Ejemplos con sotana

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Después de varios chascarrillos, y en un momento de reposo y silencio, el señor Chapaprieta dijo recatadamente, como para su sotana: Parece confirmado que Su Santidad concede un título pontificio a los señores de Neira.
En esto entró el señor cura, venerable viejecito, a comprar dos cuartos de hilo negro para recoserse la sotana.
La sotana de merino lustroso, como barnizado, el vivo del alzacuello, una pinceladita de morado ardiente, casi carmín, el afeitado de bigote y barba, color violeta y azulenco pálidos, el resto del rostro, rojo vehemente y bruñido, los ojos, profundos y negros.
¿Por qué le iba a él con tales cuentos? ¿Para qué le había concedido autoridad? ¿Es que bajo la sotana no tenía nada de hombre? El que faltase a la buena disciplina de la casa, ¡a la calle inmediatamente! Más energía, y cuidado con molestarle de nuevo por tales insignificancias, pues entonces quien iría a la calle sería el.
La oían distraídos, hundiendo su mano en la sotana.
Y agarraba un puñado de su sotana con los dedos crispados, como si quisiera rasgarla.
Hundiendo una mano en las profundidades de la sotana sacó una petaca de oro, encendiendo un cigarrillo.
Sobre la negra sotana con ribetes rojos descansaba la cruz de oro.
Ninguna sotana cae en medio de la calle desfallecida de necesidad, pero son muchos los clérigos que pasan la existencia engañando al estómago, figurándose que se nutren, hasta que llega una dolencia cualquiera que les saca del mundo ¿Adonde va, pues, todo ese dinero? A la aristocracia de la Iglesia, a la verdadera casta sacerdotal, pues nosotros, dentro de la religión, somos gente de escalera abajo.
Y si surge un cura que, cansado de persecuciones, siente renacer el hombre dentro de la sotana y le larga una puñalada a su tirano, lo declaran loco.
Los pobres muchachos que ahora visten la sotana soñando con la mitra me causan el efecto de esos emigrantes que marchan a países lejanos, famosos por largos siglos de explotación, y los encuentran más esquilmados aún que su propio país.
Don Martín era para él un criado con sotana, al que hacía comparecer todas las tardes con diversos pretextos.
Adulaba a Mariquita, que no podía mostrarse esquiva con él a pesar de su sotana.
Verano e invierno, nunca oigo las cuatro en la cama, tengo la dentadura completa y como lo mismo que cuando don Sebastián venía con su sotana roja de monago a quererme quitar una parte del almuerzo.
Y los vecinos de las Claverías sentían halagado su orgullo de parias cuando veían al príncipe eclesiástico arrastrar su sotana de vivos rojos por los andenes de piedra para sentarse en el cenador y charlar más de una hora con la vieja, mientras los familiares permanecían respetuosamente de pie en la puerta de la verja.
El clérigo estaba tan impregnado del ambiente de la catedral, que en su cuerpo parecían resumirse todos los olores del templo: su sotana tenía el perfume mohoso de la piedra vieja y las rejas herrumbrosas, por su boca parecían respirar los canalones y las gárgolas la rancia humedad de los desvanes.
Mariquita tuvo que recoserme los bolsillos de la sotana, que se rompían con el peso de tantas pesetas.
El hundía sus manos sucias y huesosas en las profundidades de la sotana, sacando tres gruesos talonarios, uno rojo, otro verde y el tercero blanco.
Su bonete mugriento era siempre de algún canónigo que lo desechaba por viejo, su sotana de un negro verdoso y sus zapatos habían sido antes de algún beneficiado.
Si de tarde en tarde se sentía alguien enfermo durante la noche, era preciso despertar a don Antolín, y hundiendo éste la mano en las profundidades de la sotana, se dignaba restablecer con su llave la comunicación con el mundo.
Esteban, el segundo, que tenía trece años y gozaba de cierto prestigio entre los monaguillos de la catedral por la escrupulosidad con que ayudaba las misas, asombraba a Gabriel con su sotana roja y el roquete encañonado, y le ofrecía cabos de vela y estampitas de colores sustraídas del breviario de algún canónigo.
Iba de un lado a otro con el manteo terciado y la teja en la mano, un pobre sombrero sin rastro de pelo, abollado, con una capa de grasa en las alas, mísero y viejo como la sotana y los zapatos.
El cuadrado sombrero y el flotante paleto, que parecía una sotana, fueron remontando lentamente la escalera, con acompañamientos de golpes de bastón en cada peldaño.
No, ella le quería, y aunque le diese algún disgusto, consideraba a Rafael, a pesar de su sotana mugrienta y su cara de granuja, como un rendido trovador de los que en aquella época de romanticismo hacían el gasto en todos los extravíos de imaginación femenil.
Regalábale una sotana nueva, y al punto la rasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar a algún compañero pobre, con cuyo reparto iban ambos tan gallardos cubriendo con el manteo la desnuda trasera.
Todas las tardes, al anochecer, reuníanse allí los amigos de don Eugenio, la mitad de los cuales vestían sotana y pertenecían al clero de San Juan.
¡Vaya con el simpático viejecillo! Al verle con su blusa blanca que dejaba ver los pliegues de la recogida sotana, con el sombrero de jipi, el paño de sol y el abierto paraguas, se me antojó el tipo más hermoso del cura de aldea.
Es preciso que se los busque de acuerdo con sus tradiciones, es necesario que tenga en cuenta las enseñanzas de su historia, es preciso que las instituciones y la Forma de gobierno le vengan apropiadas, como a mí la sotana, a usted la levita, y a este joven el saquito corto.
Estoy cansada de ver que mi hijo, al amparo de la sotana, no es ni será nunca nada.
Es tarde y hay que acabar la sotana esta noche.

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