Ejemplos con alambrados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los curiosos recorrían los alrededores para admirarlas trincheras recién abiertas y los alambrados con púas.
Las viñas alineaban sus masas de pámpanos a lo largo de los alambrados que las servían de sostén.
¡El toro, Barigüí! El puede más que los alambrados malos.
Plantaciones, por inaccesibles que hubieran sido dentro del monte, alambrados, por grande que fuera su tensión e infinito el número de hilos, todo lo arrolló el toro con sus hábitos de pillaje.
El aire está inmóvil y un hálito abrasador parece desprenderse de aquellas tierras chatas y áridas, cortadas en todas direcciones por los tapiales, los setos vivos y los alambrados de los potreros.
Quilapán, inquieto y receloso, vio de día en día aproximarse a su choza los alambrados del señor, preguntándose dónde se detendrían, cuando un desgraciado incidente que le atrajo el enojo de un elevado funcionario judicial, impidió a don Cosme dar fin a su empresa.
La verdad es que aunque nadie lo hubiese todavía tenido a tiro, nadie tampoco había que no le hubiera visto correr a lo lejos, por lo menos una vez, y esto, sin que los alambrados parecieran incomodarlo.
Y era preciso entonces verlo galopar por lomas y cañadas, siempre en línea recta, saltando los alambrados con todos sus caballos y cortando campo hasta por los pantanos más fieros, sin detenerse jamás, sino cuando había llegado, y sin que nunca, cualquiera que fuese el número de leguas, ni él, ni sus caballos, se hubieran cansado jamás.
-¿Estás seguro de haberla visto atravesar los alambrados?.
Don Salvador volvió a manejar las cosas como antes lo había hecho, y en muy pocos días se empezó todo a componer, cada cual hizo lo que tenía que hacer y lo hizo como debía, los animales, bien atendidos, no tardaron en reponerse y en dar todo el producto que de ellos esperaba el amo, los alambrados, bien compuestos, no dejaron ya pasar intrusos y no hubo más quemazones intempestivas, cada majada con su pastor, cada pastor con su majada, y volvieron a lograrse las pariciones, las vacas, repartidas en los potreros juiciosamente aprovechados, engordaron a ojos vistas, y el resultado de todo esto fue que, al año, había recuperado don Salvador todo lo perdido.
Hubiera querido conseguir -lo que entonces era todo un lujo-, algunos postes y un poco de alambre para cercar su plantación y protegerla contra el diente pertinaz de las ovejas, pero cuando vio el patrón la dichosa plantación ésta, se echó a reír, y le dijo que costaban demasiado los alambrados para emplearlos tan mal.
En los corrales, las aguadas y los alambrados, construídos sin mezquindad, y hasta con lujo, había realizado don Manuel uno de sus más caros deseos, pero ni él ni Gregoria habían soñado todavía con un bienestar que nunca conocieron, y tampoco sus hijos lo anhelan, rudos y sencillos colaboradores que son, todavía, de primera mestización, de una naturaleza apenas desbastada.
¿Entonces, qué? ya empezaban los alambrados intrincados de las chacras del pueblo.
Siempre van ofreciendo menos precio por ellos, dicen que son puro hueso y que no los quieren los frigoríficos, que vale más un mestizo de tres años que un criollo de cinco, que esta hacienda arisca atropella por el camino los alambrados, que por cualquier cosa se espanta y que ya pronto ni de balde los comprarán.
Cuando ya habían cesado los rumores y las especulaciones, y que se había vuelto a dormir el pueblo viejo, en el almohadón de su perezosa vida colonial, forrado ahora con la esperanza ya crónica, por lo lejana, del soñado ferrocarril, se llegó a saber, un día, que venían cruzando los campos, desde una importante estación de la línea principal, dos ingenieros y varios peones, medían, tomando notas sobre la disposición del terreno, desatando, sin decir nada a nadie, y volviendo a atar, con toda perfección, los alambrados, y seguían su camino, en derechura al pueblo.
Del piso bajo hasta el último, de donde se domina, sin poder alcanzar a ver su límite, los potreros alambrados, poblados de haciendas de gran precio, el edificio está adornado de muebles ricamente tallados, de alfombras lujosas, de cortinados espléndidos.
Por lo que era de vender algunos de éstos, era cosa de pasar años sin que se presentara la ocasión, pues a los agricultores extranjeros, les daba por comprar puras yeguas para arar, en vez de caballos, y los mismos estancieros de nueva ley empezaban a cuidar sus vacas mansas, en potreros alambrados, con cuatro mancarrones mantenidos a maíz, para toda la estancia.

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