Ejemplos con vasos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Iba a enfilar la puerta como una exhalación, pero viéndola ocupada por , saltó sobre el mostrador, sin duda para que le sirviera de trampolín, y derribando y haciendo añicos media docena de vasos y una botella, cruzó el espacio como un cohete, pasó, sin tocar, sobre la cabeza de Simón, cayó en la calle, sin soltar la morcilla, por supuesto, y desapareció en la calleja inmediata.
Cumplido este requisito, y dichas las indispensables , y hechos los acostumbrados restregones de manos, sirvió una Maritornes, en abismo de sopera, media arroba de fideos, vertióse negro y abundante mosto en los vasos al efecto, circuló el cucharón de estaño de plato en plato, y entre sorbos, resoplidos, eructos y taconazos, dióse comienzo a la discusión del punto que allí reunía a tan insignes personajes.
Siguiéronle, en efecto, los aludidos, después de amarrar afuera, como mejor pudieron, las cabalgaduras, y precedidos de Cuarterola, instaláronse ante una mesa larga, estrecha y sucia, que se sostenía mal en el interior de la taberna, cerca del mostrador, sobre el cual no había más que una de hoja de lata con cuatro jarros de arcilla, una aceitera, capaz de media arroba, un pedazo de yeso para , dos vasos para aguardiente, y un botellón de cristal conteniendo vino tinto.
Había allí verdadera fiebre habladora, pero ¿quién de los que hablaban valía el trabajo de ser oído diez minutos con paciencia? De aquí que no se sorprendiera maldita la cosa al observar que mientras un orador de mala facha y peor estilo se desgañitaba echando pestes por la boca, manoteando sobre el banco delantero y tragando vasos de naranjada, entre consulta y repaso a sus apuntes, los poquísimos diputados que quedaban en el salón se entretuviesen en hacer pajaritas de papel, en despachar su correspondencia o en chupar los caramelos del presidente, de que provee a este personaje abundosamente el Estado, teniendo en cuenta, quizá, que para soportar la amargura de ciertas horas, no basta un muelle sitial de terciopelo, por muy elevado que se ponga.
Un ujier se le acercó con dos vasos llenos en una bandeja.
Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto, por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles, del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.
Representaban los tales puestecillos la industria chica y modesta, aquí un viejo alemán pregonaba vasos de cristal para beber las aguas, y con una rueda de esmerilar, a vista del comprador, grababa en el cristal las iniciales de su nombre, allá un suizo ofrecía juguetes, muñecos, cajitas y plegaderas grabados en leño de haya por los pastores, acá se feriaban lentes, acullá peines y objetos de escritorio.
Con una hoja de palma, puesta a un lado de los marcos y encorvada en ondulación graciosa por la punta en el otro, vistieron los indios todas las puertas y ventanas, y hubo modo de añadir a las enredaderas del colgadizo, otras parecidas por un buen trecho a ambos lados de las tres entradas, en cada uno de cuyos peldaños, como por toda esquina visible del colgadizo o de las salas, pusieron grandes vasos japoneses y chinos con plantas americanas.
Estaban las tres amigas en aquella pura edad en que los caracteres todavía no se definen: ¡ay, en esos mercados es donde suelen los jóvenes generosos, que van en busca de pájaros azules, atar su vida a lindos vasos de carne que a poco tiempo, a los primeros calores fuertes de la vida, enseñan la zorra astuta, la culebra venenosa, el gato frío e impasible que les mora en el alma!.
Por los bajos de la pared, y a manera de sillas, había, en trípodes de ébano, pequeños vasos chinos, de colores suaves, con mucho amarillo y escaso rojo.
Y todo, poco a poco, para atender a las necesidades de la casa, fue saliendo de ella: hasta unas perlas margaritas que había llevado de América a Salamanca un tío, abuelo de doña Andrea, y un aguacate de esmeralda de la misma procedencia, que recibió de sus padres como regalo de matrimonio, hasta unas cucharas y vasos de plata que se estrenaron cuando se casó la madre de don Manuel, y este solía enseñar con orgullo a sus amigos americanos, para probar en sus horas de desconfianza de la libertad, cuánto más sólidos eran los tiempos, cosas y artífices de antaño.
Cuando son malas no: me parecen vasos japoneses llenos de fango, pero mientras son buenas, no te rías, me parece, cuando estoy delante de ellas, que soy un monaguillo y que le estoy alzando la cogulla, como en la misa, a un sacerdote.
¡Dios ha hecho que los otros bandidos perdiesen la memoria, porque hubieran entrado aquí y todo lo hubieran profanado para venderlo! Pedro, tú te llevarás la lámpara, que es de plata, y yo conservaré los vasos sagrados para dedicarlos al culto.
