Ejemplos con lea

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ella llamó al detective Matthews para que reconociera el cadáver y para que lea un mensaje que estaba escrito en la pared del cuarto en el que murió Michael.
Entonces, se dirige a la oficina de Burns, pero no logra evitar que el anciano lea la carta llena de insultos.
En esta aventura, Obélix intenta aprender a leer, debido a que recibe una carta de Falbalá, para así no tener que pedirle a alguien que se la lea, porque le da mucha vergüenza.
El etiquetado oficial requiere que se lea Vin de Pays de.
Haz tantas poesías como se te antoje, pero por escrito, luego me las das para que yo las lea en secreto.
Es de buen gusto horrorizarse de tales engendros, y certísimo que el que más se horroriza no será por ventura el que menos los lea.
Razón tenían en su lugar, dirá quien me lea.
¿Es por esto mi confesión imposible? En cierto modo, yo puedo aliviarme del peso que me fatiga, sacándole fuera de mi alma, encadenándole en la palabra escrita, aunque nadie la lea.
Don Gregorio Salinasdijo Juana, me acaba de entregar esta carta, asegurando que será admitido en cuanto usía la lea.
¿No ve usted que aquí no hay quien lea, y los pocos que leen no tienen dinero?.
—No se lea la casa, que ya yo sé dónde es, respondió Monipodio, y yo soy el tuautem y esecutor de esa niñería, y están dados a buena cuenta cuatro escudos, y el principal es ocho.
—Tampoco se lea, dijo Monipodio, la casa, ni adónde, que basta que se les haga el agravio, sin que se diga en público, que es gran cargo de conciencia: a lo ménos mas querria yo clavar cien cuernos y otros tantos sambenitos, como se me pagase mi trabajo, que decillo sola una vez, aunque fuese a la madre que me parió.
¡Ea, señor don Quijote, duélase de sí mismo, y redúzgase al gremio de la discreción, y sepa usar de la mucha que el cielo fue servido de darle, empleando el felicísimo talento de su ingenio en otra letura que redunde en aprovechamiento de su conciencia y en aumento de su honra! Y si todavía, llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces, que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes.
Y ¿hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar, y tomar luego la que parecía principal de todas por la mano al atrevido caballero que se arrojó en el ferviente lago, y llevarle, sin hablarle palabra, dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos, y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que, por lo menos menos, dicen que suele valer una ciudad, y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que, tras todo esto, le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas, con tanto concierto, que queda suspenso y admirado?, ¿qué, el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores distilada?, ¿qué, el hacerle sentar sobre una silla de marfil?, ¿qué, verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio?, ¿qué, el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto que come suena, sin saberse quién la canta ni adónde suena? ¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere.
Ni yo tampoco añadió Sanchica, pero espérenme aquí, que yo iré a llamar quien la lea, ora sea el cura mesmo, o el bachiller Sansón Carrasco, que vendrán de muy buena gana, por saber nuevas de mi padre.

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