Ejemplos con hecatombes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al este del templo se encuentra aún el altar sobre el que se procedía a las hecatombes o sacrificios de cien toros.
Canta los crímenes de la Villette, canta el canal legendario de aguas enlutadas, con la guillotina en el fondo, elevándose en terrible silueta, canta las miserias en Menilmontant, con sus tortuosas callejuelas y sus solares desiertos, con la ortiga brotando del abandono, con su población miserable acampando alrededor del cementerio de Père Lachaise, en el que se ven desfilar los entierros como vagas apariciones, canta las hecatombes del matadero con el más ferviente realismo, canta las angustias de Saint Lazare con todos los horrores de aquel hospital inmenso, y con su voz cavernosa adquiere la solemnidad de un profeta que narra a su alegre auditorio las angustias todas, todas las desdichas que palpitan ignoradas, como en dilatado desierto, en este París que pone en música lo mismo sus glorias que sus más negras desventuras.
Y a la verdad, ¿quién osará disputarle la supremacía, así como ninguna obra puede competir con su , valiente y atrevida, y su reflexiva y prudente ? ¿Quién, como él, ha cantado tu grandeza y la de los demás dioses, tan magníficamente como si nos hubiera sorprendido en el Olimpo mismo y asistido a nuestras asambleas? ¿Quién contribuyó más a que el odoro incienso de la Arabia se quemase abundantemente ante nuestras imágenes y se nos ofreciesen pingües hecatombes, cuyo sabroso humo, subiendo en caprichosos espirales, nos era tan grato que aplacaba nuestras iras? ¿Quién, como él, refirió las batallas más sublimes en más hermosos versos? Él cantó a la divinidad, al saber, a la vírtud, el valor, al heroísmo y a la desgracia, recorriendo todos los tonos de su lira.
La dulzura de su carácter, el odio que le inspiraba la violencia después de sus tres años de guerrillero, le hacían apartarse de los nuevos camaradas, que soñaban con hecatombes por la dinamita y el puñal para aterrar al mundo, obligándolo a aceptar por el miedo las nuevas doctrinas.
pues Síntesis de este hecho y resumen de él fueron las horrorosas hecatombes de Barcelona a principios del año siguiente, cuando los envenenados odios y disputas que desgarraban el seno de la familia realista parecían no poder aplacarse sino engolosinando a uno y otro partido con carne de liberales.
Pues bien, como no necesito que haya una masa famélica para formar electores que recreándoles los oídos, dándoles por todas sus aficiones, prometiéndoles el sol, la luna y las estrellas, me den sus sufragios para ser diputado, o concejal, porque no soy político, como no he de menester una masa de pobres para justificar la hipócrita caridad cristiana, ni predicarles recompensas futuras, para explotar su candidez, ni sustraerles los céntimos del bolsillo haciéndoles creer en un Dios que no existe, ni en mundos celestiales dignos de los soberanos papanatas que creen en tales paparruchas, porque no soy religioso, como no me precisa que haya grandes masas de proletarios para formar numerosos ejércitos que defiendan fronteras ni intereses coloniales, puesto que no tengo patria, como he logrado extirpar de mi ser los instintos de guerra y no sueño en grandes revueltas populares que sólo sirven para que el pueblo sea asesinado por sus propios hijos con gran contento de los agitadores y periodistas, que realizan pingües beneficios relatando las hecatombes proletarias, porque esos procedimientos represivos y dolorosos lastiman mis sentimientos de humanidad, como no soy agitador redentorista, no veo la necesidad de una masa de miserables que me erija en su santón y jefe, como no soy embustero ni capitán Araña, no creo en la teoría que nuestros doctos y sapientísimos directores de muchedumbres formulan: que a mayor número de hambrientos, mayor número de rebeldes, por entender que el hambre en tu casa y no en la mía, es lo que castra las energías de los padres de familia que se ven obligados a someterse, muy a pesar suyo, lo reconozco así, a las imposiciones del burgués, para no ver padecer de hambre a sus hijos, y que esas hipócritas jesuitas y salvajes frases, que dan a entender se desea que el trabajador se vea en continuo tormento, son propias para los que se dedican a explotar y sacar el jugo de las miserias humanas.
La gallina insistió en que su desgracia era mayor, ya que el mismo hombre le quitaba los huevos, los pollos y hasta la vida, a veces, pero la perdiz le contestó que siquiera le daba algo en cambio, y no la mataba sin necesidad mientras que de ella hacía hecatombes, por puro gusto.
El invierno despliega todo su rigor, y la Sequía empieza su abyecta cosecha de osamentas, volteadas -lastimosos hecatombes- por sus hijos mayores, el Hambre y la Sed.
No había vecino que no se empeñase en impedir que saliera hacienda del campo de don Aristóbulo, lo que, con el tiempo, no fue siempre cosa fácil, pues a pesar de las sequías y de las epidemias que de vez en cuando hacían hecatombes entre las vacas, las ovejas y las yeguas, ya por demás amontonadas, se habían multiplicado excesivamente.
Los arroyos crecidos vieron formarse en su cauce tajamares de carne, con manadas enteras de yeguas caídas unas encima de otras, enceguecidas, hecatombes como nunca las vieron iguales los dioses más temidos de la antigüedad.

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