Categoría gramatical / tiempo verbal de desaparecimientos

Como sustantivo

Sustantivo Masculino Plural

El sustantivo es la palabra que utilizamos para designar entidades, tienen género: masculino o femenino y número: singular o plural.

Ejemplos con la palabra Desaparecimientos

-Ya te lo he dicho -dijo el buen caduco-. Ese propio por debajo de la cuerda hace lo que ves tan al contrario de lo que profesa. Mira aquel, que fuera de la cuerda viste a la brida en mula tartamuda de paso, con ropilla y ferreruelo y guantes y receta, dando jarabes, cuál anda aquí a la brida en un basilisco, con peto y espaldar, y con manoplas, repartiendo puñaladas de tabardillos y conquistando las vidas, que allí parecía que curaba, aquí por debajo de la cuerda está estirando las enfermedades para que den de sí y se alarguen, y allí parecía que rehusaba las pagas de las visitas. Mira, mira aquel maldito cortesano, acompañante perdurable de los dichosos, cuál andaba allí fuera a la vista de aquel ministro, mirando las zalemas de los otros para excederlas, rematando las reverencias en desaparecimientos, tan bajas las hacía por pujar a otros la ceremonia, que tocaban en de buces. ¿No le viste siempre inclinada la cabeza, como si recibiera bendiciones, y negociar de puro humilde a lo Guadiana, por debajo de tierra, y aquel amén sonoro y anticipado a todos los otros bergantes a cuanto el patrón dice y contradice? Pues mírale allí por debajo de la cuerda royéndole los zancajos, que ya se le ve el hueso, abrasándole en chismes, maldiciéndole y engañándole, y volviendo en gestos y en muecas las esclavitudes de la lisonja, lo cariacontecido del semblante y las adulaciones menudas del coleo de la barba y de los entretenimientos de la jeta. ¿Viste allá fuera aquel maridillo dar voces que hundía el barrio: «¡Cierren esa puerta!», «¿Qué cosa es ventanas?», «No quiero coche», «En mi casa me como», «Calle y pase, que así hago yo», y todo el séquito de la negra honra? Pues mírale por debajo de la cuerda encarecer con sus desabrimientos los encierros de su mujer. Mírale amodorrido con una promesa, y los negocios que se le ofrecen cuando le ofrecen, cómo vuelve a su casa con un esquilón por tos, tan sonora que se oye a seis calles, qué calidad tan inmensa y qué honra halla en lo que come y en lo que le sobra, y qué nota en lo que pide y le falta, qué sospechoso es de los pobres y qué buen conceto tiene de los dadivosos y ricos, qué a raíz tiene el ceño de los que no pueden más y qué a propósito las jornadas para los precipitados de dádiva. ¿Ves aquel bellaconazo que allí está vendiéndose por amigo de aquel hombre casado, y arremetiéndose a hermano, que acude a sus enfermedades y a sus pleitos, que le prestaba y le acompañaba? Pues mírale por debajo de la cuerda añadiéndole hijos y embarazos en la cabeza y trompicones en el pelo. Oye cómo, reprehendiéndoselo aquel vecino, que parece mal que entre a cosas semejantes en casa de su amigo, donde le admiten y se fían dél y le abren la puerta a todas horas, él responde: «¿Pues qué queréis, que vaya donde me aguardan con una escopeta, no se fían de mí y me niegan la entrada? Eso sería ser necio, si estotro es ser bellaco».
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