Ejemplos con prendé

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Por qué me prendé yo de ti en aquellos caminos manchegos? Por lo que me contaste de tu ensoñamiento de cosas grandes desde que eras chiquito, por el afán que yo veía en ti de ayudar a los hombres valientes y de igualarte a ellos.
¿Comprende ahora -prosiguió, -¿por qué quiero ver desnuda a Josefina? En suma, amiga mía, la conferencia que estarnos celebrando, es la de solemnidad y rigor en cualquier boda, sino que a la moderna, porque es bien natural que habiendo alguna vez de empezar a transformarse las costumbres, en eso, como en todo, para amoldarlas a las justas exigencias de la vida, nosotros, gentes progresivas, seamos los que empecemos la modificación respecto a ésta. Lo tradicional es que las madres, en casos tales, informen a los novios de cuantas cosas de las hijas se refieren a condiciones de carácter, de riqueza, y de tal o cuál grave y más o menos ostensible enfermedad, si la tuviese, y no cabe negar que es eso lo que menos hace falta, por ser lo más sabido de antemano por el novio, así, estando él harto de ver las rarezas del genio de la chica, o, por ejemplo, que cojea, dícele la madre: «debo advertirle, señor mío, que, según el médico, sufre mi hija de histerismo» o «que es coja, a causa de un tumor blanco que padeció cuando pequeña»..., y en cambio, señora, de aquello que, si se cuenta con la corrección del novio y con el verdadero candor de la muchacha, él ignorará, no se le dice una letra, verbigracia: «advierto a usted, puesto que le he notado en los teatros predilección por los bellos senos, o por las rubias, o por tales otras singularidades de belleza, que mi hija, aunque bien armada por fuera, es por dentro algo delgada, o que no es tan rubia o tan blanca como aparenta por su pelo y por su cara, o...» ¿Comprende usted? Ahora bien, insisto en hacerla a usted notar mi estético temperamento, puesto que ello en mi vida y en mi boda es principal, y suplícola encarecidamente que se fije en que si un gran cuadro, considerado en su conjunto como obra de supremo arte por mi artística ambición, me daría el dolor del desengaño al descubrirle trazos o detalles imperfectos, mi decepción y mi infelicidad no tendrían término si impensadamente descubriese imperfecciones en la elegida que haya de formar el amoroso cuadro eterno de mi vida. Yo adoro a Josefina, yo me prendé de ella por la belleza incomparable de su cara y de sus manos, y yo la supuse y la supongo, desde luego, toda la beldad, mas, ¿por qué no cerciorarme a tiempo con mis ojos? ¿Es que voy a concederle menos importancia, señora, menos importancia que a la adquisición de un cuadro, a la viva adquisición de mi ideal?... Ah, sí, señora, esto es de una lógica aplastante y de una, suprema moral, si bien se mira, sin que pueda bastar, por otra parte, que usted me afirme y garantice, ni aun que me describa, los encantos de mi novia. Tal descripción, violenta para usted, si había de ser tan detallada como mis curiosidades exigieran, tampoco llenaría jamás mi aspiración, porque no siendo universal, sino personalísimo, el criterio de belleza, resultaría imposible que en la porme... pormeno... pormenorización de usted, yo quedara satisfecho.
Me prendé no ya de ella, sino de su hija, de la desdichada hija del amante de mi mujer, la cobré un amor de padre, un violento amor de padre, como el que hoy le tengo, pues la quiero tanto, tanto, sí, cuando no más, que a mis propios hijos.
¿Por qué me prendé yo de ti en aquellos caminos manchegos? Por lo que me contaste de tu ensoñamiento de cosas grandes desde que eras chiquito, por el afán que yo veía en ti de ayudar a los hombres valientes y de igualarte a ellos.

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