Categoría gramatical / tiempo verbal de admitiéndola

Como Conjugación De Admitir

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Gerundio De Admitir

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Admitiéndola

-Ahí cerca, hija mía- balbució el marqués, comprendiendo la idea de su esposa y admitiéndola tácitamente, porque también él, si pecaba por débil, torpe y corrompido, quería bien a su hija-.
El principio de la corrupción y decadencia de la república de los Lacedemonios casi ha de tomarse desde que, destruyendo el imperio de los Atenienses, comenzaron a abundar en oro y en plata. Con todo, habiendo establecido Licurgo que no se introdujese confusión en la sucesión de las casas, y dejando en consecuencia el padre al hijo su suerte, puede decirse que esta disposición y la igualdad que ella mantuvo preservaron a la república de otros males, pero siendo Éforo un hombre poderoso y de carácter obstinado y duro, llamado Epitadeo, por disensiones que había tenido con su hijo, escribió una retra, por la cual era permitido a todo ciudadano dar su suerte en vida a quien quisiese, o dejársela por testamento. Éste, pues, para satisfacer su propio enojo, propuso la ley, pero los demás ciudadanos, admitiéndola y confirmándola por codicia, destruyeron uno de los más sabios establecimientos. Porque los poderosos adquirieron ya sin medida, arrojando de sus suertes a los que les alindaban, y bien presto, reducidas las haciendas a pocos poseedores, no se vio en la ciudad más que pobreza, la cual desterró las ocupaciones honestas, introduciendo las que no lo son, juntamente con la envidia y el odio a los que eran ricos. Así es que no habrían quedado más que unos setecientos Espartanos, y de éstos acaso ciento solamente eran los que poseían tierras y suertes, y todos los demás no eran más que una muchedumbre oscura y miserable, que en las guerras exteriores defendía a la república tibia y flojamente, y en casa siempre estaba en acecho de ocasión oportuna para la mudanza y trastorno del gobierno.
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