Ejemplos con vieja

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Platero juega con Diana, la bella perra blanca que se parece a la luna creciente, con la vieja cabra gris, con los niños.
¿Verdad que ves pasar por la cuesta roja de la Fuente vieja los borriquillos de las lavanderas, cansados, cojos, tristes en la inmensa pureza que une tierra y cielo en un solo cristal de esplendor?.
Platero ,- jugar ,- Diana ,- parecerse a ,- la luna ,- la vieja cabra.
En el arroyo grande, que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, toda perdida bajo su carga de hierba y de naranjas.
De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante sí mismo en ridículo, obligándole a descomponer la majestad de la figura, corriendo azariento a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance, trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la desmayada e intentando desabrocharle el corsé.
Y llovía sin cesar en la vieja ciudad de granito, y había pesadumbre, lágrimas y duelo hasta en las almas empedernidas.
Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a mí perder la inocencia.
Ya no hay más nobles que los que vienen de nobles, ni más aristocracia que la de la sangre vieja, porque no vivimos tiempos en que se puedan hacer nuevos nobles ni nuevos santos, nuevos nobles, porque en nuestra sociedad no hay ocasiones en que acreditar la bravura personal, nuevos santos, porque todos estamos tan bien protegidos por las leyes, que ni a los más tímidos se les pone en trance de que muestren su timidez en términos de santidad.
Todos hicimos eco a su sonrisa, menos la vieja, que no acertaba a decidir si la respuesta era en serio o en chanza.
Por una puerta, pintada de negro, sale una vieja monjita, que se advierte que es esquelética, a pesar del haldudo faldamento, momificada la faz.
¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja vestal? pensó Apolonio.
Yo lo pongo todo: mi sabiduría, mis librosy miraba las tres cartillas que iba recogiendo su mujer cuidadosamente para guardarlas en la vieja cómoda, y ustedes no traen nada.
Esparcióse un murmullo de satisfacción en el público, y hasta una vieja empezó a palmotear, gritando ¡vítor! ¡vítor! , entre las risotadas de la gente.
A causa de esto, desde la mañana hasta el anochecer, la vieja barraca soltaba por su puerta una melopea fastidiosa, de la que se burlaban todos los pájaros del contorno.
Era una barraca vieja, sin más luz que la de la puerta y la que se colaba por las grietas de la techumbre, las paredes de dudosa blancura, pues la señora maestra, mujer obesa que vivía pegada a su silleta de esparto, pasaba el día oyendo y admirando a su esposo, unos cuantos bancos, tres carteles de abecedario mugrientos, rotos por las puntas, pegados al muro con pan mascado, y en el cuarto inmediato a la escuela unos muebles, pocos y viejos, que parecían haber corrido media España.
dijo la acequia más vieja, y se hizo un silencio absoluto.
La puerta de los Apóstoles, vieja, rojiza, carcomida por los siglos, extendiendo sus roídas bellezas a la luz del sol, formaba un fondo digno del antiguo tribunal: era como un dosel de piedra fabricado para cobijar una institución de cinco siglos.
Vivían en la vieja barraca lo mismo que los náufragos que se aguantan sobre un buque destrozado: tapando un agujero aquí, apuntalando allá, haciendo verdaderos prodigios para que se sostuviera la techumbre de paja, distribuyendo sus pobres muebles, cuidadosamente fregoteados, en todos los cuartos, que eran antes madriguera de ratones y sabandijas.
Las hijas, una tras otra, fueron abandonando las familias que las habían recogido, trasladándose a Valencia para ganarse el pan como criadas, y la pobre vieja, cansada de molestar con sus enfermedades, marchó al Hospital, muriendo al poco tiempo.
Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela a la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto a meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.
La misma Pepeta hacía tiempo que no había parado su atención en la vieja barraca.
¡Válgame Dios, y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era el pobre tío ! ¡Si levantara la cabeza y viese a sus hijas! Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años, y en cuanto a la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del Hospital.
Era su marcha una enrevesada peregrinación por las calles, deteniéndose ante las puertas cerradas, un aldabonazo aquí, tres y repique más allá, y siempre, a continuación, el grito estridente y agudo, que parecía imposible pudiese surgir de su pobre y raso pecho: Jarro en mano bajaba la criada desgreñada, en chancleta, con los ojos hinchados, a recibir la leche, o la vieja portera, todavía con la mantilla que se había puesto para ir a la misa del alba.
Todas las tardes, envuelto en una vieja capa, que llevaba hasta en primavera, con aspecto sórdido de mendigo, y acompañado de las maldiciones y gestos hostiles que dejaba a su espalda, iba por las sendas visitando a los colonos.
Cuando se cansó de admirar aquella hermosa bestia siguió adelante, y por hacer algo presenció cómo una vieja labradora regateaba un borriquillo.

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