Ejemplos con campaneros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El templo dispone de torre de planta cuadrada situada en la esquina suroccidental, lisa hasta que se alcanzan los vanos campaneros.
Durante la Edad Moderna en España se consideraba esta aleación como la más idéonea para fundir piezas de artillería, de manera que la construcción de los cañones estaba en manos de los maestros campaneros.
Las campanas tocaban a somatén, ocupándose en el servicio los chicos del pueblo, por ausencia de los campaneros, y el cañón francés empezó desde muy temprano a ensordecer el aire.
Salían del templo algunos hermanos de la Vela Perpétua, los vicarios departían en el cuadrante con los campaneros, y en la esquina opuesta una vendedora de frutas secas dormitaba en espera de marchantes, a la luz de un farolillo de papel.
Los campaneros de los conventos ricos tenían por subalternos dos muchachos esclavos, que vestían el hábito de donados.
Los campaneros y sus ayudantes, que vivían de perenne atalaya en las torres, tenían orden de repicar siempre que por la plazuela de sus conventos pasasen el virrey o el arzobispo, práctica que se conservó hasta los tiempos del marqués de Castel-dos-Ríus.
Interrogarlos los campaneros, contestaban, y con razón, que ellos no tenían para qué meterse en averiguaciones, estándoles prevenido que repitiesen en todo y por todo el toque de la matriz.
Cansado de mirar o no pudiendo ver lo que buscaba allá, hacia la Plaza Nueva, adonde constantemente volvía el catalejo, separose de la ventana, redujo a su mínimo tamaño el instrumento óptico, guardolo cuidadosamente en el bolsillo y saludando con la mano y la cabeza a los campaneros, descendió con el paso majestuoso de antes, por el caracol de piedra.
Mientras el acólito hablaba así, en voz baja, a Bismarck que se había atrevido a acercarse, seguro de que no había peligro, el Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba lentamente sus miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos.
Si los pilletes hubieran osado mirar cara a cara a don Fermín, le hubieran visto, al asomar en el campanario, serio, cejijunto, al notar la presencia de los campaneros levemente turbado, y en seguida sonriente, con una suavidad resbaladiza en la mirada y una bondad estereotipada en los labios.

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