Categoría gramatical / tiempo verbal de prendé

Existen varias categorías gramaticales para Prendé dependiendo de su origen, puedes verlas todas a continuación.

Como Conjugación De Prendar

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

1ª Persona Singular Del Pretérito Perfecto De Indicativo De Prendar

El Pretérito Perfecto de Indicativo se utiliza para hablar de acciones que tuvieron lugar en el pasado y ya han concluido en el momento en el que se habla. Veamos algunos ejemplos:

  • Ya te dije todo lo que necesitabas hacer.
  • Juan vino ayer a darme todas las explicaciones.
Expresa una acción que tuvo lugar en el pasado y ya no tiene relevancia para el presente

Como Conjugación De Prender

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

Verbo Intransitivo

Los Verbos Intransitivos son aquellos que no necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Imperativo Singular De Prender

El Imperativo se utiliza para expresar un mandato o hacer una petición de manera explícita por el orador. Veamos algunos ejemplos:

  • Haz lo que te digo o atente a las consecuencias.
  • Decid la verdad a todo lo que se os pregunte.

Ejemplos con la palabra Prendé

¿Por qué me prendé yo de ti en aquellos caminos manchegos? Por lo que me contaste de tu ensoñamiento de cosas grandes desde que eras chiquito, por el afán que yo veía en ti de ayudar a los hombres valientes y de igualarte a ellos.
¿Por qué me prendé yo de ti en aquellos caminos manchegos? Por lo que me contaste de tu ensoñamiento de cosas grandes desde que eras chiquito, por el afán que yo veía en ti de ayudar a los hombres valientes y de igualarte a ellos.
Me prendé no ya de ella, sino de su hija, de la desdichada hija del amante de mi mujer, la cobré un amor de padre, un violento amor de padre, como el que hoy le tengo, pues la quiero tanto, tanto, sí, cuando no más, que a mis propios hijos.
¿Comprende ahora -prosiguió, -¿por qué quiero ver desnuda a Josefina? En suma, amiga mía, la conferencia que estarnos celebrando, es la de solemnidad y rigor en cualquier boda, sino que a la moderna, porque es bien natural que habiendo alguna vez de empezar a transformarse las costumbres, en eso, como en todo, para amoldarlas a las justas exigencias de la vida, nosotros, gentes progresivas, seamos los que empecemos la modificación respecto a ésta. Lo tradicional es que las madres, en casos tales, informen a los novios de cuantas cosas de las hijas se refieren a condiciones de carácter, de riqueza, y de tal o cuál grave y más o menos ostensible enfermedad, si la tuviese, y no cabe negar que es eso lo que menos hace falta, por ser lo más sabido de antemano por el novio, así, estando él harto de ver las rarezas del genio de la chica, o, por ejemplo, que cojea, dícele la madre: «debo advertirle, señor mío, que, según el médico, sufre mi hija de histerismo» o «que es coja, a causa de un tumor blanco que padeció cuando pequeña»..., y en cambio, señora, de aquello que, si se cuenta con la corrección del novio y con el verdadero candor de la muchacha, él ignorará, no se le dice una letra, verbigracia: «advierto a usted, puesto que le he notado en los teatros predilección por los bellos senos, o por las rubias, o por tales otras singularidades de belleza, que mi hija, aunque bien armada por fuera, es por dentro algo delgada, o que no es tan rubia o tan blanca como aparenta por su pelo y por su cara, o...» ¿Comprende usted? Ahora bien, insisto en hacerla a usted notar mi estético temperamento, puesto que ello en mi vida y en mi boda es principal, y suplícola encarecidamente que se fije en que si un gran cuadro, considerado en su conjunto como obra de supremo arte por mi artística ambición, me daría el dolor del desengaño al descubrirle trazos o detalles imperfectos, mi decepción y mi infelicidad no tendrían término si impensadamente descubriese imperfecciones en la elegida que haya de formar el amoroso cuadro eterno de mi vida. Yo adoro a Josefina, yo me prendé de ella por la belleza incomparable de su cara y de sus manos, y yo la supuse y la supongo, desde luego, toda la beldad, mas, ¿por qué no cerciorarme a tiempo con mis ojos? ¿Es que voy a concederle menos importancia, señora, menos importancia que a la adquisición de un cuadro, a la viva adquisición de mi ideal?... Ah, sí, señora, esto es de una lógica aplastante y de una, suprema moral, si bien se mira, sin que pueda bastar, por otra parte, que usted me afirme y garantice, ni aun que me describa, los encantos de mi novia. Tal descripción, violenta para usted, si había de ser tan detallada como mis curiosidades exigieran, tampoco llenaría jamás mi aspiración, porque no siendo universal, sino personalísimo, el criterio de belleza, resultaría imposible que en la porme... pormeno... pormenorización de usted, yo quedara satisfecho.
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