus vestidos sobre un taburete, tomó la llave que tenía debajo de su cabecera, y saliendo fuera, abrió la puerta de su cuarto, y juntándola en saliendo, y mal torciendo la llave, se salió a la calle, y fue en casa de don Diego, que aunque ella no sabía quién la guiaba, la supo llevar, y cómo halló la puerta abierta, se entró, y sin hablar palabra, ni mirar en nada, se puso dentro de la cama donde estaba don Diego, que viendo un caso tan maravilloso, quedó fuera de sí, mas levantándose y cerrando la puerta, se volvió a la cama, diciendo:.
Con todo, Timoleón no se olvidaba de socorrerlos, enviándoles de Catana víveres en barquillos de pescadores y en pequeños transportes, que principalmente en los momentos de tormenta se escabullían entre las galeras de los bárbaros, mientras a éstas las tenían separadas el oleaje y la borrasca. Echándolo de ver Magón e Hícetes, determinaron tomar a Catana, de donde los sitiados se surtían de lo necesario, y reuniendo la parte más aguerrida de sus fuerzas, dieron la vela desde Siracusa. Mas el corintio Neón, que éste era el nombre del que mandaba a los sitiados, observando desde el alcázar que los que habían quedado de los enemigos estaban con poca vigilancia y cuidado, cargó de improviso sobre ellos en ocasión de hallarse desunidos, y dando muerte a unos, y obligando a otros a retirarse, tomó y ocupó el punto llamado Acradina, parte la más fuerte de la ciudad de Siracusa, la cual parece en alguna manera compuesta y formada de muchas poblaciones. Provisto, pues, de víveres y de dinero, no abandonó aquel sitio ni se acogió de nuevo al alcázar, sino que, fortificando la circunferencia de la Acradina, y juntándola por medio de obras avanzadas con aquella ciudadela, la tuvo en custodia. Alcanzó en esto un soldado de a caballo de los de Siracusa a Magón e Hícetes, que ya estaban cerca de Catana, y les refirió la pérdida de la Acradina. Aturdiéronse con semejantes nuevas y se retiraron precipitadamente, sin tomar la ciudad a que se encaminaban, y sin conservar la que poseían.
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