Ejemplos con campanas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entre el bosque innumerable de menudos y apretados chorros de agua, desde la tierra al cielo, y cuya tupida y abovedada ramazón eran las nubes grises y cárdenas, el tembloroso lamento de las campanas basilicales se extraviaba y desfallecía.
Mi alma estará triste hasta la muerte, muertos mis oídos a las campanas de resurrección, muertos mis ojos a los colores de primavera.
Dentro de poco resonarán las alegres campanas en toda la cristiandad.
Ahora tañen las campanas de la catedral y nos atruenan.
Son para ver los gigantones y las campanas.
Arriba, el viento tibio pasaba murmurando entre las grandes rejas que servían de jaulas a las campanas.
Un día, Gabriel quiso subir al departamento de las campanas.
Fuera de la catedral sonaban las campanas.
La torre de las campanas ocultaba un pedazo de cielo, ostentando sobre sus flancos rojizos, ornados de junquillos góticos y contrafuertes salientes, las fajas de mármol negro con cabezas de misteriosos personajes y escudos de armas de los diversos arzobispos que intervinieron en su construcción.
En este pequeño espacio de cielo libre, mostraba a la luz del alba los tres arcos ojivales de su fachada principal y la torre de las campanas, de enorme robustez y salientes aristas, rematada por la montera del alcuzón , especie de tiara negra con tres coronas, que se perdía en el crepúsculo invernal nebuloso y plomizo.
En lo alto, cerca de los pináculos de piedra blanquísima, mostrábanse las campanas tras de enormes rejas, como pájaros de bronce en jaulas de hierro.
El barrio de San Sulpicio, con sus calles tranquilas y silenciosas a la española y sus beatas de velo negro que pasan rozando los muros del Seminario, atraídas por el toque de las campanas, fue para el seminarista español lo que el camino de Damasco para el apóstol.
A las puertas del lugar salieron los muchachos y los hombres de a pie a recibir la lucida cabalgata, y todos entraron por aquellas calles al son de las campanas que se habían echado a vuelo, entre vivas y aclamaciones, y atronando el aire a tiros de cuantas escopetas estaban servibles en Villafría.
¡Ah! ¡Qué alegremente que repicaban las campanas! ¡Cómo olían los aires a primavera! Venían las brisas cargadas de azahar, y esparcían por la ciudad no sólo el aroma de los naranjales, sino los mil olores de los huertos y de los bosques cercanos, los aromas embriagantes de las amapolas, de los acónitos y de los florecidos, como si la naturaleza despilfarrara todos sus perfumes en obsequio de los niños que volvían a sus hogares.
Aun no cesaba la música de las mil campanas villaverdinas.
Las campanas de los relojes atrajeron su atención, haciendo que mirase el suyo a la luz de un farol.
¡Las campanas de la ciudad natal! Grave y solemne la de la Parroquia, gritonas y disonantes las del Cristo, destemplada la de San Antonio, muy compasada y majestuosa la del convento franciscano.
Las campanas de la Parroquia soltaron en ese momento alegre repique.
Escuchar el rugido o el llanto de las olas, el zumbido de la población despierta y la respiración de la población dormida, el de los centinelas, el canto de las aves, el repique de júbilo de las campanas o su toque de agonía:.
hasta cierto punto: las campanas, los coches, los pianos, los organillos, las murgas, todos los ruidos gozosos de la capital habían callado.

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