Ejemplos con tentadoras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En efecto, le atraía la política y también las tentadoras ofertas de Enrique IV, rey de Francia sin trono todavía.
La hembra, en sus pudores o sus arrebatos, plagiaba sin saberlo a sus abuelas, que habían sido, según las épocas, tentadoras con una virtud hipócrita o francamente mesalinescas.
Ya no eran las tentadoras imágenes de antes, fingidas por la humareda que se elevaba del corazón, era la experiencia de la carne, el recuerdo de lo pasado, que, no obstante haber pasado, permanecía actual sobre mi piel, como la cicatriz de las heridas.
¿Quería decir con estas palabras que, libre y sola, se sentía, a su pesar, asediada por persuasiones tentadoras a las cuales sin embargo sabía resistir? ¿Y no era harto natural que así fuera?.
Al mirar aquella imagen, sintió vértigo Felipe, las líneas tentadoras del hermoso cuerpo, la luminosa sonrisa, los ojos grandes como abismos de placer, le causaron un paroxismo de rabia y le hicieron rechinar los dientes como un preciso que ve la gloria.
El dolor ocupa, no deja a la imaginación que se extravíe más que en una dirección, si alguna vez da oídos a la tentación del crimen, rechaza las sugestiones del vicio, el tedio puede escuchar todas las voces tentadoras, tiene caminos para todos los extravíos, y no hay aberración que en un momento dado no pueda servirle de espectáculo.
Y le dijo la vieja: No conviene dejar en el vestíbulo todas estas cosas tentadoras.
Por todas partes se sucedían las tentadoras proposiciones y por todas también se multiplicaban las honrosas repulsas de mexicanos dignos que preferían la oscuridad, la miseria o el ostracismo, al brillo y la opulencia comprados al precio de su conciencia y de su patriotismo.
Si estos planes hubieran sido obra de mi iniciativa o de mi ingenio, yo habría temido siempre que no acabaran en bien, porque no fío nunca gran cosa de la solidez de mis cálculos, pero los habían hilado otras manos harto más diestras, más firmes y más venerables que las mías, y yo no podía dudar de la solidez de la obra, por lo cual la di desde luego por intachable y perfecta, la acogí con todo mi corazón, y hasta me permití fundar sobre ella las ilusiones más nobles, más honradas y más tentadoras que he logrado forjarme en toda mi vida.
¿Ni cómo pararse ella en reflexiones de mayor substancia? ¡Ella, que siempre había sido allí la puerca cenicienta! ¡Ella, que llegaba del colegio con la cabeza llena de fantasías tentadoras y el pecho atestado de mortificantes deseos, y en todo cuanto la rodeaba veía recursos para satisfacerlos, alas con que mecerse en los sonados espacios, llaves de hechizos con que abrirlas doradas puertas que guardaban los descifrados enigmas de su curiosidad insaciable!.
Y a querer también, hubiera podido vengarse Rosario de su marido, que como dueña y señora que era de su cuerpo gentil y lleno de tentadoras arrogancias, de ojos oscuros, grandes y acariciadores, de pelo rubio y abundantísimo, de tez ligeramente atezada y, además, de una cara llena de ángel y de rocío, de una voz grata y rítmica, fueron muchos y de los de más cartel los mozos del barrio que habíanse dedicado a cimbelearla sin lograr elevar sus pendones en la inexpugnable fortaleza.
Volvió a quedar en silencio el hondilón, tornó Paquiro a sus hábiles escamoteos, seguía el Caravaca haciendo temblar al conjuro de sus imponentes ronquidos la cristalería de los pintarrajeados anaqueles, y dábale fin el Penitas a la última de las copas, cuando apareció en la puerta de la taberna, penetrando después en ésta como en país conquistado, Currita la Quinquillera, una de las más famosas de todas las vendedoras de randas y encajes de Andalucía, hembra como de treinta abriles, de caderas y senos imponentes, tez cobriza, pelo negrísimo, encaracolado en las sienes y cayéndole sobre la nuca en pesadísima castaña, donde lucía un enorme clavelón de tallo larguísimo, dos grandes aretes, de oro, al parecer, brillaban en sus diminutas orejas, un pañuelo amarillo estampado de vivos colores atersábase sobre su seno de nodriza montañesa, su falda de percal encarnado de anchos volantes de vivos negros, dejaba del todo descubierto el pie calzado por arqueados brodequines y el principio de la pantorrilla, de una pantorrilla arrogante, heraldo de otras y más tentadoras arrogancias.
¡Pocas veces habían ido en su busca, de modo misterioso, las más famosas protectoras de la hermosura y la juventud desvalida para susurrar en sus oídos las ofertas más tentadoras!.
Antonio vaciló, la oferta no era de las más tentadoras, porque para llegar a ser algo de provecho hacíase preciso no ir a lucir sus facultades a Moclinejo o Totalán, para llegar a ser algo hacíase preciso lucirlas en los grandes ruedos.
Yo escuchaba con cierto placer mezclado de desconfianza las amonestaciones tentadoras, ideaba ya si el trono en que me había de sentar, la diadema que había de ceñir y el cetro que había de empuñar, cuando subiera al capitolio, serían de oro macizo o de cuero de potro y madera de caldén, cuando una voz que reconocí entre sueños llamó a mi puerta diciendo:.

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