Ejemplos con vergüenza

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Federico de Urbino se hubiera cubierto de rubor y vergüenza si poseyese un libro tan feo como éste.
Esconde tu vergüenza en donde nadie te encuentre ni te conozca ni nos conozca.
La hermana Lucidia lleva siempre la cabeza inclinada sobre el lado derecho, como si le pesase aquella vergüenza, como si procurase ocultarla o como si presentase la otra mejilla, pálida e intacta, a la adversidad de la agresiva providencia.
La señora me aleccionaba, con afectuosa solicitud, y cuidando de no aumentar mi vergüenza.
Y si después de esto no saca tu padre al suyo los ojos, o el dinero que le debe, te digo que no tendrá sangre ni vergüenza.
¡Conque la hija del juez, y la del indianete, y la del alcaldeexclamó Simón en seguida, con rencoroso acentoson las que más te han injuriado, porque tenían a menos jugar contigo! ¡Las hijas de esos personajes que me adulan y me soban cuando necesitan un par de duros para comer aquel día, o media docena de onzas para apuntarlas a una carta, o pagar una trampa que podría ponerlos en vergüenza, si alguna les queda! ¡Pero yo les juro que, por poca que ella sea, he de sacársela a la cara, y a algunos más también!.
Lo que estoy pensando tres años hace, desde que conocí que en esta recua siempre había de tocarme ir a la cola, lo que hubiera hecho entonces a tener el remedio entre las manos, como le tengo hoy: sacar a más de cuatro fachendosos a la vergüenza pública, y largarme en seguida con la música a otra parte.
Y en la otra vidriera, fíjese usted bien: gachos en pelota, prójimas sin más vestidura que la mata de pelo, cosas, en fin, de los tiempos en que la gente no tenía vergüenza y andaba con la cara en alto y la otra cara al aire.
Fue cosa de pocos días, tal vez de vergüenza, pues murió diciendo que ella era la culpable de todo.
Una vergüenza, Gabriel, una deshonra para vuestra familia, que es la mía.
Recordaba ahora con vergüenza su ignorancia española, aquella prosopopeya castellana, mantenida por mentirosas lecturas, que le hacían creer que España era el primer país del mundo, el pueblo más valiente y más noble, y las demás naciones una especie de rebaños tristes, creados por Dios para ser víctimas de la herejía y recibir soberbias palizas cada vez que intentaban medirse con este país privilegiado que come mal y bebe poco, pero tiene los primeros santos y los más grandes capitanes de la cristiandad.
¡Ella allí! ¡Hija de unos padres tan honrados! ¡Qué vergüenza, Señor!.
El viejo aún estuvo más de una hora en la taberna, hablando a solas, advirtiendo que la cabeza se le iba, hasta que, molestado por la dura mirada de los dueños, que adivinaban su estado, sintió una vaga impresión de vergüenza y salió sin saludar, andando con paso inseguro.
La noticia causó honda impresión en la vega, curas y alcaldes pusiéronse en movimiento para evitar tal vergüenza.
Teresa abrazó a su hija, que, olvidando el peligro, estremecíase de vergüenza al verse en camisa en medio de la huerta, y se sentaba en un ribazo, apelotonándose con la preocupación del pudor, apoyando la barba en las rodillas y tirando del blanco lienzo para que le cubriera los pies.
¡Ay, Señor, qué vergüenza! ¡Y ese hombre tan satisfecho y tan tranquilo, sin acordarse de que tiene mujer y un hijo y que su nombre es muy respetado en la plaza!.
¿Quién sabe lo que le estaba reservado? Tal vez algún día, con más vergüenza que aquellas infelices, tendría que tender la mano a las gentes, sintiendo calor en el rostro y en el estómago el cruel arañazo del hambre.
Creyó que todos le miraban, que los transeúntes ladeaban el cuerpo para evitar su roce, y anduvo apresuradamente, como si sintiera tras sus pasos el espectro de su vergüenza que le perseguía.
Era la vergüenza, que hacía arder en su interior un fuego de infierno, que enrojecía su rostro y aceleraba la circulación de su sangre.
¿Quién quedaba en aquella casa que pensase como él? Únicamente en los hombres había que buscar la vergüenza.
El amor había ahogado entonces todas las preocupaciones, pero ahora se trataba de una explotación deshonrosa, de una venta que sólo el suponerla le producía vergüenza y rubor.
Y la pobre mujer ruborizábase, mostrando en su cara nacida y lustrosa de monja enclaustrada la misma expresión de vergüenza que si fuese ella la autora de la carta.
Me han amenazado, me han llamado tramposa porque no puedo pagar ¡tramposa! ¡a una señora como yo! No puedo sufrir tanta vergüenza.
Era una vergüenza para los vecinos de la plaza no levantar en ella una que compitiese con las muchas que se estaban arreglando en varios puntos de la ciudad, y la proposición del cafetinero fue acogida con entusiasmo por toda la gente de los pisos bajos.
Ya nos daba vergüenza ver a Gabriela.
Lleva una cosita ¿a qué adivinas? Te acuerdas que la noche, cuando nos despedíamos, me pedías las flores que tenía yo en la cabeza? ¿Te acuerdas qué me decías? Me da vergüenza escribirlo, pero ¡tú me entiendes! Escríbeme, Rorró.
¡Cuánto agradecí al facultativo su desinterés! Bien sabe Dios que nunca he olvidado tanta generosidad, pero esa noche me sonrojé, me dio vergüenza aceptar los servicios del médico, sin retribuirlos debidamente.
No haré más que aplaudir cuando vea extirpados para siempre los gérmenes de guerra civil, de insubordinación, de discordia, de behetría, de bandolerismo y de barbarie que existen aquí para vergüenza de nuestra época y de nuestro país.
Pero sus temores y su vergüenza disipábanse de improviso.
¿Pues qué creen ustedes? Nos dejan a nosotros decir misa y a ustedes oírla por un resto de consideración, por vergüenza pero el mejor día.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba