Ejemplos con excusador

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al verse de aquel modo en ridículo, el excusador, que tenía un temperamento susceptible y bilioso, como todos los artistas, se enfureció terriblemente.
Al cabo de un rato, el seminarista y el excusador eran los mejores amigos del mundo, y se abrazaban y besaban tiernamente vertiendo lágrimas.
Con todo, mientras hacía inútiles esfuerzos por desasirse, anunciaba verbalmente su intención irrevocable de cortar las orejas al excusador.
Habían entrado en la finca algunos paisanos de los que bebían en el lagar, para seguir haciéndolo en compañía del excusador y Celesto.
Comieron alegremente, corrió bastante el jarro del vino, Andrés bebía sidra embotellada: cambiáronse muchas pullas entre Celesto, Máxima, Andrés y el excusador.
José el excusador, que había cantado en la misa.
Al cabo vino a averiguarlo, cuando el excusador puso a su monstruo un gorro frigio sobre la cabeza.
En pie, delante del púlpito, seguía con gran curiosidad las palabras del excusador, haciendo inútiles esfuerzos por adivinar a quién se refería.
Con esto el excusador se animaba hasta querer echar las entrañas por la boca a puros gritos.
El excusador principió en tono muy bajito, muy bajito, para mayor solemnidad.
Cuando el excusador subió al púlpito, terminada su plegaria, no pudo reprimir un gesto de impaciencia.
Volvió el excusador a cantar otra letra y tornaron las mujerucas a responderle con el mismo estribillo: y así por varias veces.
José y todos los fieles a coro dijeron buena porción de oraciones, que a nuestro joven le parecieron una misma, o por lo abstraído que estaba, o porque en realidad no discrepasen mucho unas de otras, rompió el excusador a cantar alto y tendido un villancico a la Virgen sin acompañamiento de órgano, porque no lo había, ni de instrumento musical alguno.
José, el excusador: el mejor orador del concejo, un pico de oro tales habían sido las palabras del párroco para encarecer las dotes de su coadjutor.
Entre el excusador y Celeste le llevaron a casa.
Al otro día, aunque no era domingo, se afeitó como si lo fuese, se puso otro pantalón, metió en los dedos todas sus sortijas, y después de tomar el chocolate en compañía del excusador y de ofrecerle un cigarro puro, generosidad que sorprendió mucho al clérigo, fue a su cuarto a arreglar un poco el cabello, y al instante salió de casa y tomó el camino del Molino con los ojuelos chispeando, seco el gaznate y los labios trémulos.
Llamaron después a un ciego que tocaba el violín, y debajo de los pomares, sin ser vistos de la gente, armaron un animado baile cerca del grupo de bebedores, donde Celesto y el excusador aún seguían dándose mutuas satisfacciones.
Al cabo de algunos días, y después de curarse la herida de la cabeza, determinó dejar la casa de su hermano y trasladarse al pueblo, donde el tabernero se acomodó a mantenerle, lo mismo que a su otro huésped, el excusador de la parroquia, por un módico estipendio.

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