Ejemplos con campanero

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por las tardes se reunían en las habitaciones del campanero, saliendo, cuando el tiempo era bueno, a la galería de la portada del Perdón.
Gabriel le conocía: era Mariano el campanero, y para evitar que pudiese verle, permaneció inmóvil en la plaza, dejando que se precipitasen por la puerta del Mollete las gentes ansiosas de penetrar en la Primada, como si pudieran robarlas el sitio.
Era el campanero, que acababa de dar la vuelta al templo, abriendo todas sus puertas.
El campanero sostuvo la cancela para que saliesen.
En la obscuridad deslizábanse las manchas negras de algunos manteos camino de la sacristía, deteniéndose con grandes genuflexiones ante cada imagen, y a lo lejos, invisible en la obscuridad, adivinábase al campanero, como un duende incansable, por el ruido de sus llaves y el chirriar de las puertas que iba abriendo.
El campanero se cruzó varias veces con él, siguiéndole con mirada inquieta, como si le inspirase poca confianza aquel desconocido de mísero aspecto vagando a la hora en que las riquezas de las capillas no pueden ser vigiladas.
Con la marcha del estudiante acababan en casa de los Luna las veladas, en las que el campanero, el pertiguero, los sacristanes y demás empleados del templo escuchaban la voz clara y bien acentuada de Gabriel, que les leía como un ángel, unas veces las vidas de los santos, otras los periódicos católicos que llegaban de Madrid, y en ciertas noches un con tapas de pergamino y ortografía anticuada, venerable ejemplar que había pasado en la familia de generación en generación.
Por las tardes, cuando terminado el coro se cerraba la catedral, Gabriel subía a las habitaciones del campanero, asomándose a la galería de la puerta del Perdón.
Mariano, el hijo del campanero, un muchacho de la misma edad del seminarista, unido a él por el respeto que le inspiraba su sabiduría, lo guiaba en sus excursiones por las alturas del templo.
El hijo del campanero, examinando los excrementos perdidos en el polvo, enumeraba todas las aves refugiadas en la cúspide de la montaña de piedra.
El hijo del campanero iba con él.
Mariano el campanero se fue también.
Cansado de la charla de las mujeres asomadas a las puertas de las Claverías, subía a la habitación del campanero, su antiguo camarada de armas, o descendía al jardín por la monumental escalera de Tenorio cuando estaba abierta o por el arco del Arzobispo atravesando la calle.
Este encuentro diario establecía en ellos cierta fraternidad, y entre carraspeos y toses se lamentaban del frío de la mañana y de lo tardo que era el campanero en bajar a la iglesia.
Muchas veces, el campanero corría a la torre para hacer los toques ordinarios, pero su sitio vacío lo ocupaba un viejo manchador del órgano y gentes de la sacristía, que subían atraídas por lo que se hablaba de esta reunión entre el personal menudo de la Primada.
El campanero corría por las naves agitando su llavero, que asustaba a los murciélagos, cada vez más numerosos.
El campanero y los amigos le admiraban.
¡El trabajo!dijo el campanero con énfasis.
¡Es verdad!decía el campanero con voz sombría.
No tardaban los amigos en buscarle, y ahora el campanero, después el manchador, luego el pertiguero, el perrero o el zapaterín, iban agregándose al grupo de que era núcleo el.
Ahora nos juntamos en la torredecía el campanero.
Luna frecuentó las reuniones de casa del campanero.
Váyase con los amigos, en la habitación del campanero le estarán esperando.
Gabriel pasaba las últimas horas de la mañana en la habitación del campanero.
El campanero, más rudo y silencioso que los otros, era, sin embargo, el más audaz en la conversación.
El campanero había desaparecido.
Mariano el campanero invitó a los amigos a oír la serenata en la galería grecorromana de la fachada principal.
Más allá extendían sus arcadas de medio punto dos galerías de palacio italiano, a las que más de una vez se había asomado Gabriel cuando jugaba, siendo niño, en la vivienda del campanero.

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