Ejemplos con uñas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A todo esto, la pobre desdeñada niña, que había estado observando a las otras durante su breve diálogo, mirando de reojo y mordiéndose las uñas, cuando las vió sentadas se dirigió hacia ellas paso a paso, con la cabeza gacha, y al estar a media vara de las desdeñosas, se dejó caer al suelo lentamente y se puso a deshojar las florecillas del césped, sin arrancarlas, flechando ojeadas de través de vez en cuando al grupo, y sorbiendo muy recio el aire con las narices.
Díjolo atrayendo a sí otra rama de mimbre que descortezó con las uñas, arrojando las tiras de película tierna al pantano, y mirando fijamente los círculos que en el agua abrían al caer.
¡Horrible tentación! Lucía se apretaba el corazón con las manos, se hincaba las uñas en el pecho.
Era menester más dominio sobre la natural condición para vencer en esta lucha que el del esparciata que sin verter una lágrima y sin lanzar un quejido se dejó desgarrar el cuerpo por las uñas de una fiera.
Era un chico que tenía muy buenas relaciones, es verdad que su fortuna era poca, pues gran parte de la herencia de sus padres estaba ya enterrada en los garitos o entre las uñas de los usureros, pero esto no impedía que fuese un partido aceptable para las jóvenes de la clase media, que, colgadas de su brazo, podían entrar en un reducido círculo que ellas se imaginaban como el paraíso de la aristocracia.
Casi en el centro del gabinete, una mesa, una gran mesa con su cubierta de paño verde, que caía hasta cerca del suelo, dejando ver los pies del mueble, unas garras de león o de grifo que hincaban en sendas esferillas las pujantes uñas, como en mísera presa famélico milano.
¡La cojo y la!decía para sí clavándose las uñas en sus propios brazos.
Con esto y las uñas yo le juro que.
Creía que se le afilaban las uñas haciéndosele como garras de tigre.
Y tan agradecido era el buen hombre al comercio español, que enviaba a los de acá su retrato y los de sus catorce mujeres, unas señoras tiesas y pálidas como las que se ven pintadas en las tazas, con los pies increíbles por lo chicos y las uñas increíbles también por lo largas.
Guardaría, pues, su tesoro, y se valdría de todas las trazas de su ingenio para defenderlo de las miradas y de las uñas de Nicanora porque si esta lo descubría, ¡Santo Cristo de los Guardias!.
En la calle de Mira del Río tocaba un pianillo de manubrio, y en la calle del Bastero otro, armándose entre los dos una zaragata musical, como si las dos piezas se estuvieran arañando en feroz pelea con las uñas de sus notas.
¡De buena se habían librado! Allí estaban tan ricamente, y no se acordaban de lo que dejaron atrás más que para compadecer a las infelices que aún seguían entre las uñas del demonio.
Una de dosdijo Ballester suspirando: o trae la cara arañada, o trae sangre o quizás piel humana en las uñas.
Además estaba mohíno y malencólico el mal ferido don Quijote, vendado el rostro y señalado, no por la mano de Dios, sino por las uñas de un gato, desdichas anejas a la andante caballería.
Y digo, señor, que si pudiera pintar su gentileza y la altura de su cuerpo, fuera cosa de admiración, pero no puede ser, a causa de que ella está agobiada y encogida, y tiene las rodillas con la boca, y, con todo eso, se echa bien de ver que si se pudiera levantar, diera con la cabeza en el techo, y ya ella hubiera dado la mano de esposa a mi bachiller, sino que no la puede estender, que está añudada, y, con todo, en las uñas largas y acanaladas se muestra su bondad y buena hechura.
Y, volviéndose a los gatos que andaban por el aposento, les tiró muchas cuchilladas, ellos acudieron a la reja, y por allí se salieron, aunque uno, viéndose tan acosado de las cuchilladas de don Quijote, le saltó al rostro y le asió de las narices con las uñas y los dientes, por cuyo dolor don Quijote comenzó a dar los mayores gritos que pudo.
¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aun garras de leones: antes el ánima de en mitad en mitad de las carnes!.
Señor respondió Sancho, bien veo que todo cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas, pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo? Verdad sea que aquello de no dejarme crecer las uñas y de casarme otra vez, si se ofreciere, no se me pasará del magín, pero esotros badulaques y enredos y revoltillos, no se me acuerda ni acordará más dellos que de las nubes de antaño, y así, será menester que se me den por escrito, que, puesto que no sé leer ni escribir, yo se los daré a mi confesor para que me los encaje y recapacite cuando fuere menester.
En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como si aquel escremento y añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero: puerco y extraordinario abuso.
No comen respondió don Quijote, ni tienen escrementos mayores, aunque es opinión que les crecen las uñas, las barbas y los cabellos.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba