Ejemplos con ópera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Vichy se le hacía insoportable, y más desde que vio que la estación terminaba, que se vaciaba el Casino, que se marchaba la compañía de ópera y que emigraban las brillantes golondrinas de la moda.
¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita! Se le puede interrogar, seguro de que responde: ¡de algún elegante caballero, y de más de uno, se sabe que ha robado a hurtadillas una flor de un sombrero, o ha besado sus cintas largamente, con un beso entrañable y religioso! El sombrero de Adela era ligero y un tanto extravagante, como de niña que es capaz de enamorarse de un tenor de ópera: el de Lucía era un sombrero arrogante y amenazador, se salían por el borde del costurero las cintas carmesíes, enroscadas sobre el sombrero de Adela como una boa sobre una tórtola: del fondo de seda negro, por los reflejos de un rayo de sol que filtraba oscilando por una rama de la magnolia, parecían salir llamas.
Y desde entonces, encariñado con su idea, no oía ópera alguna, sin encontrar en los ojos pintados de los cantantes y en sus movimientos perezosos, algo que le recordaba a su joven ingeniero.
La manera arrogante con que plegaba el manteo en torno de su cuerpo hacía recordar la capa de los tenores de ópera.
La música religiosa en España ha marchado paralelamente con la ópera italiana, cosa que ignoran esos señores canónigos que se indignarían si en una misa les tocase algo de Beethoven, por considerarlo profano, y escuchan con unción mística fragmentos que han rodado hace años por los teatros de Italia.
Gabriel recordaba ciertas decoraciones de ópera que había visto en sus viajes.
Cuando Jacobo puso de nuevo el pie en la galería, y salieron a su encuentro Currita y otros amigos, ansiosos de darle la enhorabuena, el orgullo satisfecho reflejaba en su semblante una especie de vértigo, y hubiera gritado como el Nabucodonosor de la ópera:.
Convocó a sus micos, reunió a sus íntimos y trazóse un plan encantador de fiestas, bailes y regocijos a beneficio todos de los heridos, entre los que había de llevarse la palma una famosa ideada por Currita, a imitación de la organizada en París por , en el teatro de la ópera, a beneficio de los inundados en Szegedin.
Ya no parece aquello una tempestad, ni un huracán, sino un cataclismo que amenaza desquiciar la tierra, y en aquel momento, el supremo de la ópera, apareció por entre las cortinas de terciopelo carmesí que cerraba el fondo del palco de Currita una cabeza peluda y cetrina, que el tío Frasquito tomó por la del terrible Adamastor, genio de las tempestades, y Fernandito por el bilioso espectro de la indigestión, que evocaban ante él sus jugos gástricos alterados.
El duque de Bringas estaba muy enfadado porque no le llenaba la partitura, aquello no era sino una ópera cómica francesa, convertida en ópera italiana, en cuanto a la Ortolani, ¡pchs! no vocalizaba mal, pero ¡estaba tan flaca!.
de la , ópera a la sazón muy en boga y escogida por Miss Jesup para presentarse por primera vez en la escena madrileña.
El piano seguía sonando, pero ahora, de la romanza sentimental se había saltado a la ópera.
La clara luna retrataba en su fondo ligeramente azulado las cabezas de las dos hermanas, con la cabellera suelta y vestidas de blanco, como tiples de ópera en el momento de volverse locas y cantar el aria final.
Si ahora fuese la temporada de ópera, ni ella ni sus hijas podrían lucir las joyas que enorgullecían y admiraban al pobre Juanito.
A pesar de su aspecto de decoración de ópera, que tanto entusiasmaba a doña Manuela, el tal no pasaba de ser una casa de vecindad, enclavado como estaba entre otras construcciones de la misma clase, todas frágiles y pretenciosas, con sus jardincillos como sábanas, y sobre la verja, en letras doradas, los campanudos títulos de Villa-Teresa, Villa-María, etcétera, según fuese el nombre de la propietaria.
, y a los tres días no hay quien encuentre una ópera española para un remedio.
, a fuer de amantes de la Ópera española.
¡Conque esto es hecho!—¡Adios, Madrid! Te dejo ensayando zarzuelas y discursos parlamentarios, disponiéndote a levantar la Puerta del Sol y a reunir un nuevo Congreso de diputados, esperando la del cielo, esto es, agua llovediza que temple el rigor de tu caliginoso ambiente, y confiando en la venida del Lozoya y de una buena compañía de ópera italiana.
—Unas la acompañan a la mesa, otras a tomar café mientras es hora del teatro, otras pasan allí la , cuando no hay funcion en el teatro Real, otras van a pedirle té después de la ópera, otras juegan al tresillo de diez a doce, y otras se presentan allí de media noche para abajo, ganosas de contar o de saber las noticias políticas de última hora.
de que hace tres días que no tenemos ópera.
¡Desgraciado mil veces el que no fuma!—¿Qué hará este sér incompleto, en la orilla del mar, en aquellas horas de infinito éxtasis que siguen a la puesta del sol? ¿Qué velas llevarán su imaginación hacia lo desconocido? ¿Qué alas lo subirán al cielo durante las espléndidas noches de verano? ¿Qué hará en los entreactos de una ópera? ¿Qué, después de comer? ¿Qué, al despertar por la mañana? ¿Qué, durante una larga navegación? ¿Qué, en la ausencia, cuando cierre los ojos para ver las personas queridas? ¿Qué, para no acatarrarse a la salida de un baile en provincias, donde no suele haber coches, si tiene que ir charlando con la beldad que aceptó su brazo para volver a casa? ¿Qué, cuando viaje a caballo por solitarios montes? ¿Qué, cuando convalezca de una enfermedad? ¿Qué, en fín, en aquella hora que sigue al logro de cualquier deseo, cuando, si no fuera por el tabaco, ya no habría razón ninguna para seguir viviendo en un mundo donde ?.
Trincando una botella, Rubín apuntó al cura con tal desacierto que quedó descalabrado el infeliz bajo de ópera.
Barbarita solía ponerse en primera fila para echar los gemelos en redondo y poder contarle a Baldomero algo más que cosas de decoraciones y del argumento de la ópera.
Mal humorada y soñolienta, deseaba que la ópera se acabase pronto, pero desgraciadamente la obra, como de Wagner, era muy larga, música excelente según Juan y todas las personas de gusto, pero que a ella no le hacía maldita gracia.
Dijo esta palabra con un alarido espantoso, levantándose del asiento y extendiendo ambos brazos como suelen hacer los bajos de ópera cuando echan una maldición.
Además de los tres curas, eran parroquianos de aquella mesa las siguientes personas: un agente de Bolsa riquísimo que, con el , llevaba diez años de concurrir todas las noches a aquel mismo sitio, un bajo de ópera retirado, un funcionario de poco sueldo y el dueño de un acreditado molino de chocolate.
El bajo de ópera se creía en el deber de apoyar la idea religiosa, por haberla expresado tantas veces con su sábana por la cabeza, haciendo el respetable papel de sumo sacerdote, y el del molino de chocolate azuzaba a los dos por ver si la cosa se enfurruñaba y no quedaban más que los rabos.
Tocaba piezas de ópera y de zarzuelas francesas como una máquina, con ejecución fácil, aunque incorrecta, sin gusto ni sentimiento.
En la Cava Baja pasó por junto a un pianito que tocaba aires de ópera con ritmo picante y amoroso.

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