Ejemplos con lacónica

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los edificios de la ciudad de la superficie son de una estructura majestuosa mientras que la ciudad subterránea de los trabajadores resulta más sencilla, lacónica y sombría.
El Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, ocasionalmente llamado Premio de Poesía Aguascalientes, Premio Aguascalientes de Poesía o, de manera más lacónica, Premio Aguascalientes, es el de mayor prestigio y tradición en su género en México.
Su arquitectura es sencilla y lacónica.
En realidad, no sabemos nada de Heremigario ya que Hidacio, única fuente para su estudio, sólo lo menciona de forma lacónica:.
Un aspecto interesante e impactante de la personalidad de Howard es que, en contraste con las formas acostumbradas de los héroes típicos, no se lanza a explicar sus puntos de vista y por qué el mundo no es lugar justo por medio de largos y apasionados sermones y monólogos, todo lo contrario, Howard lo hace de forma desdeñosa, lacónica y altiva.
Estos libro no fueron ninguna gran recopilación prolija de los sucesos históricos sino que se trataba de algunas breves notas, una lacónica mención de los hechos extraordinarios, etc.
publicó en su primer número la siguiente lacónica, pero endemoniada gacetilla: El lunes se ha trasladado a las habitaciones del piso principal de la fonda de la Estrella el Excelentísimo señor duque de Tornos, conde de Buenavista, que estaba hospedado en casa de don Rosendo Belinchón.
Al oírlo, Peñuela salió conmigo a la puerta, y señalando calle abajo me dijo en forma seca y lacónica: En esta misma acera verá usted, tres casas más allá, una que no tiene más que un piso alto, con un balcón y dos ventanuchos.
Después, la voz del marido sonó en el silencio de la habitación, lacónica, triste y monótona:.
Llegó el médico, y en su breve visita recogió con frase lacónica todas las esperanzas que había en la casa, para llevárselas como un alquilador que retira los objetos de su pertenencia después que han prestado servicio por la estipulación y tiempo convenidos.
Faltaba también el tío Frasquito, que, con gran indignación de Currita, no se había tomado el trabajo de disculpar su ausencia, y faltaba Leopoldina Pastor, que la había disculpado tan sólo con una lacónica esquelita, diciendo que un indecente orzuelo le había aparecido en un ojo, poniendola de humor malísimo.
-Esta noche tengo que hacer -repuso lacónica y secamente Caballuco.
Aun en tales momentos, aunque parezca extraño, la idea no se eclipsó por completo en su espíritu y quiso razonar en breves palabras una situación que por su índole especial debía ser lacónica.
Pero en vez de él llegó a vueltas de correo la lacónica carta siguiente:.
La Camelia era más lacónica y más elocuente, decía: «El Sr.
El Zurdo dio una orden lacónica.
Felipe oyó un suspiro, expresión lacónica y hermosísima de un alma que se sentía impotente para hacer el bien que deseaba.
Aun en tales momentos, aunque parezca extraño, la idea no se eclipsó por completo en su espíritu y quiso razonar en breves palabras una situación que por su índole especial debía ser lacónica.
En casa me esperaba una cartita muy lacónica de María Blanco, diciéndome que todos estaban buenos y pidiéndome noticias mías.
No es el primer simbolista, sino un poeta original cuyo temperamento produjo una poesía nerviosa, vibrada, lacónica, plástica, pero no alucinada, ni materialista, ni indiferente.
Éstos entran dando resoplidos y tirando el sombrero encima del mostrador, pasan una revista a los frascos de perfumería, y se tumban, por último, sobre lo primero que hallan a propósito, dirigiendo al guantero precisamente esta lacónica pregunta: -¿Qué hay? Ávidos de impresiones fuertes con qué matar el fastidio que los abruma, son la oposición de la Guantería, siquiera se predique en ella el Evangelio, y arman un escándalo, aunque sea sobre el otro mundo, con el primer prójimo que asoma por la puerta.
Don Braulio vio todo lo que quiso: la cocina, el comedor, la sala, el gabinete, todo a lo pobre, pero limpio, menos pobre por la sencillez lacónica, pudiera decirse, de las costumbres y necesidades de aquella gente.
En consecuencia de esto, los Éforos dieron principio por enviar a Cleómenes a que tomara el templo y castillo de Atena, llamado Belbina, punto que viene a ser la entrada de la región lacónica, y que era entonces objeto de disputa con los Megalopolitanos.
Con respecto al calor y al frío, se había acostumbrado de manera que parecía formado exprofeso para las estaciones tales cuales por los dioses eran ordenadas, y era para los Griegos que habitaban en el Asia el espectáculo más agradable ver a los gobernadores y generales, que antes eran molestos e insufribles, y que estaban corrompidos por la riqueza y el regalo, temer y lisonjear a un hombre que se presentaba con una pobre túnica, y hacer esfuerzos por mudarse y transformarse a una sola expresión breve y lacónica, de manera que a muchos les venía a la memoria aquel dicho de Timoteo: Tirano es el dios Ares, mas a Grecia el oro corruptor no la intimida.
¡Tan arreglada, tan contenida y propiamente lacónica fue en todas partes su conducta y su tenor de vida! El otro, en cambio, ni de joven puso freno a sus apetitos por su pobreza, ni de viejo por la edad, y mientras daba a sus ciudadanos excelentes leyes sobre el matrimonio y la continencia, él an- daba derramado en amores y en liviandades, como dice Salustio.
Habiendo ellos hecho lo que se les mandaba, dicen que Pasmado entonces Pausanias de ver allí aquellos lechos de oro y plata de tal suerte cubiertos, aquellas mesas de oro y plata asimismo, aquella vajilla y aparato de la cena tan espléndido y brillante, mandó a sus criados que le dispusiesen una cena a la Lacónica, para hacer mofa y escarnio de la prodigalidad persiana.
No paró aquí Hipóclides: descansó un poco, e hizo que le trajesen una mesa, la cual puesta allí, bailó primero sobre ella a la Lacónica, después danzó a la Ática con gestos muy ajustados, finalmente dio sus tumbos encima de la mesa, la cabeza abajo y los pies en alto, haciendo manos de las piernas para los gestos.
Otro día, notando que cuando quería leer, la imagen pérfida de aquella mujer empañaba mis ojos con lágrimas y me entrampaba los renglones, me decidí a escribirle una carta lacónica y explícita, rogándole que me dejase en paz, que tuviera compasión de mí, pues era la primera vez que una mujer, a quien ningún daño había hecho, me martirizaba y se divertía conmigo, haciéndome llorar y quitándome el sueño.
Ayer por la mañana cogí su amorosa y lacónica carta, que decía así, poco más o menos: «Marcelina, es la primera vez que amo y quizá sea la última.
El palacio de los Ozores era de don Carlos, sus hermanas se lo dijeron en otra carta fría y lacónica:.

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