Ejemplos con centella

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En El Cebollal en La Montañona en la zona del Naranjito se encuentran obsidiana y piedra centella.
Entre sus firmas y colaboradores más conocidos se encuentran Juan Luis Arsuaga, Manuel Toharia, Enrique Coperías, Miguel Angel Sabadell, Antonio Muñoz Molina, Ramón Núñez Centella, Jesús Marchamalo, César Vidal, Jorge Alcalde, Amelia Die, María José Casado, Eulalia Sacristán, José Angel Martos, Angela Swafford, Vicente Fernández de Bobadilla, Abraham Alonso, Alberto Porlan y Vladimir de Semir.
Doña Rebeca salió del cuarto como una centella y en seguida volvió con un chal en la mano.
Al ir cayendo el sol se distinguían los coches a lo lejos por la móvil centella de sus faroles, pero confundidos ya colores y formas, cansábanse los ojos de Lucía en seguirlos, y con renovada melancolía se posaban en el mezquino y ético jardín.
El fuego de aquel lugar de maldición era tan intenso, que una sola centella reducía a polvo una piedra de molino, si caía sobre un globo de bronce lo derretía al punto, como si fuese de cera, y si en un lago reducido a hielo, lo hacía hervir en un instante.
Se desplomó un trozo del muro hecho de barro y estacas, y por la negra brecha salió como una centella un monstruo espantable.
Ese Primitivo no sabrá casi leer ni escribir, pero es más listo que una centella, y ya en vida del tío Gabriel se echaba mano de él para todo.
De la subitánea muerte del rayo y de la centella libra este Trisagio, y sella a quien lo reza: y advierte.
Lo mismo era tu padre ¡qué hombre! Eres una centella Ya te he dicho que con muchísimo gusto te llamaré hijo mío.
Lo mismo era tu padre ¡qué hombre! Eres una centella.
-Es que hay temores de que se levanten partidas -dijo Pepe Rey sintiendo que una centella corría por todos sus miembros- y el Gobierno está decidido a aplastar a los orbajosenses, a aplastarlos, a hacerlos polvo.
Y a todo esto, en los campos de batalla, en los desfiladeros, en las escarpadas laderas, en todas partes donde había moros, o romanos, o gentes enemigas de la fe cristiana o de las patrias libertades, o del común sosiego o de los fueros de la justicia, se veía, veloz como la centella, fiero como el león, un hombre largo y enjuto, cabalgando en un rocín de escasa talla, sin casco ni armadura, con la cabeza descubierta y bañada en luz, el pelo revuelto y las barbas erizadas, entrando por lo más espeso de la refriega, enristrada la lanza.
Cual una centella reanimó y encendió esta voz las apagadas esperanzas de Pedro.

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