Ejemplos con enfermita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Volveré, volveré a ver a nuestra enfermita no hay que llorar.
Pero es indispensable que la enfermita vea el campo.
Y ella a mí: 'Hermana, está usted enfermita del caletre, y es menester curarla.
¡Dios mío! Yo no quiero nada para mí, me contentaré con tomar en la calle un hueso crudo de los que se arrojan a los perros, y roerlo, pero que no falte a mi inocente y desgraciada enfermita un pedazo de pan de trigo y una hila de carne.
La buena Siseta se ha quedado acompañando a mi querida enfermita.
Al año de estar en la buñolería, la hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron a la enfermita y sus padres en completo abandono.
Vi a la sobrina de Campos subir al coche, haciéndose la interesante con su languidez de dama enfermita, vi al viejo Marqués engomado y lustroso, como un muñeco que acaba de salir del taller de juguetes, vi a Salvador tomando en brazos y besando con el mayor gusto al niño de la Marquesa.
Entre los muñecos de carne y la enfermita.
Sin saber por qué pensó mil veces en la cariñosa enfermita, oyó su vocecilla aflautada: «Vuelva usted, doctor.
Mostró su asombro de que supiesen ellas el viaje del papá de la enfermita sin encontrarlas aterradas.
»Esto me lo dijo al despedirse en el vestíbulo, y como sabía o sospechaba lo de los amores de Luz, preguntome, sonriendo maliciosamente, si la enfermita había tenido algún disgustillo estando sana.
Y ella a mí: 'Hermana, está usted enfermita del caletre, y es menester curarla.
Pero es indispensable que la enfermita vea el campo.
El simpático doctor no las tenía todas consigo, y vigilaba el corazón de la enfermita, entendiendo que de allí provenía todo el mal.
Más que nada les inquietó la recrudescencia del prurito locuaz e imaginativo de la pobre enfermita, y en calmarla y hacerla callar emplearon mucho tiempo, y todos los recursos del ingenio de ambos: «Que el Niño Jesús había venido a preguntar por ella, dejando su tarjeta en el portal, y diciendo que se enfadaría si la niña no se callaba y se dormía.
- ¡Mi pobre Luisa! ¡Mi triste enfermita!.
Allí estaba la enfermita, sola.
¿Le negarían ellos un rincón, un refugio a su querida enfermita?.

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