Ejemplos con viejita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entrevistaba a los personajes parodiados y hacía imitaciones de otros que se hicieron populares como Doña Peta, una viejita que despotricaba de los políticos y los ponía en su sitio y el estricto escritor y político, Luis Alberto Sánchez, uno de los más punzantes de la crítica y el análisis.
Por ejemplo, se ve una viejita caminando con dificultades, y un niño se acerca a ayudarla, pero cuando pasa Lily, se ve que el niño la golpea y trata de asaltarla.
La viejita y el viejito de pantalón de bayeta negra, cascabeles de semillas sonoras llamadas shagapi , llevan en el pie ojotas de jebe y se visten de camisa blanca manga largas, chaleco negro, azul o marrón, montera con plumas y un látigo de cuero trenzado llamado culebrilla.
Doña Nieves es una viejita alegra, jovial hasta cierto punto, y con personalidad muy parecida a la de su nieto.
Canciones como Alforja Campesina, María de los Guardias, El Cristo de Palacagüina, Nicaragua Nicaragüita, La Viejita de Mozambique, Panchito Escombros, La Tula Cuecho o la Leona de Tiempo Completo marcarían una época.
Una viejita, que venía apoyada en su palo, le trajo un escapulario de la Virgen, y una guapa muchacha, con un hijo a la espalda y otro en brazos, llegó con su marido, que era un bello mancebo, a la cabeza de la mula, puso al indito en alto para que le diese la mano al caballero bueno , y muchos venían con jarras de miel cubiertas con estera bien atada, u otras ofrendas, como si pudiesen dar para tanto las ancas de la caballería, muy oronda de toda aquella fiesta, y otro viejito, el padre del lugar, mi señor don Mariano, que jamás había bebido de licor alguno, aunque él mismo trabajaba el de sus plantíos propios, llegó, apoyado en sus dos hijos, que eran también como senadores del pueblo, y con los brazos en alto desde que pudo divisar a Juan, y como si hubiera al cabo visto la luz que había esperado en vano toda su vida: Abrazarlodecía.
La viejita llevaba de día la comida y los dos pesos, y no le había susedido nada, de no oír la voz del alma en pena de su hijo que le agradesía.
Una viejita, que venía apoyada en su palo, le trajo un escapulario de la Virgen, y una guapa muchacha, con un hijo a la espalda y otro en brazos, llegó con su marido, que era un bello mancebo, a la cabeza de la mula, puso al indito en alto para que le diese la mano al «caballero bueno», y muchos venían con jarras de miel cubiertas con estera bien atada, u otras ofrendas, como si pudiesen dar para tanto las ancas de la caballería, muy oronda de toda aquella fiesta, y otro viejito, el padre del lugar, mi señor don Mariano, que jamás había bebido de licor alguno, aunque él mismo trabajaba el de sus plantíos propios, llegó, apoyado en sus dos hijos, que eran también como senadores del pueblo, y con los brazos en alto desde que pudo divisar a Juan, y como si hubiera al cabo visto la luz que había esperado en vano toda su vida: «Abrazarlo -decía-.
¡Tu viejita!.
»Sin saber porqué, ni siguiendo cuál güella, se encontró de pronto en una pieza alumbrada por un candil mugriento, frente a una viejita achucharrada como pasa, que lo miraba igual que se mira un juego de sogas de regalo.
»La viejita que era sabia en esas cosas, lo consoló y dijo que si le atendía con un poco de pacencia, le contaría el cuento del flamenco y le daría unas prendas virtuosas, pa que se juera enseguida a salvar la moza, que no era bruja sino hija de una vecina suya.
«-Algo hay que esperar en la gracia de Dios -le contestó la viejita.
Era una viejita seca como tasajo y arqueada del espinazo.
La viejita hizo que Patrocinio se colocara atrás del enfermo, pasándose el maneador por debajo de los brazos, sobre el pecho, y aguantara cuando el otro paisano tirara del pie, en el momento que ella avisaría.
-¡Aura! -dijo la viejita y, en el momento en que tiró del pie el paisano y Patrocinio hacía fuerza para atrás, se apoyó con las dos manos sobre la rodilla enferma.
La viejita curandera volvió al tercer día de mi quebradura, según su promesa, y me trajo el alivio de aflojarme las vendas, dando con esto mayor juego a mi cuerpo.
Ponía la viejita madre en el bote, junto a tres botellas de aguardiente, un atado de pan, y en un cesto de fibras de palmera, lechugas, limones, ajíes rojos y cebollas frescas.
Rogaba que le hiciesen saber su suerte, a fin que la viejita no lo estuviese aguardando al ñudo y gastando en velas por su regreso.
La viejita se largó a yorar, disiendo que ya nunca oiba la voz de su hijo querido y que ya no escribía gracias como antes en el suelo.
Allí me hice contar los últimos momentos de mi viejita.
«Esto consolará a la pobre viejita», me decía, embriagado por el licor demencial de la muerte, del misterio.
Ahí tienes a la nena postrada en la cama, por falta de alimentación y de asistencia, a la misma viejita, ¿tenemos derecho a sacrificarlos? Suponte que por el momento consiguiéramos lo necesario para comprarles medicamentos, que pudiéramos evitar el desalojo, que quintuplicando el esfuerzo lográramos asegurar el pan y lo demás, todas las contingencias desgraciadas que nos acechan.
- No deja de ser una maldad asustar a la infeliz viejita.

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