Categoría gramatical / tiempo verbal de adrales

Existen varias categorías gramaticales para Adrales dependiendo de su origen, puedes verlas todas a continuación.

Como Conjugación De Adrar

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Imperativo Singular De Adrar

El Imperativo se utiliza para expresar un mandato o hacer una petición de manera explícita por el orador. Veamos algunos ejemplos:

  • Haz lo que te digo o atente a las consecuencias.
  • Decid la verdad a todo lo que se os pregunte.

Como sustantivo

Sustantivo Masculino Plural

El sustantivo es la palabra que utilizamos para designar entidades, tienen género: masculino o femenino y número: singular o plural.

Ejemplos con la palabra Adrales

¡Qué ir y venir de carros y de obreros! ¡Qué cantar en aquel corral los ejes, y vocear los carreteros, y sonar las panojas como fuelles de papel al deslizarse unas sobre otras entre los adrales, y después como truenos lejanos, al caer por la rabera en el garrote, y el acompasado pisar, escalera arriba y abajo, de los que las llevaban al desván! ¡Y qué pilas se iban formando en él, clase por clase, porque el maíz de unas heredades era de grano redondo, y el de otras de diente de perro! Y cuando el desván se llenaba, la misma actividad y el propio ruido en el vasto granero de la accesoria del corral, donde ya estaba la cosecha de alubias oreándose.
Aún no había expirado el mes, cuando comenzaron a invadir la vega, por todas sus portillas, carros con altos adrales, y cada familia en su heredad, pela aquí, pela allí, panojas al garrote y garrotados de panojas a los carros, de vez en cuando, sube que sube los adrales, según iban llenándose las teleras, después, los calabazos encima de las panojas y en el payuelo de la pértiga, y hala para casa, a campo travieso, primero, tirando los bueyes dentelladas furtivas al retoño ajeno, y después, por la cambera, canta que canta el eje, untado con tocino, y ya en el portal el carro, allá va la carga de panojas arrastrada con las trentes sobre los garrotes, tan pronto llenos como subidos al desván, al hombro del mocetón o sobre la cabeza de su hermana: en una pila el maíz, y aparte los calabazos, de éstos, los duros y berrugones a un lado, para la olla, y a otro, los blandos y aguachones, para los cerdos.
-«Hola, buen amigo: pues yo venía a darle a usted las gracias por el favor que me hizo tiempo atrás, y a pedirle otro nuevo, si no ofende. ¡Qué ha de ofender, hombre!» respondió el enanuco. «En siendo cosa que yo pueda, pide con libertad». Alegrósele el corazón al mozo, y tornó a decir al enanuco: -«Pues yo deseara llenar estos sacos que traigo aquí, de la misma tierra que usted me dio la otra vez. -Todo este campo es de ella», respondió el enanuco, «conque así, cava donde quieras y llénalos a tu gusto. No te olvides de ponerlos esta noche cerca de la cama para abrirlos en cuanto despiertes al amanecer». Y con esto, metiose el enanuco por el ujero a los sus palacios, con lo cual quedose solo el mozo, y cava, cava, en un periquete llenó de tierra los sacos, y se volvió a casa con ellos más contento que unas pascuas. Llegó la noche, acostose, durmió poco con la brega que traía en el magín, y al amanecer ya estaba el mozo más listo que las liebres, y estando más listo que las liebres, pensaba en abrir un pozo muy hondo para guardar tantas onzas como iban a salir de aquellos sacos, y pensando en esto, los abrió, y abriéndolos... ¡Hijo de mi alma!... No encontró en ellos más que la tierra que había cavao en el monte. Quedose en la agonía el pobre hombre, y quedándose así, llegó a consolarse cavilando que, mirando bien las cosas, con lo que ya tenía de antes le bastaba, y cavilando esto, fue al cajón donde guardaba las pocas monedas sobrantes... ¡Y tierra eran también, como la de los sacos!... ¡Y tierra los papeles de sus compras! Fue a la cuadra... ¡Y montones de tierra los bueyes!... ¡Y montones de tierra el ganado que pagó con el dinero del enanuco! No quedaba allí otra bestia que la vaca en aparcería. Reparó entonces en la casa, y vio que era la misma en que él vivía cuando era pobre zonchero: a la puerta había un coloño de varas y unos adrales a medio hacer. Gimió y golpeose, el venturao, y al monte fue a contar su desgracia al enanuco, pero el enanuco le dijo: -«Eso que te pasa, no puedo remediarlo yo: quien por mi mano te dio la riqueza que has menospreciado, te dice ahora por mis labios que la miseria en que vuelves a verte es el castigo que da Dios a los cubiciosos que quieren pasar de un salto, y sin merecerlo, de zoncheros bien acomodados, a caballeros poderosos». Y colorín colorao... ¿Qué te paece del cuento, Nisco?
Ver ejemplos de oraciones con la palabra adrales

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