Tras de la visita al Tesoro venía la exhibición del Ochavo, la capilla octogonal de mármoles obscuros: panteón de reliquias donde los despojos humanos más repugnantes, las calaveras de horrible risa, los brazos momificados y las vértebras cariadas se mostraban en vasos de plata y oro.
La salvaje soledad de las alturas contrastaba con la riqueza de la capilla del Ochavo, llena de reliquias en vasos de oro y arquillas de esmalte y marfil, con la magnificencia del Tesoro, que amontona las perlas y las esmeraldas con tanta profusión como si fuesen guijarros, con la elegante abundancia del guardarropa, lleno de telas sobre las cuales reproducía el bordado todos los matices de la pintura.
Algunas viejas se habían apoderado de la alacena, y a cada momento preparaban grandes vasos de agua con vino y azúcar, ofreciéndolos a Teresa y a su hija para que llorasen con más desahogo.
En la parte inferior había varios estuches medio abiertos que encerraban vasos sagrados, y tirada en un rincón, arrugada y hecha un lío, una casulla de terciopelo negro, con ricos bordados de oro, que presentaban en primoroso realce las armas de la casa.
Y él, tan sobrio, bebió uno tras otro dos vasos de aguardiente, que cayeron como olas de fuego en su estómago desfallecido.
Dentro del saloncito había asimismo plantas y flores en vasos de porcelana.
En el Palacio ardían centenares de vasos de colores.
Y allí, ¡qué fiesta tan hermosa! ¡Qué desayuno aquel! ¡El comedor que parecía un jardín! Sobre blanco mantel las garrafas llenas de leche fresca, en fuentes que sólo salían cuando repicaban recio, pasteles, tortas, hojaldres, las bizcotelas del convento de las Teresitas, suaves, esponjadas, porosas, llovidas de azúcar como nieve, vasos y copas que de limpios parecían diamantes.
La mesa de mármol, en torno de la cual formaban animado círculo las caras de los combatientes, estaba a última hora llena de cadáveres, revueltos con las cucharillas, con los vasos que aún tenían heces de café y leche, con la ceniza de cigarro, los periódicos y los platillos de metal blanco, en los cuales la mano afanadora de D.
¡Qué golosa era! Ofreció una a Fortunata, que la tomó, y doña Casta se dispuso a obsequiar a sus amigos con vasos de agua.
Voces, gritos, patadas, capas rotas, vasos volcados, terrones por el suelo.
A falta de tirabuzón, se descorcharon con un cuchillo, y a un tiempo se llenaron los vasos chicos traídos.
El cura esperaba en la portalada misma: recogidas las mangas de su chaqueta, levantaba en alto un jarro de vino, y la criada sostenía la bandeja con vasos.
Desde que empezó a hervir la olla, hubo en los Pazos mesa franca: se veía correr a Filomena y a Sabel por los salones adelante, llevando y trayendo bandejas con tostado jerez y bizcochos, oíase el retintín de las cucharillas en las tazas de café y el choque de los vasos.
Aquella mañana se levantó el aduar, y se fueron a alojar en un lugar de la jurisdicion de Murcia, tres leguas de la ciudad, donde le sucedió a Andres una desgracia que le puso en punto de perder la vida, y fué que despues de haber dado en aquel lugar algunos vasos y prendas de plata en fianzas como tenian de costumbre, Preciosa y su abuela, y Cristina con otras dos jitanillas, y los dos, Clemente y Andres, se alojaron en un meson de una viuda rica, la cual tenia una hija de edad de diez y siete o diez y ocho años, algo mas desenvuelta que hermosa, y por mas señas se llamaba Juana Carducha: esta habiendo visto bailar a las jitanas y jitanos, la tomó el diablo, y se enamoró de Andres tan fuertemente que propuso de decírselo y tomarle por marido, si él quisiese, aunque a todos sus parientes les pesase, y así buscó coyuntura para decírselo, y hallóla en un corral donde Andres habia entrado a requerir dos pollinos: llegóse a él, y con priesa por no ser vista le dijo:.
No se puede negar, sino afirmar, que es muy hermosa mi señora Dulcinea del Toboso, pero donde menos se piensa se levanta la liebre, que yo he oído decir que esto que llaman naturaleza es como un alcaller que hace vasos de barro, y el que hace un vaso hermoso también puede hacer dos, y tres y ciento, dígolo porque mi señora la duquesa a fee que no va en zaga a mi ama la señora Dulcinea del Toboso.
Desnúdese vuesa merced y vístase a sus solas y a su modo, como y cuando quisiere, que no habrá quien lo impida, pues dentro de su aposento hallará los vasos necesarios al menester del que duerme a puerta cerrada, porque ninguna natural necesidad le obligue a que la abra.

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