Ejemplos con estentóreo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mil truenos corriendo a lo largo del valle no imitarían la repercusión prolongada de aquel mugir estentóreo.
Y con el estruendo de la madera y el vidrio se juntó el estentóreo vocerrón del hombre grande y cojo, que así decía: Sepan los que han hablado mal de Prim, que yo, José Milmarcos, sargento de la guerra de África, me paso sus lenguas por donde me da la gana, y.
Yo gritaba: ¡Gracián, Gracián! Se perdía mi voz en el bramido estentóreo del viento y la mar, que esto era el pueblo, océano revuelto y aires desencadenados.
Aquí no pudieron contener los mozalbetes su entusiasmo, y fue tal la algazara y el jaleo de pies y manos, que los transeúntes se detenían en la calle sorprendidos por el estentóreo ruido.
Una tremenda carcajada y un nuevo viva estentóreo volvió a vitorearlo.
—¡Poca vara alta quiero yo!—gritó el sargento con acento estentóreo—.
Hasta donde era posible me daba por no apercibido de estas amabilidades, que llegaron a alarmarme seriamente, cuando vi que un indio lo atropelló al padre Marcos, pechándolo con el caballo, en medio de un grito estentóreo, cariño que el reverendo franciscano recibió con evangélica mansedumbre, a pesar de haber andado por las gavias, mismo que su compañero, el padre Moisés, que simultáneamente era objeto de otra demostración por el estilo.
Me cargó y me suspendió vigorosamente, dando un grito estentóreo, lo cargué y suspendí, dando un grito igual.
Y, como las cañas de maíz le desobedecieran, balanceadas por el viento, repetía estentóreo, mientras alternativamente sentíase caer o se incorporaba en fugitivo equilibrio:.
Momentos más tarde, alegres gritos partían de la casa del cuatrero al mismo tiempo que una voz de mujer, aguda y desafinada, cantaba con acento estentóreo:.
Yo gritaba: «¡Gracián, Gracián!» Se perdía mi voz en el bramido estentóreo del viento y la mar, que esto era el pueblo, océano revuelto y aires desencadenados.
Y con el estruendo de la madera y el vidrio se juntó el estentóreo vocerrón del hombre grande y cojo, que así decía: «Sepan los que han hablado mal de Prim, que yo, José Milmarcos, sargento de la guerra de África, me paso sus lenguas por donde me da la gana, maño y moño.
Mil truenos corriendo a lo largo del valle no imitarían la repercusión prolongada de aquel mugir estentóreo.
»tu estentóreo graznar que me importuna?»-.
A este estentóreo grito de furor contesta don Anselmo cerrando de un golpazo formidable la ventana.
Y aquel ¡oh! emitido tan patéticamente que conmovió a la hirviente tertulia, fue precursor de un saludo gloriosísimo, inesperado, estentóreo.

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