Categoría gramatical / tiempo verbal de consumiéndola

Como Conjugación De Consumir

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

Verbo Intransitivo

Los Verbos Intransitivos son aquellos que no necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Gerundio De Consumir

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Consumiéndola

Allí, a dos pasos de él, la vampiresa exponía a Julito Calabrés su ideal de amor, aquella hiperestesia pasional que ardía en ella, consumiéndola y dándola nueva vida como a fénix de amor.
Dos partes tuvo la confesión de Facia. En la primera me declaró todo lo que yo sabía perfectamente por boca de Chisco: la historia de su desdichada unión con el pícaro baratijero contra la voluntad y las sabias advertencias de mi tío, que era como su padre y señor. Por desoírle, decía la infeliz, había faltado a la ley de Dios, y por esta falta había venido el castigo de sus desventuras, desventuras que ella había sufrido, aunque con muchas lágrimas, sin una sola queja. Era su deber. Que arrastrara la vida como una carga ofrentosa, que las pesadumbres y los dolores fueran minándola y consumiéndola por donde nadie más que ella lo notara, que encanecieran sus cabellos fuera de sazón y que no hallara, para reponer las fuerzas gastadas en los trabajos y cavilaciones del día, el descanso de la noche, la tranquilidad del sueño que no le falta al pordiosero que mata el hambre llamando de puerta en puerta y errando de monte en monte, con un zurrón a la espalda y un paluco en la mano, ¿qué importaba? Desconociéralo su hija, tuviérase por huérfana de un padre honrado, y esto solo la daba gran consuelo y las fuerzas necesarias para llevar su cruz como una carga redentora de sus delitos, imperdonables en la otra vida sin una dura penitencia en ésta. Cuando, con las miras puestas en estos fines, vacilaba un poco, porque, al cabo, era tierra frágil y miserable, y desconfiaba de sus bríos y se vela a punto de tropezar y de caer, acudía al amparo de don Sabas, y allá, a la reja del confesonario, en los profundos de la iglesia, al romper los primeros albores del día, ella, después de besar el polvo de los suelos y de regarle con sus lágrimas, declarando sus pesadumbres y flaquezas, y él reprendiéndola y exhortándola con la sabiduría y la dulzura de un padre cariñoso a un hijo muy desdichado, hallaba siempre los perdidos alientos para continuar la subida de su Calvario con la carga de su cruz... Así estaban las cosas cuando yo había llegado a Tablanca.
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