Ejemplos con silba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los rugientes se acercan a Ravello que los alcanzo también en una cabra de montar, este silba para llamar a todas sus bestias del circo, cuando los ojos, leones, tigres, monos y demás criaturas llegan, los Rugientes huyen hacia el laberinto de las brujas sin saber la suerte que les depara.
Producida por Richard Attenborough, Cuando el viento silba es la primera película de Bryan Forbes.
Odiaba a esta ciudad ingrata por la silba del , suceso ocurrido muchos años antes de nacer ella.
Y el tren silba y corre, con formidable estrépito de trastos viejos, por la campiña solitaria.
¿Quién pudo pensar que a la trágica epopeya del Carlismo se le pusiera una escena final de comedia pedestre? Al bajar el telón sobre tal escena, ¿no se oirá la silba en el Polo Norte y en el Polo Sur? ¡Y para esto vinieron al mundo Cabrera y Zumalacárregui, y anduvo en loca peregrinación don Carlos Isidro, llevando a rastras la su Patrona! Dijeron el Rey y su hermano en su declaración que hacían la renuncia por libre y espontánea voluntad.
Querrá que le abra Pues ya puede aguardar sentadoSí, si, dije yo para mí, no está mal Juan de la tía María el que silba.
—Pero no por eso dudes de que, al propio tiempo que vengarme, quiero defender la santa Filosofía, ¡única gloria y consuelo de mi pobre existencia!—¡Sí, yo trato de evitar que los Curas hagan creer a los necios en un de las ideas religiosas que nos ponga en ridículo a todos vosotros y a mí! ¡Yo quiero libraros y librarme de una silba de todo el pueblo!—D.
Anoche les han dado una silba horrible.
Las animadas descripciones de sus fiestas públicas, la tan cacareada especie de que en Madrid hace cada quisque lo que le acomoda sin que nadie se fije en él, y la plana de anuncios del periódico, según la cual se garantizaba la salud al más enclenque, y se vendían ropa, comestibles y bebidas dando al comprador dinero encima, hiciéronle pensar en la monotonía de las fiestas de su lugar, que en él no se podía tirar un pellizco a una muchacha sin que se contase el lance en todas las cocinas, que el día en que se le antojaba trincarse tres cuartillos, en lugar de la media azumbre que acostumbraba, el tabernero lo charlaba a todo el mundo, que habiendo en una ocasión añadido cuatro dedos de paño a las haldillas de su chaquetón, llevó una silba de todos sus convecinos en el portal de la iglesia, cuando iba a misa, en una palabra, que él, mayorazgo, libre y con salud, ni gastaba levita, ni bebía lo que necesitaba, ni podía echar un requiebro en paz, si no se ponía en guerra con el vecindario.
- El ferrocarril silba a lo lejos.
Por fortuna, nuestras gentes de allá no te darán la silba completa porque no tienen, que sepa yo, más que indicios vagos de la intentona.
Represéntase una comedia nueva, una parte del público la aplaude con furor: es sublime, divina, nada se ha hecho mejor de Moratín acá, otra la silba despiadadamente: es una porquería, es un sainete, nada se ha hecho peor desde Comella hasta nuestro tiempo.
Y si, a pesar de éstas y de las otras razones, aún insiste el huraño lector, tentado del demonio, en dar una silba al libro, ¿qué hemos de hacerle?.
Déme Dios bríos para merecer las últimas, inspírele a él, y no la idea de la silba, guárdele a usted, y reciba estos renglones y la pobre ofrenda que los acompaña, en testimonio de lo mucho que le quiere su amigo y paisano.
:En la colina, que la hora morada va tornando oscura y medrosa, el pastorcillo, negro contra el verde ocaso de cristal, silba en su pito, bajo el temblor de Venus.
En tanto, el huracán, oprimido entre los muros de tan estrecha y retorcida cárcel, silba y brama haciendo a ratos enmudecer al río, y troncos poderosos, y débiles arbustos, y rastreros matorrales se inclinan a su paso, dejando oír sobre sus copas desgreñadas, al herirlas el pedrisco, el estridente machaqueo de una lluvia de perdigones sobre láminas de acero.
mas no su muerte venga, el áspid silba,.
¡Libre concierto de picos, fresco y sin fin! La golondrina riza, caprichosa, su gorjeo en el pozo, silba el mirlo sobre la naranja caída, de fuego, la oropéndola charla, de chaparro en chaparro, el chamariz ríe larga y menudamente en la cima del eucalipto, y, en el pino grande, los gorriones discuten desaforadamente.

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