Ejemplos con viejecita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es un personaje extraño porque realiza un doble papel con dos personalidades distintas: una viejecita adorable o una mujer-ninja esbelta y de edad semejante a la de Hansuke.
¿Es que con el tiempo se ha convertido en una viejecita huraña y gruñona?.
La viejecita quiere mostrarse enérgica y contiene sus lágrimas.
Uno de ellos, sin interrumpir su canto, oprimía la diestra de una viejecita que marchaba a su lado serena y con los ojos secos.
Cura de misa y olla nada más, pero ¡lo que he trabajado en esta vida! ¡y lo que me queda que penar! Mi cuñado es infeliz, un buen hombre, que no sirve para nada, y yo tengo que mantenerlo, y a la pobre viejecita, y a mi hermana, y a todos los sobrinos, que se creen superiores a los demás del pueblo porque cuentan con un tío cura.
Velarde sintió vergüenza de sí mismo, y la ola misteriosa subió, subió del corazón a los ojos, hasta hacerle llorar, con la cabeza entre las manos, llorar a lágrima viva, llorar también sollozando, con más debilidad que una mujer, con más pavor que un niño ¡Su madre sí que le adoraba! ¡No le aconsejaría ella cruzar un par de tiros, ofendiendo a Dios, ponerse delante de una bala con riesgo de perder la vida, con riesgo de perder el alma! ¡Y se habían pasado ya tres años sin verla! ¡Y estaba tan lejos la santa viejecita! ¡Y acababa él, ingrato y perverso, de dejar pasar cerca de dos meses sin escribir una letra a la pobre anciana!.
¡Ay, Jesús! ¡Qué gente tan curiosa! Yo vivo con mi abuela, que es una viejecita muy buena, que me quiere mucho y que me deja hacer cuanto yo quiero.
La viejecita, antes de acostarse, porque ya era tarde y se caía del sueño, cogió una vela y fue al catre de la nieta para ver si dormía.
¿En qué fundaba la viejecita las virtudes que atribuía a la herradura? Yo te lo voy a contar, Vital mío, tal como doña Quirina me lo contó.
que había muerto la viejecita, lo único que me quedaba.
manera con las frases del delirio de la viejecita agonizante?.
Poco después que Fernando, salió de la misma casa el ama del cura, viejecita muy limpia, muy fiel y muy cariñosa, pero fisgona incorregible y charlatana impenitente.
Pío VII enjugó con sus manos beatísimas las lágrimas que inundaban el rostro de la viejecita, y cuando ésta se inclinaba para besar el pie del Santo Padre, él colocó una mano sobre aquellas canas humilladas, y levantó la otra al cielo con la inspirada actitud de un profeta.
Iwa, que así se llamaba el polaco, según me contó luego la viejecita, llevaba ya seis meses de tercianas, y estaba muy débil, muy delgado, casi hético.
-No, señor, pero por las señas que me dio más tarde la viejecita que cuidó al polaco supe que uno de los dos españoles tenía el apodo de Risas, y que aquél era justamente el que había matado y robado al pobre extranjero.
Dirigíase a este cortijo una viejecita con un saco de lentejas, y, habiéndose despeñado, nacieron y fructificaron las lentejas antes de que el cuerpo de la viejecita llegase al fondo del Tajo.
«Es mi hermano», le dijo Catalina, y oyéndolo la viejecita me saludó muy afectuosa, obsequiándome con estas finuras: «Ya decía yo.
«¿Qué tiene la viejecita? -le dijo el bárbaro con cariñosa lástima-.
No la visteis al cruzar la esquina, a la viejecita del pelo más blanco que los copos de la nieve, detenidos en los aleros de los tejados, de tez rancia como el marfil, de dentadura cabal y firme todavía, sin postizo ni engañifa alguna? Las curtidas y arrugadas manos con que, manejaba la badila revolviendo las castañas en el tostador dicen a voces la vida de labor incesante, la venerable calma de la frente y la limpidez de los ojos, que debieron de ser hermosos a los veinte años, la tranquilidad de la conciencia.
Pepe contempló con sombría fijeza a la mujer querida, su rostro juvenil y simpático delataba la tremenda lid que libraban en su corazón su amor a Lola y el amor a su viejecita, a aquella que había tenido la mala ocurrencia de echarlo al mundo tan de malas con su ángel guardián y con la buena fortuna.
En esto se abrió paso por entre la muchedumbre, y apareció en el cuadro que habían despejado los gendarmes, una mujer del pueblo, mucho más anciana que el Pontífice: una viejecita centenaria, pulcra y pobremente vestida, coronada de cabellos como la nieve, trémula por la edad y el entusiasmo, encorvada, llorosa, suplicante, llevando en las manos un azafate de mimbres secos lleno de melocotones, cuyos matices rojos y dorados se veían debajo de las verdes hojas con que estaban cubiertos.
Con la última palabra de este semi-discurso sonó el timbre y entraron por la puerta del comedor el cojito y su madre, una viejecita sarmentosa, encorvada por los años, por el trabajo y por la miseria.
¿No pensaba Tono en su mujer y los chiquillos, que podían quedar más desamparados de lo que estaban? Él aún estaba viendo a su viejecita y.
Esta era una viejecita que se llamaba doña Quirina, y que cuando yo era niño, en los tiempos de Gamarra y Santa Cruz, vivía pared por medio de mi casa.
-En cuanto cambie de ropa, y me dé un baño -dijo el duque-, iré a ver a mi viejecita.
Entró en la casa, una viejecita le encaminó arriba, llamó.

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