Ejemplos con murmuraciones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El abuelo tuvo que intervenir, prohibiendo a la esposa estas visitas para acallar murmuraciones.
En los primeros meses, Jaime haría frente a las murmuraciones y los desprecios, pero el tiempo pasa, un odio de siglos no se fatiga en el transcurso de unos cuantos años, y Febrer acabaría por arrepentirse de su aislamiento, reconocería su error al ir contra las preocupaciones de la gran masa, y sería Catalina la que sufriese las consecuencias, viéndose mirada en su hogar como un signo de ignominia.
La de Febrer recibía como huésped a un noble improvisado, recién salido de la nada, cuyas lejanas hazañas y visibles riquezas inspiraban entusiasmos y murmuraciones.
A estas murmuraciones unían la de un amor romántico de doña Juana por el pretendiente.
Angustias vivirá con él, y así se estorbarán murmuraciones malignas.
La doctora y ella habían venido de Roma a refugiarse en Nápoles, huyendo de las intrigas y murmuraciones de la capital.
Desnoyers no tardó en convencerse de que había algo de cierto en tales murmuraciones.
Y mientras la joven iba soltando con automática regularidad los pecados de siempre, murmuraciones en las visitas, mentiras sin importancia, deseos de humillar a las amigas, desobediencias a su madre, miraba a través de la rejilla al famoso jesuíta, su cara sin una arruga, la nariz aguileña, aquella sonrisa dulce que parecía acariciar, pero que a ella le causaba cierto miedo, como si fuese una tenaza irresistible que extraía las verdades por hondas que se ocultasen.
El doctor la entretenía, se enteraba pacientemente de sus murmuraciones sobre las amigas, la daba consejos acerca de vestidos y joyas, recordando sus tratos con ciertas amigas de París, encargaba para ella periódicos de modas, y halagaba su vanidad, afirmando que era la señora mejor vestida de Bilbao.
Con una docena como él, Bilbao sería nuestro por completo, y esta población aparecería como otra Covadonga, desde la cual emprenderíamos la reconquista de España encenagada en un liberalismo que es libertinaje, y olvidada de Dios Comprendo por qué tuerces el gesto: chismes y enredos de tertulia, murmuraciones de las amigas, que por exceso de atracción en el pobre Urquiola, sólo saben hablar de él.
La enfermedad de la esclava y las murmuraciones de la vecindad, habían hecho intervenir en el asunto al juzgado.
Para él, quien llegaba a la silla de Toledo era un hombre perfecto, cuyos actos no se podían discutir, y hacía oídos sordos a las murmuraciones de canónigos y beneficiados, los cuales, fumando un cigarrillo en el cenador de su jardín, hablaban-de las genialidades de aquel señor de Inguanzo, indignado contra el gobierno de Fernando VII porque no era bastante neto y por miedo a los extranjeros no osaba restablecer el saludable Tribunal de la Inquisición.
El revolucionario quería callar y escuchaba distraídamente las murmuraciones sobre la vida del culto, pero sus amigos deseaban saber cosas de aquellas tierras que había corrido, con una curiosidad de seres encerrados y aislados del mundo.
Únicamente por la noche, en el silencio del claustro alto, aquellos matrimonios que se reproducían y morían entre las piedras de la catedral osaban repetirse las murmuraciones del templo, la interminable maraña de chismes que crecía sobre la monótona existencia eclesiástica, lo que los canónigos murmuraban contra Su Eminencia y lo que el cardenal decía del cabildo, guerra sorda que se reproducía a cada elevación arzobispal, intrigas y despechos de célibes amargados por la ambición y el favoritismo, odios atávicos que recordaban la época en que los clérigos elegían a sus prelados, mandando sobre ellos, en vez de gemir, como ahora, bajo la férrea presión de la voluntad arzobispal.
Llegaban hasta ellos los comentarios que se permitían los canónigos en la sacristía, pero los humildes servidores guardaban un silencio receloso cuando se repetían estas murmuraciones en su presencia, temiendo ser delatados por el vecino, que tal vez ambicionaba su puesto.
Entonces son ciertas las murmuraciones del cabildo.
Tú temes las murmuraciones de la gente, yo me temo a mí mismo, a lo que el pensamiento pueda echarme en cara en los momentos de soledad.
Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía a enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, o increpaba al tío para que corrigiese al pillete de su nieto.
Dentro, mujeres y más mujeres estrujándose en torno a la cama, abrumando a la madre con su charla, hablando algunas de los hijos que babían perdido, instaladas otras en los rincones como en su propia casa, repitiendo todas las murmuraciones de la vecindad.
No pocas de tales murmuraciones llegaron a los oídos de doña Luz, pero no hacían mella en su corazón.
Su madre era una tramposa capaz de todos los enredos y vergüenzas para conservar el falso oropel de su vida, su madre despreciaba las murmuraciones que herían hondamente el honor de la familia, dejaba a las hijas que se arrojasen en el peligro, arrastradas por la desesperada audacia de cazar un novio, y al final se entregaba como una perdida en brazos de un amigo de su esposo, se vendía infamemente cuando estaba próxima a la vejez, manchando todo su pasado, por una necesidad del orgullo.
Y la vanidosa señora, para afirmarse en su resolución, buscaba ejemplos y recordaba lo que tantas veces había oído en las murmuraciones infames de las tertulias: los innumerables casos de señoras tan decentes como ella, bien consideradas por la sociedad, y que habían hecho sacrificios iguales para salvar el prestigio de sus casas.
Espero, Linilla mía, que no darás oído a las murmuraciones villaverdinas.
Acaso lleguen a tus oídos ciertas murmuraciones de las gentes de Villaverde.
Y no porque la envidia o el orgullo fuesen causa de ello, que tales pasiones no tenían morada en aquel corazón generoso y sencillo, sino porque debido a las torpes murmuraciones villaverdinas o a presentimientos y recelos, muy naturales en una niña que ama y cree que es amada, la pobre Linilla temió, aun antes de corresponder a mi amor, que yo me prendara de Gabriela, cuya belleza y elegancia, no podían ser vistas sin interés por ningún mozo de mi edad.
Algo me cuenta de ciertas murmuraciones.
—¡Figúrate, por ejemplo, lo que pasaría en Madrid si mil o dos mil personas se dedicasen a escribir anónimos a todos los maridos engañados, a todas las mujeres vendidas, a todos los que tienen amigos falsos, a cuantos son objeto de murmuraciones, a los jefes de quienes se burlan los subalternos, a los robados por personas de quienes no sospechan, y a todos los que viven de ilusiones o bañándose en las aguas del olvido!—Pues añade el pasquín.
Si unas elecciones durasen mucho, acabarían con quien las maneja, a puro cansancio, molimiento y tensión del cuerpo y del espíritu, pues los odios enconados, la perpetua sospecha de traición, las ardientes promesas, las amenazas, las murmuraciones, las correrías y cartas incesantes, los mensajes, las intrigas, la falta de sueño, las comidas sin orden, componen una existencia vertiginosa e inaguantable.
Bien, hombre, biengruñó, dejémonos de murmuraciones.
Además, las señoritas de la Lage, por su alcurnia, por los humos aristocráticos de su padre, y la especie de aureola con que pretendía rodearlas, por su belleza, eran blanco de bastantes envidillas y murmuraciones: cuando no se las motejaba de orgullosas, se recurría a tacharlas de coquetas.

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